12 jul. 2010

La tierra del tio SAM, al parecer se acabo el Sueño Norteamericano PLOP “una sociedad democrática, que les da una oportunidad a todos”, pues “parte de la población está excluida de la educación”.

EE.UU. Colegios de la Comunidad

Por Dominique Godrèche
Profesionales en medio de la crisis

De paso por París el 5 de julio de 2009 Jill Biden, esposa del vicepresidente estadounidense Joseph R. Biden, declaró que los community colleges eran la “solución del futuro” para su país.
El 14, el presidente Obama se comprometió a impulsar la tasa de profesionales universitarios en Estados Unidos y llevarla al primer puesto mundial –luego de años de estancamiento–, apoyándose en esos establecimientos de enseñanza superior públicos de primer ciclo (ver recuadro).
Un plan valuado en 12.000 millones de dólares y bautizado American Graduation Initiative debería permitirles obtener cinco millones de profesionales por año a partir de 2020. Por su parte, las fundaciones Gates, Lumina, Kellog y Ford anunciaron que ofrecerán su apoyo a los colleges…
¿Cómo es que de pronto los colleges despiertan semejante entusiasmo de parte de los dirigentes estadounidenses pero también de sus administrados, dado que desde hace un año éstos se inscriben en masa?
Las razones no faltan: son en primer lugar de orden económico, en estos tiempos de crisis. Los community colleges, accesibles para todos, sin limitaciones de edad ni distinciones sociales o de proveniencia académica, representan la alternativa a una enseñanza universitaria que en Estados Unidos es tan cara como selectiva. A la salida de la escuela secundaria, estos cursos de dos años otorgan el Associate degree, necesario para obtener –luego de dos años de universidad– el Bachelor degree. Así, los alumnos pertenecientes a las clases desfavorecidas, que no podrían financiar cuatro años de estudios en una universidad privada, pueden acceder a la educación superior. Además, estos colleges dispensan una enseñanza profesional avalada por Certificates, así como una educación diversificada en una franja de la población que de otro modo no tendría derecho a nada, en particular los inmigrantes. Por último, desempeñan un papel fundamental en la formación continua y la reinserción de personas en fracaso escolar o que deseen reciclarse profesionalmente. 
El college de Santa Fe (Nuevo México), fundado en 1982, constituye un ejemplo típico. Sus departamentos proponen un variado programa de estudios: desde derecho hasta cine, desde enfermería hasta nuevas tecnologías solares, etcétera. Es así como un estudiante de psicología toma cursos de economía o justicia penal. Para Bruno Bornet, decano del departamento Psychology and Liberal Art Studies, el college encarna “una sociedad democrática, que les da una oportunidad a todos”, pues “parte de la población está excluida de la educación”. Santa Fe, ciudad del arte, solicita nuevas vocaciones: escultores y galeristas afluyen hacia su college, como profesores o como estudiantes.
Douglas Barkey, decano del departamento de arte, señala la importancia de esta carrera a nivel local: “Formamos tres mil estudiantes por semestre, de unos 40 años en promedio, así como artistas confirmados y estudiantes secundarios. Los profesores deben tener una maestría o acreditar una experiencia profesional de unos veinte años: nuestro staff vale tanto como el de la universidad”.
La integración de los community colleges en el tejido económico de sus regiones y la capacidad de reacción de la que dan prueba para adaptar los cursos a las necesidades nuevas constituyen para ellos ventajas de importancia. Además, la formación continua y la figura del alumno oyente favorecen tanto el desarrollo personal como el enriquecimiento profesional. Así, el college de Santa Fe recibe a jubilados de otros estados que están deseosos de familiarizarse con el entorno hispano; o a nuevos residentes como Kathleen, que sigue un curso de español “para comprender los nombres de las calles y comunicarse con [sus] empleados hispanos”; o incluso niños, que complementan el home schooling (la educación en casa) que prodigan sus padres. “Cuando un muchacho de por aquí se casa –cuenta Félix Lopez, que hace imágenes de santos y enseña el arte de su fabricación–, se anota en un curso sobre construcción con adobe, porque prefiere vivir en una casa tradicional y no en una casa rodante. Es en el college donde se perpetúa nuestra cultura. Mi clase tiene dieciséis alumnos de entre 20 y 70 años que llegan de los alrededores, pero también del extranjero.”
