En el corazón de un giro planetario
Por André Bellon
Debilitamiento del mundo unipolar
Aquello que algo apresuradamente resumieron con la palabra
“globalización” o el término muy ideológico de “mundialización” fue en
realidad mucho más contradictorio de lo que creen sus chantres. Éstos
quisieron imponer una lectura apologética de la historia contemporánea,
olvidando o despreciando el pasado, ignorando las líneas de oposición
que afectaban el período, minimizando o presentando como arcaico
cualquier cuestionamiento al nuevo orden.
Sin embargo, otra interpretación es posible. Robert Bonnaud, analista
de los giros históricos, explica: “Durante el siglo XX, la historia se
descentró, se desoccidentalizó. La expansión e incluso la innovación
estaban mucho mejor distribuidas. Estaban... porque a partir los años 70
y 80, la situación evolucionó en sentido inverso… ¿Se trata, para las
tres cuartas partes de la humanidad, del fin de la historia?” (1). De
hecho, la invención del discurso sobre la globalización tuvo como
principal función legitimar la dominación financiera occidental, bajo el
manto de un amable y natural mundialismo.
Un doble desconocimiento se encuentra en el corazón de este discurso:
por un lado, la actual globalidad no es en esencia sino la globalidad
muy coyuntural de las cuestiones financieras; por el otro, la unidad
planetaria de los fenómenos históricos no es una novedad. Hace ya un
siglo y medio, el historiador y filósofo francoitaliano Joseph Ferrari
escribía: “En mi Historia de las revoluciones de Italia, mostré cómo los
más diversos Estados iban por el mismo camino, sin saberlo… (Intento
confirmar) estas generalizaciones explicando el mundo a través de China”
(2). Toda época sería así una suerte de mundialización o, más
precisamente, de mundialidad. La única cuestión sería saber entonces
cuáles son los fenómenos mundiales dominantes, y a quiénes benefician.
De un modo bastante iconoclasta, el Centro Nacional de Investigación
Científica (CNRS) planteó en 2008 la cuestión central: “¿La
mundialización es un factor de paz? Algunas conclusiones explican tanto
las actuales relaciones como los conflictos pasados: “Cuanto más
abiertos son los países al comercio internacional, mayor es su
conflictividad. El comercio bilateral entre dos países disminuye la
probabilidad de una futura guerra entre esos dos países. El comercio
total multilateral entre esos dos países y el resto del mundo aumenta la
probabilidad de una futura guerra entre ellos. No existe una relación
clara y evidente entre comercio mundial y prevalencia de conflictos
(1870-2001)” (3).
El debilitamiento del mundo unipolar a fines del siglo pasado y la
aparición en la escena comercial de nuevos países demográficamente
dinámicos (Brasil, China, India, Sudáfrica…) acentúan hoy los
enfrentamientos tanto más cuanto que el neoliberalismo transforma los
bienes esenciales en recursos escasos: agua, tierras cultivables,
hidrocarburos, etc.
Desde luego, la solidez y la preeminencia de los intereses
occidentales pudieron alimentar las ilusiones respecto de un relativo
equilibrio del mundo. Los intercambios transatlánticos continúan siendo
el principal motor de las relaciones comerciales internacionales, y la
potencia estadounidense parece garantizar cierta estabilidad. Pero el
mundo unipolar surgido de los años 90 reveló contradicciones hasta
entonces ocultas.
Los sucesivos planes de reactivación pusieron en evidencia la
inestabilidad de la economía estadounidense. Desde 2003 y su
intervención en Irak, Estados Unidos, debilitado, vive el fracaso del
hard power militar. Los recursos presupuestarios ya no pueden responder a
la situación y las mismas fuerzas armadas sufren una suerte de crisis;
el equipamiento de la US Air Force, la Navy y los marines es cada vez
más viejo y el costo de mantenimiento más alto. Aparentemente, la
“política del garrote” ha dejado de ser realista, aun cuando no haya que
descartar una intervención en Irán, ya sea directa o a través de
Israel; además, los regímenes que servían de relevos locales, como el de
Egipto o Argelia, parecen debilitarse.
