1 feb. 2011

A la derecha de Cervantes

por Osvaldo Gallone
El gallego Gonzalo Torrente Ballester fue durante decenios un escritor casi secreto: sus libros prácticamente no se vendían y la repercusión crítica de ellos era casi nula. Pero tardíamente las cosas se pusieron en su lugar y el reconocimiento a su excepcional talento literario se prodigó sin ambages. Por último, la adaptación televisiva de su trilogía Los gozos y las sombras en la década de 1980 terminó por otorgarle el premio más esquivo e inesperado: el de la popularidad.
Hace escasamente tres meses (nació en junio de 1910 y murió a los ochenta y ocho años) se ha cumplido el centenario del nacimiento de Gonzalo Torrente Ballester, uno de los escritores de habla hispana más relevantes en el transcurso del siglo XX. En medio del tráfago de tantas novedades con fecha de vencimiento, exiguo alcance y más que dudosa relevancia, no resulta desaconsejable revisitar o descubrir una obra que alcanza picos de excelencia y mantiene una sostenida calidad asentada en el trípode más clásico y afortunado de la literatura: la pintura acabada del personaje, la seducción del argumento y el tono irónico y mordaz.

La recepción silenciosa


A diferencia de la muerte, la fama siempre llega tarde. A este respecto, la recepción crítica de la obra de Gonzalo Torrente Ballester no fue la excepción. En 1946 publica El golpe de Estado de Guadalupe Limón, donde por primera vez echa mano de la idea del mito –y su idea complementaria: la desmitificación– a propósito de la muerte de José Antonio Primo de Rivera y la incidencia de ésta en el perfil de la figura pública de Franco, todo ello desarrollado sobre el fondo de una alegoría que se construye a partir de una pregunta: ¿El mito de un hombre muerto es capaz de conducir al triunfo a un movimiento político? La crítica de la época, equivocándose de cabo a rabo, redujo la novela a una imitación menor del Tirano Banderas y no alcanzó a mensurar la metáfora que trascendía la letra. No se vendió ni bien ni mal, sino que, lisa y llanamente, como reconoció más tarde el propio autor, no se vendió. Y, para colmo, suscitó la irritación de la censura franquista.
Este último dato no es menor y amerita un breve escolio. Al comienzo de la guerra, Torrente Ballester se afilió a la Falange y fue uno de los intelectuales españoles que fungió como censor del régimen (la denominación oficial del cargo es una exquisita muestra de retórica administrativa: auxiliar de comisión depuradora). De modo no tan paradójico como parece a primera vista, todo censor, en el seno del régimen, también podía ser censurado. Algunos años más tarde, en 1962, Torrente Ballester apoyó públicamente la huelga que estaban llevando a cabo los mineros asturianos, con lo cual disolvió definitivamente los lazos que lo ligaban al franquismo y ganó en dignidad personal lo que pudo haber perdido de favor oficial. Con todo, cabe destacar que su actuación durante los años de dictadura no llegó a constituir ni siquiera el pálido reflejo de la de Camilo José Cela, cuya carta al comisario general de investigación y vigilancia ofreciéndose como delator y sus posturas políticas conforman un insuperable ejercicio de iniquidad.
Profuso crítico teatral del diario Arriba a partir de 1948 (trabajo que pierde a causa de su apoyo a la huelga minera) y autor él mismo de algunas piezas teatrales escasamente representadas (El viaje del joven Tobías, 1938; El casamiento engañoso, 1939; El retorno de Ulises, 1946, entre otras), su pasión por la dramaturgia no le impidió insistir con la narrativa. En 1957 publica El señor llega. La repercusión es tan escasa como la que recibiera su novela anterior, pero cuando ya está decidido a abandonar el ejercicio de la literatura se le concede el Premio Novela Fundación Juan March. El señor llega es el primer tomo de una trilogía que se completó con Donde da la vuelta el aire (1960) y La Pascua triste (1962) y que llevará como título general Los gozos y las sombras, un monumental fresco de la sociedad gallega de preguerra situado en la ciudad de Pueblanueva del Conde y que describe con mano maestra el pasaje del siglo XIX al capitalismo en medio de un juego de intereses económicos encontrados y contradictorios que se resolverá obedeciendo al paradigma conceptual del gatopardismo: algo cambia para que todo siga igual.
El mito de Don Juan siempre sedujo a Torrente Ballester, e imaginó en principio una obra de teatro con el tema. Andando el tiempo lo convirtió en novela y Don Juan se publicó en 1963 y fue reconocida por el autor como una de sus creaciones más queridas pese a la escasa repercusión que tuvo al momento de su aparición. La rebeldía de su Don Juan se aleja de la tipología romántica y se traduce en una rebeldía contra Dios. Huelga decir que la novela fue una de las que le trajo mayores problemas con la censura: se le propuso suprimir pasajes tan determinantes del texto que terminó por escribir una extensa carta dirigida al ministro de turno responsable de la censura (cargo que ocupaba en ese momento Manuel Fraga Iribarne) rebatiendo punto por punto las objeciones del censor. Finalmente la novela salió publicada con unas cuantas supresiones que bien pueden calificarse de menores.
Off-side (1969) es una novela coral donde todas las voces de una corte de los milagros integrada por prostitutas, homosexuales, fracasados y farsantes converge con el mundo de la alta política y las finanzas para dar forma a una obra que pinta a un país estancado, que no acaba de desembarazarse de las secuelas de la guerra y la posguerra y que no termina de despegar hacia el futuro.