Davis Coss, alcalde de Santa Fe, se aferra a ese derecho a la formación para inmigrantes, cualquiera sea su estatuto: “Algunos estados aducen que la educación de los hijos de ilegales es demasiado cara. En Nuevo México, que sin embargo es uno de los estados más pobres, pensamos que no educarlos le cuesta demasiado caro a la economía local”. “Santa Fe siempre ha sido una ciudad refugio donde los inmigrantes tienen derecho a trabajar y a estudiar”, agrega Andrew Lovatto, profesor en el college desde hace veinte años. A él le parece lógico que los community colleges tengan tanto éxito: “Las empresas cierran y nos encontramos frente a una masa de gente desempleada cuya única opción es aprender un segundo oficio para encontrar un trabajo. Nosotros ofrecemos esa posibilidad. Y esa es la fuerza de los colleges: la educación permanente”.
De ahí el papel que les fue otorgado por el Estado federal: convertirse en el instrumento que favorezca la recuperación económica nacional (y, en el plano internacional, constituir un modelo para los países en vías de desarrollo). “La universidad es un sálvese quien pueda –observa Sheila Ortego, presidenta del college de Santa Fe–. Nosotros hacemos todo lo posible para ayudar a nuestros estudiantes a ‘llegar’. Tenemos una calidad que a menudo es superior a la de la universidad, donde las clases tienen más de trescientos estudiantes. Y para las personas de edad y la gente que, con una familia a cargo, no pueden dejar de trabajar, el college representa la última esperanza de un futuro mejor. Por eso, lo diré claramente: es ahí donde el dinero debe ser invertido, no en las universidades.”
Durante el último año, la crisis provocó un fuerte aumento en las inscripciones de estos establecimientos: en el de Santa Fe fue del 12%. Pero, paralelamente, los estados hicieron importantes recortes presupuestarios en el dinero destinado a la educación: en Virginia del Norte, por ejemplo, estos fondos pasaron del 60% al 45% del presupuesto estatal en cuatro años, aun cuando los inscriptos en el Northern Virginia Community College habían aumentado, ya el verano pasado, un 10% respecto del año anterior. Debido a ello, los colleges se ven ante una situación inédita, pues su financiamiento depende a la vez de impuestos locales, ayudas estatales y derechos de matrícula. “Como no tenemos los medios para contratar a nuevos profesores, nos vemos obligados a rechazar las inscripciones de último minuto –se lamenta Ortego–. Y la situación es aún peor en otros estados; en California, por ejemplo.” Para intentar hacer frente a esta afluencia, muchos colleges multiplican los cursos que conducen a los estudios superiores. Según la American Association of Community Colleges, casi la mitad de los estudiantes que preparan el Bachelor lo hacen en sus aulas. Más precisamente, estas estructuras acogen en su mayoría a afroamericanos e hispanos, y tienen una población estudiantil esencialmente femenina. La enseñanza libre y las bajas tarifas de inscripción para los desempleados también se están desarrollando (2); y como los pedidos de beca aumentan, muchas instituciones vieron cómo suben sus recursos (en un 9,2%, según un estudio realizado para 2009-2010 por la National Association of Independent Colleges and Universities sobre varios cientos de establecimientos a nivel nacional).
En cuanto a las universidades privadas, la recesión las obligó por primera vez a acudir a sus listas de espera y, según la misma encuesta, a aumentar muy poco sus derechos de matrícula (el 4,2% en la cursada 2009, la cifra más baja de los últimos 37 años) con el fin de alcanzar el alumnado completo. Sin embargo, esos derechos no son menos prohibitivos para muchas familias, y las universidades más baratas llenan su matrícula en detrimento de las otras, que no obstante son más renombradas (la inscripción en primer año cuesta 41.610 dólares en la universidad privada George Washington, contra menos de 8.000 dólares en la universidad pública de Maryland). Según un sondeo de Oppenheimer Funds, nueve estadounidenses de cada diez están convencidos de que si sus tarifas continúan escalando, la enseñanza superior se volverá inaccesible; y el 43% de ellos no llegaron a ahorrar ni 5.000 dólares con ese fin.
