10 oct. 2010


Irán y Rusia, entre la cooperación y las tensiones

por Jacques Lévesque
El 9 de junio pasado doce de los quince miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobaron una resolución que prevé nuevas sanciones contra Irán; Turquía y Brasil votaron en contra. Aunque la medida punitiva tendrá pocos efectos concretos, habilita el camino a sanciones unilaterales decididas por Europa y Estados Unidos y, a la vez, plantea un serio desafío para la alianza entre Teherán y Moscú.
En las relaciones ruso-iraníes persiste la ambigüedad. Poco después de la presentación del proyecto estadounidense de sanciones ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad señalaba: “Nuestro pueblo ya no sabe si los rusos son nuestros amigos”. No obstante John Bolton –ex embajador de Estados Unidos ante Naciones Unidas– consideraba que Barack Obama, luego de desistir en la instalación de un escudo antimisiles en Polonia y República Checa y en la oposición a la ocupación de una parte de Georgia por tropas rusas, no había obtenido de Moscú, respecto de la cuestión iraní, más que su predecesor George W. Bush.
Sin embargo, dos hechos deberían mostrar claramente la dirección que toman las relaciones entre Rusia e Irán. Primero, la puesta en funcionamiento de la central nuclear de Bushehr (en el sudoeste iraní) varias veces postergada por Moscú con el fin de presionar a Teherán para que cumpla con las demandas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). En efecto, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, anunció en Moscú, el 18 de marzo pasado, que esta central comenzaría a funcionar en el verano boreal (1); la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton, entonces presente, se mostró irritada. Segundo, el suministro de los misiles antiaéreos S-300 de corto alcance comprados por Irán; un contrato de ochocientos millones de dólares celebrado en diciembre de 2007. Su entrega fue desde entonces demorada por insistencia de Washington. La posesión de tales misiles por parte de Teherán complicaría y volvería claramente más costosos los eventuales bombardeos israelíes; ahora bien, a diferencia de otros armamentos, éstos escapan a las sanciones, gracias a la insistencia de Rusia. Sin embargo, funcionarios del Departamento de Estado estadounidense están convencidos de que Moscú seguirá “dando muestras de discreción” (2) y que dichos misiles no serán entregados. ¿Se los escuchará?