La tradicional alianza transatlántica parece profundamente sacudida, e
incluso el comercio, garante teórico de buenas relaciones, está
decayendo. Así, el Consejo Económico y Social francés comprueba: “Las
diferencias comerciales que enfrentan en particular a Estados Unidos con
la Unión Europea se caracterizan cada vez más por la no implementación
de las decisiones arbitrales del órgano de resolución de diferendos de
la Organización Mundial del Comercio” (4). Lo que lleva a preguntarse
por una armonía hasta entonces presentada como históricamente evidente.
“Estados Unidos y Europa, ¿pertenecen hoy a dos mundos diferentes? El
debate sobre el vínculo transatlántico suele derivar en un debate sobre
la perennidad de la comunidad de valores entre ambos continentes” (5),
observaba en 2005 Axel Poniatowski en un informe de la Comisión de
Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional” (6).
Europa misma, pese al gran avance en el crecimiento de su mercado
único, es objeto de fuerzas centrífugas. Si bien un aumento muy sensible
del comercio interior acompañó la formación de la Unión hasta 1990, el
crecimiento del comercio intracomunitario es actualmente, a pesar de su
ampliación a 27 miembros, menos sostenido que el de las exportaciones
destinadas a países que no forman parte de la Unión Europea. Incluso el
comercio en el seno de la zona euro disminuyó notablemente (7).
Paralelamente, las relaciones políticas internas en la Unión
cambiaron profundamente. Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la
ampliación de la Unión en 2004 a países de Europa del Este, Alemania se
encuentra en el centro geoestratégico del Viejo Continente. Símbolo de
su importancia: integra el grupo de contacto sobre la cuestión nuclear
en Irán (8). La Corte Constitucional alemana de Karlsruhe le dio a esta
situación un sentido jurídico al aceptar el Tratado de Lisboa,
reservándose medidas destinadas a “asegurar la efectividad del derecho
de voto y preservar la autodeterminación democrática” (9), afirmando a
la vez la existencia y la perennidad del pueblo alemán, así como la
inexistencia del pueblo europeo.
La Unión Europea vive de hecho entre una aparente profundización de
su cohesión y el desarrollo de sus contradicciones internas. Así, en el
mismo momento en que los dirigentes europeos fuerzan el nacimiento de un
Tratado de Lisboa –hijo de los años 90–, Joschka Fischer, ex ministro
alemán de Relaciones Exteriores, anuncia el final de época declarando:
“Hoy ya no introduciríamos el euro. Nos volvimos gaullistas... Vemos
cada vez más a Europa como un medio, no como un proyecto” (10).
Todos estos acontecimientos permiten percibir reequilibrios y pensar
que la Unión Europea, un duopolio Estados Unidos / China y una
transformación del G8 en G20 posibilitarán gestionar el mundo sin
cuestionar la “buena gobernanza”. Pero el mundo se encuentra a la vez en
un intento por mantener esta estabilidad y en una dispersión que la
contradice.
Un rompecabezas de alianzas de geometría variable caracteriza la
oscilación entre un antiguo equilibrio y otro en construcción. Frente a
la globalización financiera, regresan las estrategias nacionales, un
patriotismo económico y social como en Alemania o Rusia, e incluso una
dimensión más contestataria del orden global en América Latina.
Los grupos de Estados ligados por acuerdos oficiales se multiplican:
paralelamente a la Unión Europea, se celebraron el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), el Mercado Común del Sur
(MERCOSUR), la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN).
China es hoy el primer socio comercial de Japón, y este último realiza
la mitad de sus intercambios externos con la región que se extiende de
Corea del Sur y China a Australia. Al mismo tiempo, el grupo compuesto
por Brasil, Rusia, India y China (BRIC) reivindica oficialmente un nuevo
equilibrio internacional; se estima que “su peso total en la economía
aumentará del 10% en 2004 a más del 20% en 2025” (11).
Estas nuevas solidaridades sostienen y critican a la vez el orden
dominante, tal como lo muestran los fracasos de la Ronda de Doha sobre
el comercio y la Cumbre de Copenhague sobre el clima. De manera más
radical, surgen nacionalismos económicos que se oponen a este mismo
orden. Así, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) (12) exhibe,
desde luego, objetivos económicos, pero adquiere un aspecto muy
político organizando ejercicios militares ruso-chinos que simulan lo que
se parece a un desembarco en Taiwán.
