13 may. 2010

Tanto los “verdaderos creyentes” del Pentágono como los halcones de Tokio quieren que el paraguas nuclear esté basado sobre el concepto de “disuasión extendida”, por el cual las fuerzas estadounidenses responden, por medio de las armas de este tipo, a cualquier ataque, sea llevado a cabo por vectores nucleares, químicos, biológicos o convencionales.

Armas nucleares por siempre

Por Selig S. Harrison*
Los halcones de EE.UU. frente a los anuncios de desarme de Obama

Mientras avanzan las negociaciones entre Moscú y Washington para poner límites al armamento nuclear estratégico de ambos países, Estados Unidos se dispone a hacer pública su nueva doctrina en la materia. Ésta ha sido objeto de numerosas presiones por parte del Pentágono y de los “halcones” japoneses, y debería estar bastante lejos de la visión expresada hace sólo unos meses por el presidente Barack Obama.


Unas pocas palabras elocuentes hubieran bastado al presidente Barack Obama para estar más cerca de la obtención del premio Nobel de la Paz y convertirse, a la vez, en el héroe de los militantes del desarme y en la bestia negra de los fanáticos del programa nuclear. Cuando prometió renovar y extender los acuerdos firmados con Rusia sobre el control de las armas nucleares –conocidos bajo el nombre de Tratados de Reducción de las Armas Estratégicas (Strategic Arms Reduction Treaty, START) (1)– que disminuirían moderadamente el arsenal de los dos países, estos últimos no se sorprendieron (2). Pero esos “verdaderos creyentes” (3) se preocuparon cuando, el 5 de abril de 2009, Obama declaró en Praga: “Reduciremos el rol de las armas nucleares en nuestra estrategia de defensa nacional”. Tanto más cuanto que el Presidente acababa de iniciar el muy oficial “Balance de la posición nuclear” (Nuclear Posture Review, NPR) que se establece con la llegada de toda nueva administración. Cuando repitió esta declaración, casi con las mismas palabras, en su discurso del 23 de septiembre de 2009, ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aquellos manifestaron sus temores en cuanto a algunas cuestiones esenciales:
  • ¿La nueva doctrina implica que Estados Unidos renuncie a “golpear primero” con armas nucleares, como ya lo hicieron China e India y como lo prometió la administración Clinton en el controvertido acuerdo de 1994 con Corea del Norte (derogado, por cierto, durante la administración de George W. Bush, ver recuadro)?
  • En la eventualidad de un ataque químico o biológico, ¿Estados Unidos descarta una respuesta nuclear?
  • ¿Aceptará Obama retirar de Alemania, de aquí a cuatro años, las armas nucleares estadounidenses controladas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), tal como se lo pidió recientemente Berlín? ¿Hará lo mismo con las otras armas nucleares tácticas que permanecen en Europa?
  • Muy importante para las industrias de Defensa: ¿limitará la cantidad de bombarderos nucleares, de submarinos lanzadores de misiles Trident, de misiles balísticos intercontinentales?
  • El comité Nobel noruego explicó que había “acordado una importancia particular a la visión y a la acción de Obama a favor de un mundo sin armas nucleares”. Pero de conversaciones con funcionarios y consejeros estrechamente implicados en la NPR surge que Obama sin duda complacerá a los “verdaderos creyentes” en el texto que va a ser publicado el 1º de abril de 2010. Y esto, a pesar de las batallas encarnizadas que se libraron hasta último momento dentro de su administración y que afectan directamente la posición estadounidense en las actuales negociaciones con Moscú sobre el acuerdo START. Ya se ha convenido que el papel de las armas nucleares en la estrategia de Defensa estadounidense no será reducido de manera significativa.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos había afirmado su derecho a utilizarlas en caso de ataque convencional. En esa época, el bloque soviético gozaba de una ventaja aplastante en el escenario europeo, tanto en fuerzas armadas como en poder de fuego, y la OTAN predecía incluso una invasión irresistible de sus tropas en caso de conflicto. Un razonamiento parecido fue utilizado para justificar la amenaza de “golpear primero” en el caso de Corea del Norte.

