Compendio de desestabilización, a la luz del caso boliviano
Por Hernando Calvo Ospina
No más golpes de las Fuerzas Armadas
Además de la “zanahoria” económica y de los “gruesos bastones” de la
intervención militar (a los cuales el reciente golpe de Estado en
Honduras acaba de ofrecer un inesperado baño de juventud), a Estados
Unidos no le falta inspiración para contener las veleidades de
emancipación política de sus vecinos del sur.
Uno de los métodos consiste en apoyar las reivindicaciones de
emancipación política de las elites locales, cuyas “identidades” serían
cuestionadas por… las políticas de redistribución de los gobiernos
progresistas. Una estrategia utilizada en Nicaragua a comienzos de los
años 80 (1). Y más recientemente, en Bolivia.
En diciembre de 2005, Evo Morales llegó a ser presidente de Bolivia.
Apoyado por la pequeña burguesía urbana, el dirigente del Movimiento al
Socialismo (MAS) sedujo también a las organizaciones indígenas, en una
campaña en la que le dio gran importancia al discurso identitario (2).
Pero el Estado plurinacional promovido por el MAS pronto suscitó una
reivindicación inesperada: la de las elites locales que defendían un
“separatismo social”, al cual abre la vía, según ellos, el proyecto de
una nueva Constitución –que “da validez a diferentes niveles de
autonomía: indígena, municipal y regional, sin definir su articulación”
(3)–. Todo esto lleva a que Estados Unidos sostenga un movimiento que va
de la defensa de las minorías oprimidas… a la posibilidad de
desestabilizar a las autoridades bolivianas.
Rápidamente, la estrategia estadounidense identificó al departamento
de Santa Cruz como un objetivo prioritario: la economía de Bolivia
depende de sus recursos naturales (especialmente los hidrocarburos, el
oro y el hierro). Tan ricos en gas como en tierras fértiles, los
departamentos de Tarija, Pando y Beni –que, junto con Santa Cruz,
constituyen la región llamada de la “Media Luna”– se unieron prontamente
a las reivindicaciones de Santa Cruz, cuya capital –homónima del
departamento–, se convirtió en el centro de la oposición a Morales.
Dos meses después de haber entregado sus cartas credenciales, el 13
de octubre de 2006, Philip Goldberg, el embajador estadounidense en
Bolivia, inició conversaciones con la oposición de la Media Luna. De
1994 a 1996, en el momento de la guerra de los Balcanes, este
diplomático había dirigido las oficinas del Departamento de Estado en
Bosnia. Más tarde, de 2004 a 2006, fue “jefe de misión” en Pristina,
capital de Kosovo, donde, según Morales, “apoyó el separatismo de esta
región con la consecuencia de miles de muertos” (4). Semejante pedigrí
anunciaba más que el simple apoyo de los estadounidenses a las
organizaciones políticas de la oposición “separatista”.
En Bolivia, “su trabajo no era un secreto para nadie –afirma Hugo
Moldiz, abogado y director del semanario La Época–. Tampoco se escondía.
El plan implementado estaba dirigido a provocar un estado de falta de
gobernabilidad a partir de acciones violentas y mortíferas, que
comprometían a las Fuerzas Armadas y a la Policía, con el objetivo de
lograr la renuncia del presidente y la convocatoria a elecciones en las
cuales ganaran los candidatos cooptados por la embajada”.
La operación se apoyaba especialmente en la acción de la Unión de
Jóvenes de Santa Cruz (UJS) cuyos miembros se lanzaron contra todo lo
que representaba el gobierno central, sin ninguna discriminación.
Paralelamente, grupos de paramilitares asesinaron a cerca de treinta
campesinos indefensos, en septiembre de 2008, antes de tomar posesión
del aeropuerto de Beni, así como de los campos petroleros de Tarija y
Santa Cruz. Sergio Espinal, oficial ya retirado, está convencido de que
“su modo de acción permitía adivinar la existencia de consejos de
expertos extranjeros así como la participación de paramilitares
colombianos”. Peor aún, “la pasividad de las fuerzas armadas, que
incluso se dejaron desarmar en los campos petroleros, demostraba que
algunos de sus miembros formaban parte de la conspiración”.
Cerca de las elites de la “Media Luna”, los medios de comunicación
privados no se quedaron de brazos cruzados: “la prensa informaba todos
estos hechos no para condenarlos, sino para contribuir a un clima de
inestabilidad y de miedo –informa un campesino cocalero, hoy diputado,
Sabino Mendoza–. El mensaje que se transmitía era que si ‘Evo’ no
renunciaba, podría estallar una guerra, con la intervención del ejército
de Estados Unidos. Rumores, mentiras y exageraciones apuntaban a
sembrar la confusión en el espíritu de aquellos que, como yo, apoyaban
al presidente”.
Desde julio de 2007, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID) era acusada de canalizar fondos para los grupos de
oposición. El gobierno había logrado encontrar documentos que
mencionaban la necesidad de financiar programas para “restablecer un
gobierno democrático”. Un eufemismo bien conocido, explica la socióloga
Cristina Guzmán: “Estas organizaciones, directamente o por intermedio de
otras agencias, financian a varias Organizaciones No Gubernamentales
(ONG), a las estructuras de la pretendida ‘sociedad civil’ y a los
partidos políticos para que, bajo la bandera de los derechos humanos, de
la libertad de prensa y empresa, alienten la hostilidad contra el
gobierno”.
