25 oct. 2010


Neoliberalismo obligatorio

por Ignacio Ramonet
Tras el ataque masivo de keynesianismo que el estallido de la crisis impulsó en 2008, y que sirvió para que los gobiernos salvaran a la banca de la quiebra, la banca se vuelve ahora contra sus salvadores y les impone las recetas neoliberales que el capital financiero no aplicó consigo mismo.
“Inclina la cerviz, altivo sicambro; adora lo que quemaste y quema lo que adoraste”, ordenó el obispo Remigio al bárbaro Clodoveo cuando tuvo este último que convertirse al cristianismo para ser rey de Francia. Y eso mismo parecen haberle exigido al social-demócrata José Luis Rodríguez Zapatero los jefes de Gobierno del Eurogrupo, en Bruselas, el 7 de mayo pasado, cuando se sumaron al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a los mercados financieros para obligarle a renegar de toda veleidad social y a convertirse en el acto al credo neoliberal.
Apenas cinco días después, con el fanatismo de los conversos (mas con pretendido “desgarro interior”), el presidente del Gobierno –que afirmaba, en 2004, “gobernaré para los más débiles”, y reiteraba, en 2008, “gobernaré pensando en los que no tienen de todo”– anunciaba un plan de ajuste terriblemente impopular. Cinco millones de pensionistas, tres millones de funcionarios, cientos de miles de ancianos necesitados de asistencia y medio millón de nuevos padres de 2011 padecerán las consecuencias del brutal recorte.
Al mismo tiempo, otros jefes de Gobierno social-demócratas, en Grecia y en Portugal, se veían también forzados a ir a Canosa, a retractarse y humillarse, y a acatar las tesis ultraliberales que hasta entonces, en principio, habían combatido.
Insólito cambio. Porque hace menos de dos años, después de la quiebra del banco Lehman Brothers en Estados Unidos, los partidarios del neoliberalismo estaban derrumbados y a la defensiva. Ellos eran quienes renegaban entonces. La “crisis del siglo” parecía demostrar el fracaso de su ideología de la desregulación, y la necesidad de recurrir de nuevo al Estado para salvar la economía y preservar la cohesión de la sociedad.
Los gobiernos, incluso los de derecha, recobraban su función de actores primordiales del área económica; nacionalizaban entidades financieras y empresas estratégicas, inyectaban masivamente liquidez en el sistema bancario, multiplicaban los planes de estímulo... Tanto gobernantes como economistas se felicitaban por esas decisiones, que correspondían a las lecciones sacadas de la crisis de 1929, cuando se demostró que las políticas de deflación, de austeridad y de restricción del crédito condujeron a la Gran Depresión.
Por eso, en el otoño boreal de 2008 todo el mundo anunció el “regreso a Keynes”. Estados Unidos lanzó un plan de rescate de los bancos de 700.000 millones de dólares, seguido de otro de 800.000 millones de dólares.
Los Veintisiete de la Unión Europea (UE) se pusieron de acuerdo para un paquete de estímulo de 400.000 millones de euros. Y el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, constatando, en noviembre de 2008, que “los tres años consecutivos de superávit presupuestario nos permiten ahora incurrir en déficit sin poner en riesgo la credibilidad de las finanzas públicas”, anunció un ambicioso Plan de Estímulo a la Economía y al Empleo de 93.000 millones de euros.
Además, en varias Cumbres del G-20, los dirigentes de los Estados más poderosos decidían terminar con los paraísos fiscales, controlar los fondos de alto riesgo (hedge funds) y sancionar los abusos de los especuladores causantes de la crisis. José Manuel Durão Barroso, presidente de la Comisión Europea, declaraba: “Las autoridades políticas no toleraremos nunca más que los especuladores vuelvan a levantar cabeza y nos arrastren a la situación anterior”.

Retorno al pasado

Y sin embargo, hemos vuelto a la situación anterior. De nuevo los mercados y los especuladores tienen la sartén por el mango. Y las autoridades políticas se arrodillan. ¿Qué ha ocurrido? El peso de la deuda soberana consentida por los Estados para salvar a los bancos (1) ha servido de pretexto para un espectacular cambio de situación. Sin el mínimo reparo, los mercados y la especulación financiera, apoyados por las agencias de calificación (totalmente desacreditadas hace apenas unos meses), atacan directamente, en el seno de la UE, a los Estados endeudados, acusados ahora de vivir por encima de sus posibilidades (ver Rivas, pág. 18). El objetivo principal es el euro. The Wall Street Journal (2) reveló que un grupo de importantes responsables estadounidenses de hedge funds, reunidos el 8 de febrero en un hotel de Manhattan, habrían decidido aliarse para hacer bajar la moneda única europea a 1 euro por 1 dólar. En aquel momento el euro valía 1,37 dólares; hoy ya sólo vale 1,22 y sigue amenazado...
Los mercados quieren su revancha. Y reclaman, con más vigor que nunca, en nombre de la “indispensable austeridad”, el desmantelamiento de la protección social y la drástica reducción de los servicios públicos. Los gobiernos más neoliberales aprovechan para exigir mayor “integración europea”, en cuyo nombre tratan de forzar la adopción de dos instrumentos que no existen: un gobierno económico de la Unión y una política fiscal común. Con el apoyo del FMI, Alemania ha impuesto planes de ajuste a todos los miembros de la UE (Grecia, Portugal, España, Italia, Francia, Reino Unido, Rumania, Hungría, etc.), cuyos gobiernos, de pronto obcecados por la reducción del gasto público, han acatado sin rechistar. Aunque ello amenace a Europa de caer en una profunda depresión.
En la misma línea, Bruselas desea sancionar a los países que no respeten el Pacto de Estabilidad (3). Berlín pretende ir más lejos y añadir una sanción altamente política: la suspensión del derecho de voto en el Consejo Europeo. Con un claro objetivo: ningún gobierno debe salirse del carril neoliberal.
En el fondo, ése es el saldo político de la actual crisis de la deuda soberana: no parece quedar espacio, en el seno de la UE, para ninguna opción de progreso. ¿Admitirán los ciudadanos semejante regresión? ¿Puede aceptarse que quede descartada cualquier solución democrática de izquierda de impulso al avance social?


1 Un informe de la Comisión Europea señala que el total de fondos comprometidos para los bancos asciende a 3,3 billones de euros, o sea ¡el 28% del PIB de la UE! Véase El País, Madrid, 20 de junio de 2010.
2 The Wall Street Journal, Nueva York, 26 de febrero de 2010 (http://online.wsj.com/article/SB1000142405274870379500457508774184807439...).
3 Adoptado en 1997 y que limita al 3% del PIB el déficit público.
*Director de Le Monde diplomatique, edición
española.

Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/neoliberalismo-obligatorio