“Candor pacifista”

Pero, para retomar el argumento del ex ministro alemán de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, “ya no hay división blindada que pueda atravesar nuestra frontera en menos de cuarenta y ocho horas. La política de golpear primero era una respuesta a una situación que cambió radicalmente”. En cuanto a Corea del Norte, su imponente ejército de ayer ya no puede medirse con las fuerzas militares de Corea del Sur, que se han desarrollado gracias a la ayuda estadounidense.
Las propuestas de renunciar a “golpear primero” son a menudo descartadas como sueños ingenuos de gente buena que no comprende nada de la dura realidad de la política internacional. Pero atenerse al principio inverso no parece más realista. Así, “si tomamos en serio la no proliferación –observa Fischer– las potencias nucleares actuales deben crear un clima de desarme capaz de frenar la aspiración de otros países de pasar al programa nuclear”. El artículo 6 del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), firmado en 1968, preveía la disminución de los arsenales existentes (especialmente los de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas), en compensación por el mantenimiento “fuera del programa nuclear” de las otras potencias. Pero el ritmo infinitesimal de reducción de los armamentos involucrados y la amenaza de “golpear primero” corren el riesgo de llevar a los Estados a no sentirse ya ligados por el tratado.
El Pentágono afirma, por ejemplo, que “las armas nucleares deben disuadir y constituir una respuesta a la utilización de armas de destrucción masiva contra Estados Unidos o sus aliados”, poniendo así “en la misma bolsa” las armas químicas, biológicas y nucleares. La Casa Blanca, por su parte, busca una formulación lo suficientemente ambigua como para sugerir una reducción del rol de las armas nucleares, como fue prometido en Praga, y al mismo tiempo dejar abiertas las puertas para el uso de la fuerza. Algunos propusieron dejar asentado que el único fin de estas armas es ejercer represalias, en caso de que sean utilizadas por otros países contra Estados Unidos o sus aliados. La elección del término “represalias” equivale aquí a una clara limitación de la acción a una respuesta.
Así pues, se propusieron varios acuerdos: el derecho a usar el arma nuclear contra un ataque convencional o químico proveniente de un país que, como Corea del Norte, viole el TNP; el remplazo de “ejercer represalias” por “responder a”, expresión que implica que un ataque podría eventualmente ser desencadenado a partir del momento en que los preparativos de una ofensiva enemiga son descubiertos.
Después del discurso de Praga, una delegación de halcones influyentes del Ministerio de Defensa japonés empezó a hacer presión sobre el Congreso y sobre el gobierno estadounidense. Advirtió que Tokio desarrollaría sus propias armas nucleares si Estados Unidos descartaba el derecho a “golpear primero” contra China y Corea del Norte o no desarrollaba lo que Japón considera fuerzas nucleares suficientes.
La delegación pidió especialmente que los misiles de crucero Tomahawk, dotados de ojivas nucleares, sigan siendo instalados. Ahora bien, está previsto detenerse en 2013: la Marina estadounidense estima suficiente la eficacia de los submarinos nucleares lanzadores de misiles Trident y de los bombarderos de largo alcance dedicados a la protección de Japón. Ocho de esos submarinos patrullan constantemente el Pacífico Norte al alcance de blancos escogidos, y siete de entre ellos están en permanente “alerta roja” con un tiempo de respuesta previsto de doce minutos.
Tanto los “verdaderos creyentes” del Pentágono como los halcones de Tokio quieren que el paraguas nuclear esté basado sobre el concepto de “disuasión extendida”, por el cual las fuerzas estadounidenses responden, por medio de las armas de este tipo, a cualquier ataque, sea llevado a cabo por vectores nucleares, químicos, biológicos o convencionales. Esta doctrina expresa una línea dura respecto de China y de Corea del Norte, defendida por el Partido Liberal Demócrata (PLD) que dirigió Japón durante las cinco últimas décadas.
La alternancia política de agosto de 2009 modifica la situación, ya que el Partido Demócrata (PD) más bien comparte el punto de vista de Obama tal como fue expresado en Praga. El ministro de Relaciones Exteriores Katsuya Okada manifestó varias veces este apoyo. En el momento de la asunción del gabinete, el 16 de septiembre de 2009, se preguntó “si los países que declaran su voluntad de utilizar las armas nucleares para ‘golpear primero’ tienen todavía el derecho de hablar de no proliferación nuclear”. El 16 de octubre, en el transcurso de un encuentro con el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, Okada formuló el deseo de discutir la cuestión. Gates evitó el tema pero, en una conferencia de prensa, expresó la necesidad de una “disuasión flexible”. El mismo día, en Kioto, Okada señaló una contradicción en la política pasada de su país. “Hasta ahora –señaló–, el gobierno japonés dijo a Estados Unidos, ‘no queremos que ustedes descarten el derecho de golpear primero porque eso debilitaría la fuerza de disuasión nuclear’. Japón no es coherente cuando llama al desarme nuclear en el mundo y a la vez exige para sí mismo el derecho a golpear primero” (4). Respondiendo a las críticas, Okada declaró que si Washington renunciaba a “golpear primero”, “eso no significa que Japón quedaría fuera del paraguas. En la desdichada eventualidad de que Japón sufriera un ataque nuclear, no descartamos una respuesta de este tipo”.