Durante todo ese tiempo, la oficina de Morales mantenía la
descabellada cercanía… de una antena de la CIA, dentro mismo del palacio
presidencial (vestigio de una época en que los gobiernos se preocupaban
menos por la soberanía que por las buenas relaciones con Estados
Unidos). “Era un servicio administrado por un general de la policía,
denominado Centro de Operaciones Policiales Especiales (COPES), ¡que
dependía directamente de la embajada de Estados Unidos!”, precisa Jorge
Cuba, director de la Agencia Boliviana de Información (ABI).
Habiendo observado que un viento de internacionalización derechista
soplaba sobre las brasas del separatismo local, Morales hizo desmantelar
esa antena. Por otra parte, el 3 de noviembre de 2008 anunció que, por
razones de “dignidad nacional”, la agencia ya no era bienvenida en
Bolivia. En la víspera había expulsado a la organización estadounidense
de lucha contra el narcotráfico, la Drug Enforcement Administration
(DEA), al observar que sus prerrogativas parecían haber sido ampliadas
con el apoyo de la oposición secesionista de la Media Luna, sin que eso
entrara de ninguna manera en el marco de su misión oficial. Para
terminar, el 11 de setiembre de 2008, en un momento en que la situación
era extremadamente tensa entre el gobierno y la oposición, el presidente
Morales declaró persona non grata al embajador de Estados Unidos.
Expulsión del embajador, límites impuestos a la USAID, partida de la
CIA y de la DEA: extrañamente, la fiebre separatista dio signos de
apaciguamiento, sin contar que Morales sigue obteniendo importantes
éxitos electorales. Los más radicales abandonaron rápidamente toda
reivindicación política y pasaron, sin pestañear, de la pretendida
“defensa de la democracia” al proyecto de magnicidio. En efecto, para
ellos había una sola opción: terminar con ese “indio” en la presidencia,
así como con su vicepresidente Álvaro García Linera.
La operación fue conducida por el hombre de negocios Branco
Marinkovic. Hijo de un paramilitar croata refugiado en Bolivia, presidía
en ese momento el Comité Cívico pro Santa Cruz (CPSC) (5) y dirigía el
Movimiento Nación Camba de Liberación (MNCL) que reclama la
“independencia” de la Media Luna. En el sitio de Internet del MNCL puede
leerse: “Antes de que corra la sangre al río, ¿no sería mejor
separarnos como amigos para que cada nación gestione sus propios
recursos y solucione sus propios problemas?”. A pesar de estos
propósitos dulzones, Jorge Cuba piensa que, según Marinkovic, “la
solución era transponer el escenario racista, religioso y secesionista
de la guerra de los Balcanes a Bolivia”.
Precisamente, de esa región del mundo hizo venir Marinkovic a Eduardo
Rózsa, que había participado en el conflicto desde las fuerzas croatas
ultranacionalistas. Acompañaban a Rózsa: Michael Dwyer (irlandés), Arpád
Magyarosi (rumano-húngaro), Elod Tóasó (húngaro) y Mario Tadic
(croata), casi todos veteranos de la guerra de los Balcanes. “El plan se
desarrollaba perfectamente, relata Cuba, hasta que un policía, ‘un
indiecito’, como dirían ellos, se infiltró en el grupo. El 16 de abril
de 2009, la policía llegó al hotel donde se encontraban y tres, que se
negaron a entregarse fueron abatidos, incluyendo a Rózsa. Esa noche
también murió el último proyecto de división de Bolivia”. En ese
contexto, Marinkovic prefirió huir, encontrando una tierra para su asilo
en Estados Unidos.
Una tela de araña de fundaciones y de ONG se aprovechaba así de su
imagen de miembros intocables de la “sociedad civil”, para
desestabilizar gobiernos (véase el recuadro). La historiadora Villegas
no lo duda: “Todas demostraron, en diferentes situaciones a través del
mundo, que podían ser más eficaces que un ejército de la OTAN
[Organización del Tratado del Atlántico Norte]”.
Probado en Bolivia, hoy el método parece haber sido adoptado también
en Ecuador y en Venezuela. “Más allá de la Media Luna boliviana, analiza
la historiadora ecuatoriana Adriana Villegas, en Venezuela alientan a
los que desean la independencia del Estado de Zulia –que dispone de una
de las más importantes industrias petroleras del mundo– y en Ecuador a
los que tienen el mismo proyecto para la provincia de Guayas, principal
puerto y centro económico del país. Además, al igual que Santa Cruz
atrajo a su causa a otros tres departamentos (Beni, Pando y Tarija), el
estado de Zulia hace lo mismo con los de Táchira y Mérida y en Ecuador
el de Guayas con Manabí”.1 Véase Maurice Lemoine, “L’autonomie perdue des Miskitos du Nicaragua“, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 1997.
2 Los indígenas representan, oficialmente, el 60% de la población boliviana.
3 Franck Poupeau y Hervé Do Alto, “L’indianisme est-il de gauche?”, Civilisations, 58-1, 2009, http://civilisations.revues.org/index1971.htm
4 El Mundo, Madrid, 11-9-08.
5 Institución regionalista implementada por el departamento de Santa Cruz, con gran influencia del empresariado local.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/compendio-de-desestabilizaci%C3%B3n-la-luz-del-caso-boliviano