5 dic. 2010


Éxodo urbano a Ganges, Hérault

 ¿Qué citadino no ha soñado alguna vez con irse a vivir al campo y dejar atrás los ritmos opresores para encontrarse con la naturaleza? Pero hoy no es un sueño lo que empuja a muchos a abandonar la ciudad. Algunas familias modestas no tienen otra alternativa que afincarse en el medio rural donde la escasez de empleos y de los servicios públicos profundiza la precariedad que creían haber dejado atrás.
¿Cómo explicar el nuevo crecimiento demográfico que viven los espacios rurales franceses desde hace veinte años? El movimiento migratorio proveniente de los centros urbanos, limitado en sus inicios a las zonas periurbanas, se extendió luego a las zonas rurales. Así, tres de cada cuatro cantones rurales mostraron un saldo migratorio positivo durante los años 1990. Si bien algunos observadores interpretan este resurgimiento como la señal de un “renacimiento rural” que pone fin a décadas de desertificación, a “el fin de los campesinos” y “el fin de los terruños” (1), las dinámicas socio-espaciales son en realidad mucho más diversas.
La repoblación de los espacios rurales no es exclusiva de las clases media y alta, de esos jóvenes ejecutivos que buscan allí un modo de vida más agradable y acceden con sus familias a un chalet. Existe también un éxodo urbano de las clases populares que contribuyó a modificar la sociología de las zonas rurales, de manera tal que el 60% de los que viven en ellas son actualmente obreros y empleados (2). En otros tiempos, el éxodo rural, precipitado por la Revolución Industrial, había dado origen al proletariado urbano expulsando del campo al conjunto de pequeños campesinos y artesanos. Actualmente, el proletariado urbano –especialmente las familias más pobres (3)– se ve relegado fuera de la ciudad debido al aumento del precio de los inmuebles. La institucionalización de la Política de la Ciudad en los años 1970 ocultó esta evolución; reduciendo la cuestión social a una cuestión urbana. Ahora bien, en 90 de 94 Departamentos, la pobreza es hoy relativamente mayor en el campo que en la ciudad. Si bien el fenómeno está ligado a la crisis del mundo agrícola, se explica también por la llegada de neorrurales pobres.