Conflictos y disidencias

Okada también escandalizó a los halcones, tanto en Tokio como en Washington, al declarar, a propósito de la amenaza de Corea del Norte, que “las armas convencionales bastan para hacer frente”, y también que sería deseable una “zona desnuclearizada en Asia del Noreste”. Por cierto, el primer ministro Yukio Htoyama se mostró más circunspecto que Okada, y no es seguro que el ministro de Relaciones Exteriores exprese la opinión de Ichiro Ozawa, el dirigente de su partido, más belicista. Divisiones profundas atraviesan esta formación y la sociedad entera. Muchos halcones, que privilegian la disuasión extendida, son también partidarios de una fuerza nuclear japonesa independiente, y se aferrarían encantados a una divergencia con la administración Obama para reforzar sus argumentos.
La mayoría de los belicistas de Washington no toman en serio ni a Okada ni a Guido Westerwelle, el ministro de Relaciones Exteriores alemán, que reclamó en varias oportunidades el retiro de armas nucleares tácticas estadounidenses de su territorio. Miran a los dos hombres como figuras políticas provisorias que tarde o temprano serán desplazadas. Morton H. Halperin, que durante la administración de William Clinton era presidente del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado, nos confió que un alto funcionario de su ministerio había desechado estas declaraciones políticas afirmando: “No es el verdadero gobierno alemán”. Una actitud similar se manifiesta a propósito de los nuevos dirigentes japoneses.
Según Hans Kristensen, de la Federación de Científicos Estadounidenses, Estados Unidos conserva de “diez a veinte” bombas nucleares B61 de caída libre en la base militar de Büchel, en el oeste de Alemania, y posee un total de ciento cincuenta a doscientos cuarenta cabezas nucleares en Alemania, en Bélgica, en los Países Bajos y en Turquía. Se espera que la NPR descarte todo retiro por dos razones: Turquía quiere conservarlas para disuadir un eventual ataque nuclear iraní, y el Pentágono sostiene que, ya que la OTAN debe revisar su estrategia el año próximo, sería “prematuro” abandonarlas unilateralmente.


Otro argumento utilizado es que el futuro acuerdo START no afectará más que a los arsenales estratégicos. Dejará, pues, una ventaja táctica a Rusia en la medida en que las evaluaciones tienen en cuenta de 500 a 1.200 armas nucleares tácticas estadounidenses, incluidas las presentes en Europa, contra alrededor de 2.000 desplegadas por Rusia. Moscú tendría hasta 6.000 en reserva. Estos equipos tienen un alcance de cuatrocientos cincuenta a seiscientos kilómetros.
En el marco del acuerdo START, el intento por parte de la administración Obama de una reducción de la cantidad de cabezas nucleares estratégicas –de 2.200 a 1.500 y 1.675 aproximadamente– decepcionó a los partidarios del desarme. En efecto, Rusia señaló que estaba lista para disminuir a mil, con el fin de reducir su presupuesto de Defensa. Además, en Washington existe desde hace tiempo un consenso sobre el hecho de que habría allí un buen nivel de seguridad. Incluso el intransigente John Deutch, que dirigió la NPR de la administración Clinton, defendió ese objetivo.
Sin embargo, para los expertos, la manera en que la “tríada” nuclear (gran cantidad de bombarderos estratégicos, de misiles superficie, tierra o agua) sea repartida importa más que la cuestión de las ojivas nucleares. Una lucha encarnizada se llevó a cabo para decidir si era necesario reducir la cantidad de bombarderos, la de los misiles balísticos intercontinentales o la de submarinos portadores de Trident, divergencias que retrasaron la definición de la NPR.
Sorprendentemente, hasta la Air Force Association, que defiende los intereses de la fuerza aérea, recomendó que los 114 bombarderos nucleares B-52 y los B-2 en servicio fueran eliminados progresivamente a favor de los misiles balísticos intercontinentales y submarinos. En efecto, estos últimos tendrían más chances de resistir un primer ataque. Esta recomendación tiene sin embargo pocas chances de ser aceptada y la cantidad de misiles balísticos intercontinentales –actualmente 450– probablemente será reducida en el marco del acuerdo START. Es posible que sólo se mantengan los trece submarinos nucleares, que llevan ochenta misiles Trident.