El aumento del desempleo y la reducción a nada de muchas carteras de acciones cambiaron el panorama en el país: aun cuando uno de los mejores modos de conseguir un trabajo sigue siendo la adquisición de un Bachelor, lo cierto es que, cada vez más, la gente se procura este diploma mediante la preparación acelerada creada en 2005 (en tres años en lugar de cuatro), que se hace por internet, y sobre todo mediante los community colleges. En total, los alumnos inscriptos en estos últimos crecieron un 30% en nueve años: ahorrando en los gastos globales de escolaridad, se aseguran el financiamiento de toda la carrera y al mismo tiempo se quedan cerca de la familia. Más allá de las instituciones prestigiosas (con un 97% de éxito en Harvard), hoy el trayecto hacia el Bachelor atraviesa a menudo por lo menos dos establecimientos, y las tasas de éxito varían muchísimo de una escuela a otra, ya que dependen en gran medida de la evolución de las ayudas financieras y de los derechos de matrícula. Es por eso que el plan de Obama ha sido tan bien recibido en los colleges: la intervención del Estado federal podría ayudarlos a mejorar sus resultados y a reducir la persistente brecha que existe entre las clases acomodadas y las menos favorecidas.
Las autoridades responden a estas expectativas; en particular, se declaran dispuestas a formar una mano de obra “verde”, en un momento en que los temas de medio ambiente cuestionan a los ámbitos industriales. Así, el Lane Community College, de Oregón, ofrece cursos y diplomas en tecnología de energías renovables, conservación de los recursos acuáticos y gestión de la energía.
Los “empleos verdes”, tema predilecto de militantes ecologistas y personalidades políticas estadounidenses, acaparan la atención. En efecto, el gobierno federal acaba de promulgar una ley de reactivación económica que, entre otras cosas, destina más de 100.000 millones de dólares a proyectos de energía renovable, refacción de edificios para adecuarlos a las nuevas normas ecológicas, uso eficaz de la energía y modernización de la red eléctrica, todos ellos proyectos financiados tanto por donaciones como por préstamos, y que deberían crear cientos de miles de empleos.
Según un informe de Naciones Unidas, la escasez de trabajadores especializados en técnicas “verdes” constituiría el principal obstáculo para el crecimiento del sector de las energías renovables y el mejor uso de la energía en el mundo. Así pues, se trata de crear programas de formación, a escala federal y estatal, para evitar dicha escasez; por otra parte, en un informe publicado junto con el Consejo Nacional para la Formación de la Mano de Obra, la asociación Academy for Educational Development subraya el papel que se espera… de los colleges. “Miles de trabajadores son despedidos y deben mejorar sus habilidades o recibir una nueva formación –indica una de sus redactores, Mindy Feldbaum–. Los community colleges son establecimientos únicos. Gracias a sus estrechos lazos con el mercado laboral (…), pueden responder a las nuevas necesidades de las industrias emergentes y de los empleadores” (3). “Encarnan el eslabón clave de los destinos profesionales, y a menudo son la última posibilidad para escapar de la pobreza –confirma Ortego–; por eso resultan determinantes para la economía del país.”

1 Algunos colleges reclutan activamente fuera de Estados Unidos, en particular en China. La cantidad de estudiantes extranjeros habría aumentado en un 10,5% durante el período 2008-2009 (http://chronicle.com/ article/Number-of-Foreign-Students-in/49142).
2 Otras ayudas provienen de programas estatales, y hay becas y préstamos otorgados en el marco de la Free Application for Federal Student Aid.
3 “Colegios universitarios comunitarios preparan para empleos verdes”, 1-4-09 (www.america.gov/st/env-spanish/2009/April/20090401115434liameruoy0.89204...).Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/eeuu-colegios-de-la-comunidad