La trampa se cierra

Se necesitan cuarenta y cinco minutos para llegar de Montpellier a Ganges, un pueblo de 4.000 habitantes ubicado en los límites del Departamento de Hérault. En dirección al norte, luego de abrirse camino entre Euromédecine y Agropolis, los dos polos tecnológicos símbolos del dinamismo de “la ciudad que concreta sus sueños”, la ruta le da definitivamente la espalda a la metrópoli, atraviesa en línea recta las llanuras vitícolas, las colinas de Languedoc, antes de iniciar un recorrido más sinuoso en las primeras estribaciones de las Cevenas. Lejos de Montpellier, de sus empleos y sus servicios, la comuna atrae sin embargo a nuevos habitantes: desde 1992, se instalaron allí alrededor de un millar.
Bernard y Christine (4), jóvenes jubilados oriundos de los alrededores de Montpellier, llegaron en 2008. Él trabajaba en Nicollin, la empresa de recolección de residuos urbanos. Ella hacía tareas de limpieza en los colegios de la región. La jubilación generó una brutal disminución de los ingresos de la pareja. Intentaron entonces “liquidar” los créditos al consumo obtenidos durante su vida activa, pero no lo lograron. Sobreendeudados, ya no podían hacer frente al aumento de sus gastos. La suba de los impuestos locales los obligó finalmente a partir. El resto, dirán ellos, “fue producto del azar: una casa en el campo, barata, impuestos locales soportables, a no más de 50 kilómetros de Montpellier”. Pero para esta pareja, el azar fue fruto de la necesidad. De una necesidad hecha virtud.
“Esto es el Colorado en miniatura, el paraíso en la Tierra y el río debajo. En el verano, estás tranquilo”, nos explica Sylvie, quien vino de París hace diez años, luego de haber perdido su empleo. Como otros visitantes de paso un verano, durante las vacaciones, se dejó seducir por el encanto de Ganges. Las montañas, alrededor del pueblo, ofrecen paisajes majestuosos. La costa del Hérault permite agradables baños. La plaza de la alcaldía es encantadora con sus cafés con terrazas, donde es placentero tomar un trago, a la sombra de los plátanos. El sueño de una vida tranquila en el campo, liberada del ruido de la ciudad, opera sobre los ciudadanos como un encanto. Y, cuando se tienen pocos recursos, los módicos alquileres vuelven este sueño accesible. Algunos eligen así, al momento de jubilarse, al término de un contrato por tiempo determinado (CTD) o luego de un despido, instalarse en Ganges.
La crítica emprendida por un sector de la burguesía urbana de un modo de vida inauténtico, estandarizado y artificial, asociada a las luchas de la ecología política, generó en los años 1970 un cambio positivo en la representación de la vida en el campo. La recuperación de esta crítica por parte del capitalismo la inscribió en el terreno de la ideología dominante. Sin duda esta “aculturación” no hubiera sido posible sin las estrategias de marketing territoriales implementadas por los promotores inmobiliarios, pero también por los representantes electos locales en nombre del encanto de las regiones (5). La valorización comercial del entorno geográfico –en particular del entorno mediterráneo– y la puesta en escena de la civilización campesina en las grandes ciudades –mediante el mercado de productores que exhiben el folklore de sus oficios y la autenticidad de sus productos– participaron sin lugar a dudas de la creación de una ficción a través de la cual los neorrurales pobres logran con frecuencia sublimar la relegación socio-espacial de la que son objeto.
Pero cuando el verano se termina y dejan de titilar los neones del sol, “uno entiende rápidamente su desdicha”, continúa Sylvie. En el otoño, las tormentas de las Cevenas golpean los contrafuertes mediterráneos del Macizo Central y, a pesar del clima agradable “el invierno, de hecho, es largo”. “Cada año –confía una asistente social del cantón– hay un boom de ayudas en septiembre. Gente que se instala en los campings pensando poder vivir allí durante el año y que descubre las inclemencias climáticas y el rigor del invierno.”
Las primeras escarchas sorprenden también a los nuevos locatarios de los departamentos del pueblo. En Ganges, al igual que en la mayoría de las zonas rurales francesas, más de la mitad de las viviendas se construyeron antes de 1949. Gran parte de ellas son muy viejas: techos perforados, ventanas mal aisladas, instalaciones eléctricas obsoletas. Los viejos departamentos de las Cevenas ofrecen condiciones habitacionales desastrosas. “Todos los meses tengo que pagar un alquiler por un departamento que parece una casa tomada”, resume Sylvie. En invierno, la humedad chorrea por las paredes y los techos altos convierten a los departamentos en heladeras difíciles de calefaccionar. Cuando el depósito de fuel-oil está vacío, cuando ya no se tienen recursos para pagar la factura de la luz, se reorganiza el espacio doméstico en torno a la estufa a querosén.
En los meses siguientes a su mudanza, los recién llegados ven disminuir progresivamente sus ingresos. El salario se transforma en una pequeña jubilación, los subsidios por desempleo se reducen, muchos se convierten en beneficiarios del subsidio estatal de inserción (RSA, según su sigla en francés). La trampa se cierra. Atraídos por la posibilidad de encontrar una vivienda económica, se alejaron de los polos de empleo y les cuesta conseguir trabajo. Si la organización del sistema productivo capitalista acentúa la concentración y la diversificación de las actividades en la ciudad, en el campo el empleo no abunda, es monótono y disperso.