El fantasma coreano

La comprobación es inapelable: la política seguida por Estados Unidos con Corea del Norte simplemente no funcionó y no funcionará. Aunque los estadounidenses hayan retirado unilateralmente sus armas nucleares tácticas de Corea del Sur, siguen desplegando en el Pacífico, a tiro del ataque del Norte, misiles balísticos y aeronaves dotadas de armas nucleares sobre sus portaaviones. Ahora bien, en el marco del acuerdo de 1994 concluido con la administración de William Clinton, Pyongyang no aceptó congelar su programa nuclear sino a condición de que Washington “proporcione garantías formales sobre la ausencia de amenazas o de uso de armas nucleares” (artículo 3).
En el presente, una promesa similar, combinada con un calendario de normalización de las relaciones bilaterales, parece ser necesaria para obtener de Pyongyang un nuevo acuerdo de desnuclearización. Pero esta opción fue explícitamente rechazada por el comité del Pentágono que dirigió el “Balance de la Posición Nuclear” (Nuclear Posture Review, NPR), en alianza con la Casa Blanca. A menos que haya una intervención de último minuto del presidente Barack Obama, la NPR ratificará el postulado del Pentágono, según el cual toda restricción al principio de “golpear primero” de las armas nucleares privaría a los generales estadounidenses de la posibilidad de actuar por sorpresa para evitar una eventual utilización de armas químicas por Pyongyang. Conocidas bajo el nombre de “Bailarín ágil”, las maniobras del ejército estadounidense en Corea del Sur prevén explícitamente, en ese caso, bombardeos nucleares.
El comité de la NPR rechazó los contraargumentos desarrollados tanto por el ex secretario de Defensa William Perry como por un comité de expertos cuidadosamente seleccionados de la Brookings Institution. Perry declaró que “Estados Unidos podría responder de manera devastadora a un ataque químico sin utilizar armas nucleares”. El comité de expertos concluyó por su parte que “los sitios de producción y de almacenamiento tanto como los vehículos de entrega de las armas químicas “podrían ser destruidos de manera preventiva” por armas convencionales en la eventualidad de una guerra con Corea del Norte. Además, en la hipótesis según la cual las armas químicas o biológicas resistieran a estos embates, “ataques convencionales masivos contra blancos militares podrían limitar el alcance de los ataques químicos y biológicos sin recurrir a las armas nucleares”. ♦
Los miembros del Congreso aliados a los “verdaderos creyentes” del Pentágono están descontentos con las reducciones previstas. Amenazaron con retrasar la ratificación del acuerdo START si el proyecto de ley de “modernización” de las armas nucleares estadounidenses no los satisface. La administración Bush había elevado en vano un programa controvertido, llamado Programa Confiable de Remplazo de Ojivas, cuyo objetivo era renovar el arsenal de Estados Unidos. Obama propone simplemente renovar las armas existentes (Stockpile Stewardship and Management Program). Pero los cuarenta senadores republicanos, más el senador independiente Joseph Lieberman, le enviaron una carta el 17 de diciembre de 2009: “No creemos que las nuevas reducciones previstas por el programa START puedan ser de interés para la seguridad nacional de Estados Unidos, en ausencia de un programa significativo de modernización de nuestra fuerza de disuasión nuclear”. Pidieron especialmente una renovación rápida de las ojivas nucleares B-61 y W-76.
La muy respetada Asociación para el Control de Armamentos anunció que el Strategic Command (Stratcom), órgano de control militar de las armas nucleares, y la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA) “insisten sobre la capacidad de crear nuevas ojivas”. El año último, desde la NNSA se filtró un plan destinado a desarrollar la capacidad de fabricación de plutonio, dentro de las instalaciones de Los Álamos (Nuevo México), Oak Ridge (Tennessee) y Kansas City (Missouri). La NNSA busca el apoyo del Congreso para poner en práctica este programa que, si es llevado a término, permitiría a Estados Unidos cuadruplicar su producción anual, de veinte a ochenta unidades.
Hasta ahora, el plan de la NNSA no fue sometido a consideración del Congreso, pero el simple hecho de que exista da una idea de la importancia de los intereses que Obama tendría que enfrentar si intentara concretar su visión de desarme nuclear. El presidente parece haber subestimado en gran medida a sus enemigos dentro del complejo militar-industrial, como lo hizo con el complejo farmacéutico-seguro médico y con los bancos. No solamente conservó a Gates como secretario de Defensa, sino que no nombró a civiles favorables a sus tesis para puestos claves del Pentágono, abandonando la NPR a los halcones. Mantuvo en su puesto al director de la NNSA, proveniente de la administración Bush, así como a todo el personal responsable del plan de cuadruplicar la capacidad de producción de plutonio. En la Casa Blanca, el mejor abogado del desarme nuclear entre sus consejeros, Ivo Daalder, fue relegado con la aprobación presidencial a un empleo tranquilo dentro de la OTAN, con el fin de dejar la vía libre a los miembros de la seguridad nacional que gozan de los favores del Pentágono.
A partir del momento en que Obama comenzó a multiplicar las declaraciones sobre la necesidad de “mantener una disuasión fuerte durante el tiempo que exista el arma nuclear”, perdió la batalla del desarme nuclear en beneficio del belicoso general Kevin Chilton, comandante de la Stratcom. El 11 de noviembre de 2009, este oficial predijo que Estados Unidos dentro de cuarenta años todavía tendría necesidad de armas nucleares. El 15 de diciembre de 2009, en Omaha (Nebraska), durante una conferencia organizada por el programa de información nuclear, con el apoyo financiero de la Stratcom, en la cual participaban 105 expertos militares y especialistas en el control de armamentos, fue más claro al asegurar: “Necesitaremos armas nucleares mientras Estados Unidos exista”. ♦