El arte de la fuga


Pero es recién en 1972, con la publicación de La saga/fuga de J.B., cuando le llega el reconocimiento unánime.
La fama no sólo llega a destiempo, sino que llega bajo las formas más curiosas. La saga/fuga de J.B. es, probablemente, la mejor novela de Torrente Ballester, pero también la de lectura más exigente, la de argumento más intrincado y la que más placer puede deparar al lector que culmine esas seiscientas sesenta y ocho páginas de prosa impecable y sorprendente. El lugar físico donde se desarrolla La saga/fuga… es la ciudad gallega de Castroforte del Baralla, inexplicablemente ignorada por los cartógrafos, soslayada en los catastros y destinada a desaparecer a menos que alguien lo impida. La tradición reza que el único que puede impedirlo es un hombre cuyas iniciales sean J.B. Hubo varios en el pasado y hay tres en la actualidad. La saga/fuga… cuenta un siglo de historia de Castroforte y es una de las cumbres del arte narrativo de Torrente, a punto que Pere Gimferrer señaló: “He leído pocas novelas tan divertidas como La saga/fuga de J.B., pocas, también, regidas por tal lucidez creadora. El libro es, sencillamente, una obra maestra”.
Si La saga/fuga de J.B. le proporcionó el reconocimiento literario, diez años después de su publicación se consumaría un hecho que iba a situar a Torrente Ballester en la más absoluta notoriedad. Adaptada por Jesús Ravascués, dirigida por Rafael Moreno Alba y supervisada por el propio autor, Televisión Española emitiría a lo largo de trece capítulos, en el transcurso del año 1982, la teleserie titulada Los gozos y las sombras, basada en la trilogía de Torrente Ballester. La serie fue un éxito rotundo en todos los países de habla hispana, resituó la entera obra de Torrente y lanzó a la fama a dos intérpretes de la talla de Charo López y Eusebio Poncela.
Quien con mayor lucidez ha reflexionado en torno de su particular estética ha sido el propio Torrente a lo largo de las páginas de Los cuadernos de un vate vago (1982), curioso libro constituido por un conjunto de soliloquios desarrollados ante un grabador entre 1961 y 1976, y luego plasmados en letra impresa. Torrente es, en efecto, un realista, adscripto, en sus propias palabras, a “algo que pudiéramos llamar convencionalmente realismo, en el sentido de que las cosas deben ser realizadas, no aludidas, no narradas; realizadas, es decir, convertidas en reales. De que las cosas, los hechos, las personas tengan una entidad real presente”. Esta definición es una piedra de toque de su narrativa. La saga/fuga de J.B., por ejemplo, está dotada de un realismo rabelaisiano y delirante (de hecho y bajo determinadas condiciones, la ciudad de Castroforte puede levitar), pero absolutamente ajustado a la lógica interna de la novela; vale decir, un realismo delirante, pero verosímil sin atenuantes. Nada en la obra de Torrente Ballester se explica, sino que se realiza; y ésa es, al fin y al cabo, la diferencia elemental pero sustantiva entre un ensayo y una novela. Un novelista escribe una historia de ficción que se sostiene en sus propios términos, aunque para la posmodernidad éste sea un gesto poco menos que descomedido.
La estructura de las obras mayores de Torrente es de carácter musical, más precisamente obedece a la forma de la fuga: un tema que se reitera de manera sistemática y que en cada reiteración se enriquece con nuevos elementos hasta conformar una pieza de infinitos matices.
Probablemente sea Torrente Ballester –por estilo, por cadencia, por modos de abordar la ficción– el novelista español de raigambre más cervantina del siglo XX. No en vano, luego de la publicación de La saga/fuga de J.B., José Saramago dijo de una vez y para siempre: “Hasta ahora había una silla vacía a la derecha de Cervantes, que acaba de ser ocupada por Gonzalo Torrente Ballester”.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/la-derecha-de-cervantes