Mutua desconfianza

Antes incluso de la presentación del proyecto de sanciones, la desconfianza iraní respecto de Moscú se percibía en la mayoría de los interlocutores de Le Monde diplomatique. Esta actitud estaba acompañada en algunos casos por un viejo desprecio por los rusos, ya que el sentimiento de superioridad heredado de la gran civilización persa sigue presente. Un especialista en cuestiones rusas a quien las autoridades le habían encargado crear una sociedad de amistad ruso-iraní, confiesa su fracaso y lo atribuye a una total falta de interés por Rusia, tanto en los sectores intelectuales como populares. “¿Qué podemos aprender de este país, ya sea en el plano económico y tecnológico o en el plano cultural? –señala–.
Cuando uno se aleja unas decenas de kilómetros de Moscú, se ve que el Tercer Mundo está allá, y no aquí. Tenemos mucho más en común con los países de Europa.” Así, este investigador explica la actual alianza entre Irán y Rusia sólo por la hostilidad de Estados Unidos y sus aliados respecto de la República Islámica.
Otros manifiestan ser “muy conscientes de que Irán es sólo una carta en el juego político de Moscú con Washington”, y están convencidos de que los partidarios de una estrecha relación política con el Kremlin son minoría en las más altas esferas del poder iraní.
Un ex viceministro de Relaciones Exteriores se muestra más indulgente: “Entendemos que [Rusia] esté obligada a transigir con Estados Unidos y debemos evaluar prudentemente, en cada oportunidad, las consecuencias para nosotros”. Recuerda que el deseo iraní de pasar del estatuto de observador al de miembro pleno de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) (3) fue, desde luego, rechazado tanto por Rusia como por China con el fin de contener las susceptibilidades de Washington, pero “en los hechos, Irán es tratado allí como un miembro pleno y participa de todas las consultas en el seno de la Organización”; el presidente Ahmadinejad, sin embargo, no asistió a la cumbre del 10 y 11 de junio celebrada en Tashkent (Uzbekistán), para protestar contra el voto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. No obstante, señalando el nivel de cooperación entre Moscú y Teherán tanto en el Asia Central postsoviética como en la ex Transcaucasia, el ex ministro expresa su confianza en el futuro: “Con el fortalecimiento de la influencia de Irán en Medio Oriente, Rusia nos apreciará y respetará más. Comprobará que nuestra influencia se ejercerá en detrimento de los intereses de Estados Unidos, y no de los suyos”.
La intransigencia de las autoridades iraníes en la cuestión nuclear despierta irritación y preocupación en Moscú. Algunos investigadores ven en Irán una carga de la que habría que desprenderse, y preconizan –sin creerlo– sanciones draconianas en su contra. Otros, más numerosos, sin expresar una particular simpatía por la República Islámica, se preocupan de que Rusia participe en la elaboración de nuevas medidas de represalias. Al igual que Fedor Lukyanov, jefe de redacción de la revista internacional Russia in Global Affairs, temen que “entre sanciones ineficaces y sanciones que no conducen al resultado buscado, Rusia se encierre en un proceso que lleve a legitimar el uso de la fuerza militar”. Cualesquiera sean sus posiciones, los dirigentes políticos y los analistas temen las consecuencias catastróficas que semejante salida podría tener en las regiones del mundo musulmán que lindan con Rusia, y las repercusiones incluso en su territorio. Además, las autoridades rusas, abogando ante sus pares iraníes para que cedan a los reclamos de la AIEA, justifican la aceptación de las sanciones presentándolas como un medio para impedir el recurso a la fuerza militar.
Desde abril pasado, tanto en Moscú como en Washington se sabía que dichas sanciones no serían “paralizantes”, como había pretendido Hillary Clinton: la moderada posición rusa encontraba apoyo en China que, a pesar de su inicial rechazo a participar en las negociaciones con los demás miembros permanentes del Consejo de Seguridad, finalmente había aceptado sumarse a ellas.
Alexandre Choumiline, director de un centro de estudios sobre Medio Oriente de la Academia de Ciencias de Moscú, está absolutamente seguro de que el fracaso previsible de las sanciones para hacer que Irán ceda conducirá a “bombardeos israelíes sobre sus instalaciones nucleares a más tardar antes de fines de octubre, y que Obama nada podrá hacer para impedirlos”. Al igual que otros analistas rusos, asegura que Irán es “uno de los asuntos tratados personalmente por Vladimir Putin” y “sobre el cual se reserva todas las decisiones”. Señala que a lo largo de los últimos meses, el presidente Dimitri Medvedev anunció públicamente en varias oportunidades que las sanciones serían inevitables, mientras que el primer ministro Putin sólo se refirió a ello una sola vez, y de manera mucho más ambigua.
En efecto, Putin desea un mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos, sin que implique pagar el precio más alto. Según su visión, si actualmente Washington respeta los intereses rusos en el antiguo espacio soviético no se debe a la buena voluntad de la administración Obama sino a la batalla encarnizada librada por Rusia durante años, y que particularmente hizo fracasar la extensión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a Georgia y Ucrania. Varios comentaristas cercanos a Putin afirman, con cierta arrogancia, que Estados Unidos, enredado en Afganistán e Irán, necesita más de Rusia que viceversa. Aunque deseable, el mejoramiento de las relaciones entre Moscú y Washington debería realizarse pues con cuentagotas: no se trata de repetir la apertura en todos los frentes hecha en 2001 al presidente Bush, luego del 11 de septiembre, y tan mal recompensada…

Los nuevos “aguafiestas”