Trágico y grotesco

Nuclear Weapons: At what cost?
Ben Cramer
Bureau International de la Paix, Ginebra, 2009. 170 páginas, 25 francos suizos.
Cuando un juez, un abogado o un policía dice a un acusado “esto le va a costar caro”, no está hablando en realidad de precios sino del valor negativo (en privación de libertad) que la ley atribuye al crimen o al delito. Habla, pues, en términos de valor de la libertad. Como se sabe, ésta no tiene precio. Se supone que el arma nuclear asegura la supervivencia de los Estados y, aunque cueste cara financieramente, su precio es tolerable para un valor infinito: la existencia de la nación. Ben Cramer desbarata esta afirmación en un pequeño libro publicado en inglés.
El costo del arma nuclear debe ser estimado en aspectos no calculables en euros, pero que son, sin embargo, físicos y morales, y hasta políticos y sociales y, por lo tanto, evaluables positiva o negativamente. Cramer describe el daño causado al medio ambiente, a la democracia, a la salud de los ciudadanos –incluida la salud mental–, a la cooperación internacional y finalmente a nuestros valores fundamentales.
En el contexto actual de crisis, el arsenal nuclear, que data de la Guerra Fría, debe también ser reexaminado desde el punto de vista estratégico. El ciclo de la “disuasión” como garantía paradojal de la paz se terminó a partir del fin de la Unión Soviética. Quizás evitó la tercera guerra mundial, pero en la actualidad ese arsenal hace pesar sobre los Estados más pobres, sin el fair-play de la reciprocidad, una amenaza a la vez grotesca y trágica.
Grotesca, porque una salva nuclear comporta repercusiones no controlables sobre el medio ambiente y porque el blanco preciso no suprime el deambular impreciso de la nube atómica. Trágica, pues se vuelve a hablar del derecho a “golpear primero” de esta arma de destrucción masiva. Mantener las fuerzas nucleares en el mundo costaba todavía 145 millones de dólares por día en 2007-2008, en Estados Unidos; 18 millones en Rusia; 12,4 millones en China; 12,3 en Francia; 8,4 en India; 4,2 en Israel. Según el autor, todo esto justifica su reconsideración y desmantelamiento a cualquier precio. ♦
Alain Joxe
(1) Los acuerdos START 1 seguidos de START 2 fueron firmados a principios de los años noventa. Preveían una reducción sustancial de los arsenales estratégicos de las dos superpotencias.
(2) Olivier Zajec, “Paridad estratégica en juego”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2008.
(3) “True Believers”: alusión al concepto elaborado por el movimiento llamado del “escepticismo científico”, que analiza los mecanismos cognitivos “disonantes” de la creencia irracional en fenómenos paranormales y el hecho de no aceptar ni argumentos ni hechos que contradigan esta fe.
(4) Masa Takubo, “The role of nuclear weapons: Japan, the US, and ‘Sole Purpose’”, Arms Control Today, noviembre de 2009.

*Director del Programa Asia en el Center for International Policy, Washington.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/armas-nucleares-por-siempre