Desclasamiento social

Después de una licencia por enfermedad, Anne dejó su actividad y decidió irse a vivir con su hija a Montpellier... “Pero los precios de los alquileres hacen alejarse. Primero 15 km, luego 20 km... y aterrizamos en Ganges”, cuenta Anne. Lejos de los empleos de la capital regional, pasó varios años entre el desempleo, los pequeños trabajos y el trabajo a tiempo parcial. “No pensaba encontrarme acorralada como estoy, sin trabajo”. Actualmente tiene un CTD en la escuela municipal. Con 810 euros por mes, sobrendeudada, debe concurrir regularmente a los comedores comunitarios y al banco de alimentos. Su única esperanza: acercarse a la gran ciudad para encontrar un trabajo que le permita vivir decentemente.
En Ganges, el 15% de los trabajadores activos están desempleados (contra el 13,7% en Hérault y el 10% en Francia) (6), y un tercio de los asalariados trabaja a tiempo parcial. La aparición de las fibras sintéticas al término de la Segunda Guerra Mundial primero, y la competencia asiática después, hicieron desaparecer progresivamente la industria textil local, otrora floreciente. En su época de oro, los hilados de Ganges, fabricados con seda de los criaderos de gusanos de las Cevenas, producían medias de lujo para el mundo entero. Hoy, el 80% de los empleos asalariados ya no dependen de la industria, sino de la presencia de los residentes y del turismo en verano.
Mientras la población se aleja cada vez más de las ciudades, el empleo tiende en cambio a concentrarse intensivamente en los polos urbanos. Debido a esta discordancia entre la geografía de la población y la geografía del empleo, el espacio rural, para aquellos que no pueden diariamente ir y venir desde el lugar de residencia al lugar de trabajo, se transforma en un espacio de pauperización. “Cuando me ofrecen un trabajo a 30 kilómetros, lo pienso dos veces –continúa Anne–. Ya que el tiempo de viaje no está incluido en las horas de trabajo y nunca te reembolsan la nafta. Además, mi auto es muy viejo; cada vez que se descompone, estoy realmente en problemas.”
Para los habitantes de estas comunas deficientemente cubiertas por las redes de transporte público, los autobuses del Consejo General no pueden reemplazar al automóvil. Instituyendo la velocidad como valor y el control de la distancia como virtud, las clases dominantes estructuraron el espacio en su beneficio. En la organización socio-espacial del trabajo que siempre exige una mayor “flexibilidad” por parte de los trabajadores, la obligación de la movilidad es un poderoso factor de pauperización y exclusión (7). Tal como lo señala el geógrafo Jean-Pierre Orfeuil, “las diferencias de capacidad para la movilidad no sólo forman parte del ‘cuadro general’ de desigualdades, sino también de su reproducción” (8).
Punto final del derrotero de desclasamiento social, la instalación en el campo debería permitir vivir mejor con menos. En realidad, son pocos los que logran implementar estrategias de subsistencia –de resistencia, dirán algunos– obteniendo parte de sus recursos de su nuevo espacio de vida. Sólo algunos, por ejemplo, cultivan una huerta que les provee alimentos por fuera de los circuitos comerciales. El campo no es, para los que no disponen de algún capital, ese espacio milagroso que ofrece una escapatoria al ciclo sin fin de la reproducción social. Por el contrario, muchos siguen hundiéndose, sobreviviendo con el RSA, 460,09 euros por mes, durante largos períodos de desempleo (9).
“El aumento de la población precaria hizo necesario que se reforzaran nuestros equipos”, explica Alain Chapel, responsable de la delegación local de los servicios sociales del Departamento. El cantón de Ganges posee hoy tres asistentes sociales. Hace diez años, sólo había una. Jacques Rigaud, el alcalde de la comuna, comparte la misma apreciación: “El banco de alimentos de la comuna ya les da de comer a 300 personas. Pero como la miseria aumenta, tenemos cada vez menos alimentos para distribuir a cada uno”. Los poderes públicos intentan de este modo hacer frente al aumento de la pobreza. Pero les cuesta contenerla.