La resolución del 9 de junio refleja este acercamiento: las sanciones van aun más lejos que las anteriores –lo suficiente como para irritar seriamente a Teherán–, pero distan mucho de lo que deseaba Washington. El 27 de mayo, Mijail Margelov, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales en la Cámara Alta de la Asamblea Federal Rusa, señalaba que “las nuevas sanciones contra Irán no afectarían el comercio ni los acuerdos económicos” entre Rusia e Irán (4). En 2008, las exportaciones de Rusia a Irán ascendían a 3.340 millones de dólares, es decir, un poco menos del 1% del total de sus exportaciones, y la venta de armas apenas representaba 14 millones de dólares (veinte veces menos que el año anterior). Sin embargo, Irán es el primer socio económico de Rusia en Medio Oriente. Juntos poseen alrededor de la mitad de las reservas mundiales de gas. Además de las inversiones de Gazprom en Irán, por ahora poco importantes, Moscú desea mantener una concertación con sus dirigentes para tratar de regular un mercado petrolero cambiante.
La presentación ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de la nueva resolución sobre las sanciones se vio precipitada por un golpe de efecto inesperado: el acuerdo logrado con gran esfuerzo el 16 de mayo pasado, luego de dieciocho horas de arduas negociaciones, por Ahmadinejad con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan. Este acuerdo coincide casi exactamente con lo que Estados Unidos y sus aliados habían propuesto en octubre de 2009, pero que hoy consideran superado: un intercambio simultáneo, en el territorio turco, de 1.200 kilogramos de uranio iraní levemente enriquecido por 120 kilos de combustible enriquecido al 20% para el reactor de investigación con fines médicos de Teherán; el proyecto de la AIEA de octubre de 2009 preveía que Teherán enviaría su uranio a Rusia, y que, más tarde, se enviarían a Irán 120 kilos de mineral tratado y enriquecido. Ese “más tarde” preocupaba a la República Islámica que temía ser engañada.
El malestar de Washington salta a la vista: los tradicionales “aguafiestas” que intervenían en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para presentar objeciones contra cualquier nueva medida coercitiva respecto de Irán –Rusia y China– son hoy reemplazados por Brasil y Turquía, miembros de este Consejo. Lula da Silva goza de una excelente reputación no sólo en el Tercer Mundo, sino también en el mundo occidental. Y Turquía, otro Estado democrático, pertenece además a la OTAN. El voto negativo de estas dos potencias regionales afecta la legitimidad con que la administración Obama quería arropar las sanciones.
Rusia y China se muestran casi igual de molestas, ya que ambas se consideran amigas de Irán. Durante meses, Moscú trató de negociar un acuerdo con Teherán presentándose en la escena internacional como un mediador ineludible. Resulta significativo que Irán haya preferido, antes que a su “imperioso y exigente amigo”, a Brasil y Turquía, a los que les debe mucho menos, tanto en el plano económico como político.
Además, temiendo una marcha atrás de Moscú y Pekín sobre las sanciones negociadas con dureza, Washington presentó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la resolución apenas unas horas después de que el presidente Medvedev declarara públicamente que era necesario analizar seriamente el acuerdo tripartito y que Serguei Lavrov, actual ministro de Relaciones Exteriores ruso, lamentara que tal compromiso no se hubiera celebrado antes. Rusia y China dieron señales de descontento y durante varios días los occidentales temieron que dilataran la cuestión. Si finalmente renunciaron a ello, fue porque su irritación respecto de Irán sigue siendo fuerte. 


1 Recordemos que a pedido de Moscú, Irán aceptó el regreso a Rusia –bajo el control de la AIEA– de todo el uranio enriquecido que le será provisto para esta central, después de su utilización.
2 The New York Times y The Washington Times, 21-5-10.
3 Creada en 2001, sus miembros son Rusia, China, Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán. Irán, India, Mongolia y Pakistán son observadores.
4 RIA Novosti, Moscú, 27-5-10.
*Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Quebec, Montreal.

Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/iran-y-rusia-entre-la-cooperacion-y-las-tensiones