En otro continente, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA) agrupa a países de América Latina y el Caribe que
se oponen a la tradicional dominación estadounidense. Afirmando el
principio de la soberanía popular, cuestionan la dominación del dólar
con la creación del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE),
moneda común adoptada el 16 de abril de 2009. El nacimiento de la Unión
de Naciones Suramericanas (UNASUR) marcó en particular la toma de
autonomía de Brasil.
En el nuevo “mundo multipolar”, los mismos actores pueden ser a la
vez aliados y opositores. Así, Rusia y China –ambos miembros del BRIC y
el Grupo de Shangai– aceptan el discurso antiterrorista de Washington…
manteniendo lazos con Teherán. Pekín, que garantiza el dólar con sus
compras de bonos del Tesoro estadounidense, menciona reiteradamente la
posibilidad de una moneda asiática, y la vinculación del yuan al dólar.
Brasilia mantiene buenas relaciones con Washington, pero también con La
Habana, y apoya el acceso de Teherán a la energía nuclear para uso
civil. Luchando en su país contra la jerarquía católica, en nombre de la
laicidad, el presidente venezolano Hugo Chávez expresa su apoyo al
régimen teocrático de Mahmud Ahmadineyad. Gran amigo del jefe de Estado
Luiz Inácio Lula da Silva, el boliviano Evo Morales cuestiona el papel
del G20… en el cual Brasil desempeña un rol importante.
Tratando de reaccionar contra la voluntad de emancipación, las
fuerzas conservadoras apoyan el golpe de Estado en Honduras, amenazan a
Venezuela o se alegran del retorno de la derecha en Chile. Las ilusiones
se multiplican respecto de una mundialización más moral, más social o
ecológica y más equilibrada. Si bien el orden existente dispone de
medios para perdurar, la crisis ideológica del mundialismo y su
epicentro Estados Unidos debilitan la confianza de la que aún goza; la
crisis financiera desatada en 2008 lo ha demostrado.
Las alianzas nuevas o potenciales que reflejan la búsqueda de un
nuevo paradigma son demasiadas como para que se las pueda considerar
marginales. El historiador y cronista William Pfaff, especialista en
política exterior estadounidense, establece un paralelo entre el triunfo
de la oposición socialdemócrata en Japón, la elección de Obama en
Estados Unidos y el debate desarrollado en el Reino Unido sobre el
futuro de las relaciones transatlánticas (13). A esta lista pueden
sumarse muchos posicionamientos nuevos tales como la evolución de la
diplomacia alemana, los nuevos contactos entre Rusia y Polonia, las
reorientaciones estratégicas de Turquía (14)… Así se perfila, según
Joseph Ferrari, una nueva mundialidad, es decir, un vínculo objetivo
entre actores aparentemente dispersos.
1 Robert Bonnaud, Y a-t-il des tournants historiques mondiaux?, Kimé, París, 1992.
2 Joseph Ferrari, La Chine et l’Europe. Leur histoire et leurs traditions comparées, Librairie académique, París,1867.
3 CNRS, Instituto de Ciencias Humanas y Sociales, 14-4-08.
4 Consejo Económico y Social, Dictamen del 24 de marzo de 2004 a partir del informe de Michel Frank, París.
5 El abandono del escudo antimisiles puede analizarse también como un interés menos prioritario de Estados Unidos respecto de Europa.
6 Informe 2.567 del 11-10-05.
7 La parte del comercio exterior intrarregional de los 15 representó hasta el 66% en 1990; era del 61% en 2004. Dentro de la zona euro, este indicador pasó del 55% en 1990 al 51% en 2004.
8 Este grupo está integrado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, todos ellos potencias nucleares, más Alemania.
9 Fallo del 30 de junio de 2009 sobre la constitucionalidad del Tratado de Lisboa.
10 Citado por Arnaud Leparmentier en Le Monde, 16-7-09.
11 “BRIC II et la croissance Big-Bang”, Rediff.com, 10-11-04.
12 La OCS, también llamada Pacto de Shangai, agrupa a Rusia, China y varios países de Asia Central.
13 “Notes sur une tentative de révolte”, 5-9-09, www.dedefensa.org.
14 Wendy Kristianasen, “El mundo visto desde Ankara”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2010.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/en-el-coraz%C3%B3n-de-un-giro-planetario