Mercado de la pobreza

“Hace cinco años, asistimos a la llegada masiva de inversores que compraron casas viejas para alquilárselas a familias con serias dificultades”, observa el alcalde. Al igual que en los barrios en estado de abandono de las grandes ciudades, los locadores inescrupulosos hicieron su aparición. No restauran las viejas casas del pueblo y aprovechan la fuerte demanda de viviendas económicas para alquilar departamentos indecentes. Los alquileres accesibles atraen y concentran en este espacio a las poblaciones más pobres que no pueden vivir en el litoral y en Montpellier, allí donde los precios son mucho más elevados.
Un mercado de la pobreza se fue instalando poco a poco. Junto a los inversores que prosperan alquilando verdaderos cuchitriles, las cadenas de hard discount, siempre en búsqueda de lugares óptimos, intentan también hacer lucrativos negocios. Lidl montó un local en las ruinas de la vieja bodega cooperativa. Otras dos cadenas de supermercados con precios bajos –Aldi y Leader Price– buscan un terreno para instalarse.
La concentración del proletariado explica también la presencia de muchas asociaciones caritativas. Para un cantón de 10.000 habitantes, además del banco de alimentos, el Socorro Popular, Caritas, el Ejército de Salvación y los comedores comunitarios acuden en ayuda de los más desfavorecidos. Nathalie Thaullèle, responsable local del Socorro Popular debe recibir a 350 personas por año, y más de 550 en invierno: trabajadores pobres, jubilados, personas sin techo, jóvenes adultos separados de la familia. Muchos de ellos “quisieron huir de la pobreza abandonando la ciudad… para volver a encontrarla en el campo”. El éxodo es tal que convenció al Socorro Popular de aumentar su presencia en las zonas rurales del Departamento: ya presente en varios pequeños pueblos, abrirá otra delegación en Bédarieux.
La vida en el campo no es una pastoral social tal como a la nueva burguesía urbana le gusta creer. El espacio rural no es socialmente homogéneo. A nivel departamental, algunas comunas –las de clases media y alta– implementan verdaderas estrategias inmobiliarias destinadas a prevenirse contra la llegada de poblaciones modestas a su territorio (10). A nivel comunal, operan las mismas lógicas de diferenciación social. Un programa de construcción de barrios cerrados, arquetipo metropolitano de la segregación espacial, acaba de lanzarse en Ganges. Sus impulsores proponen a quienes tienen dinero una vida segura aislada de los demás.
La oposición entre la ciudad y el campo parece así atenuarse. Persiste sin embargo muy claramente en el espíritu de los neorrurales. Pero en ellos tiende a invertirse. El paraíso perdido ya no está asociado a la autenticidad de la vida en el campo sino a las luces de la ciudad. “Tengo buenos recuerdos de mi vida en la ciudad. Esa torre era un pueblo. Discutíamos, todo el mundo se conocía.” La ciudad se metamorfosea en pueblo y el pueblo es a menudo descripto como un ghetto, término utilizado por los trabajadores sociales del cantón que no perciben una diferencia notable entre la pobreza de las ciudades de los suburbios donde trabajaron antes y la de las zonas rurales que recorren hoy.
Entre los neorrurales, algunos llegan casi a extrañar los espacios de entretenimiento mercantilizados y de buena convivencia estandarizados. “Teníamos nuestra tienda, nuestro Auchan [supermercado]. Estábamos bien en Montpellier.” El urbanismo teatral del barrio Antigone, el Polygone, centro comercial de envergadura regional, o incluso el nuevo barrio Odysseum con su multicine, sus cadenas de restaurantes y su hipermercado, son ilusiones que engendran sueños alienados. Montpellier no es una metrópoli más. Ningún municipio francés antes que ella había implementado una política semejante de ordenamiento. La de Georges Frêche consistió en la creación de una utopía urbana, combinación posmoderna de antiguas citas formales, sobre la cual se construye el mito de la vocación mediterránea de la ciudad. La capital de Languedoc no deja de ser sin embargo la matriz de un nuevo liberalismo municipal que ordena el espacio urbano para el libre desarrollo del mercado (11). Una suerte de vanguardia que siguieron otros representantes electos, cuya legitimidad se basa actualmente en su capacidad para producir una imagen de marca positiva susceptible de atraer a los empresarios de la nueva economía “tecnopolitana”.
Cada mes, el Departamento de Hérault recibe a 1.000 nuevos habitantes. Un saldo migratorio récord. Atraídos por el tambor de la gran lavadora metropolitana, la que deja el terreno libre a la clase media en los centros urbanos, los más pobres inician su éxodo hacia las lejanas zonas rurales, expulsados de Montpellier, esa “Nueva Atenas” en la que sólo “una minoría de ciudadanos libres ocupan lugares sociales y gozan de ellos” (12). La ciudad. Primera etapa. Paso previo a la relegación.
1 Se trata, respectivamente, de los títulos de los libros del geógrafo Bernard Kayser, el sociólogo Henri Mendras y el historiador Eugen Weber; en francés: La renaissance rurale, La fin des paysans y La fin des terroirs.
2 Christophe Guilly, Christophe Noyé, Atlas des nouvelles fractures sociales en France, Editions Autrement, París, 2006, pág. 38.
3 En Francia, el umbral de pobreza se ubica en el 50% o el 60% del nivel de vida promedio, según la definición de pobreza empleada. En 2007, era de 757 euros mensuales para una persona sola según el umbral del 50% del nivel de vida promedio, y de 908 euros mensuales según el umbral del 60%, es decir, entre 4,2 y 8 millones de personas.
4 Los nombres fueron modificados.
5 Benoit Meyronin, Le Marketing territorial, Vuibert, 2009, prólogo de Gérard Collomb, alcalde (PS) de Lyon.
www.insee.fr
7 Vincent Doumayrou, “Veut-on singapouriser la Flandre”, Le Monde diplomatique, París, abril de 2010.
8 Transports, pauvretés, exclusions, pouvoir bouger pour s’en sortir, colección Bibliothèque des territoires, L’Aube, París, 2004.
9 Este monto corresponde a una persona sola sin hijos. Para una pareja sin hijos, asciende a 690,14 euros.
10 En la comuna de Cazevielle, apodada la “pequeña Suiza del Departamento”, a mitad de camino entre Montpellier y Ganges, el precio por metro cuadrado de terreno construible acondicionado alcanza los 70 euros y el plan de ocupación de tierras se trazó de manera tal que sólo se ofrecen parcelas de más de 1.000 m2, y no incluyen a familias.
11 Véase el dossier “Hacia la urbanización total del mundo”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2010.
12 En Le droit à la ville, Henri Lefebvre compara las metrópolis contemporáneas con la antigua ciudad ateniense. Fue precisamente este modelo estético ateniense el que eligió Georges Frêche.

Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/exodo-urbano-ganges-herault