¿Quién debe resolver la
profunda crisis de Puno?
Entre un presidente saliente que sostiene que con él no es la cosa, y un presidente entrante que prefiere estar en funciones para tomar decisiones, la grave crisis puneña continúa, acumulando muertes, ocasionando destrozos y dejando la sensación de que se está pagando la inacción de muchos años y que la solución no es de corto plazo.
Luego de 43 días de la crisis en Puno, la declaración de anteayer del presidente Alan García es francamente sorprendente: “Es inocultable que este no es un tema en contra del gobierno que termina en treinta días; aquí hay oscuros intereses políticos que creen que ha llegado el momento de adueñarse de una parte del poder ante el cambio de gobierno. Lo que se busca es presionar al próximo gobierno y al presidente Humala haciendo estas advertencias y esas demostraciones de fuerza”.
Si el presidente García cree que él no es responsable de la turbulencia puneña porque esta apunta a Ollanta Humala, sería poco lo que él podría hacer, lo cual explicaría su inacción e invitación al presidente electo a participar en su solución.
La administración García quiere pasarle la factura –incluidas las muertes lamentables que están ocurriendo en Puno y en otras regiones como Huancavelica– al presidente electo.
A su vez, este plantea el diálogo y la concertación entre el gobierno en ejercicio y los líderes puneños. “Emplazo al gobierno central a que solucione este problema”, ha dicho Humala.
Es poco lo que puede hacer un presidente electo para intervenir, en la práctica, más allá de ‘llamados a la paz’, por ser alguien que aún no dirige nada y que podría ser fácilmente acusado de interferencia por la administración en ejercicio.
Pero también es cierto que es poco lo que puede hacer el presidente García para resolver, en los solo treinta días que le quedan, un problema que es muy complejo, tal como se constata en estos días a través de los análisis y testimonios como el de Martha Giraldo –que nos hizo coincidir ayer a tres columnistas de este diario– que explican las raíces profundas de problemas antiguos que no son entendidos en la capital como los que ahora explotan en Puno, Huancavelica, Huancayo, etc.
No es, como dice García, que el problema sea contra Humala, sino contra esos problemas de fondo en los que su gobierno tuvo una actitud frívola y escaso interés por encararlos desde la raíz y desde el inicio de su gobierno con el fin de que las soluciones lleguen quizá después del final del suyo.
El gobierno de Humala deberá ser, por tanto, el que empiece a encarar esos problemas cuando le corresponda tomar decisiones desde el 28 de julio. Ojalá que su administración tenga ideas, planes y equipos para esa misión, más allá de lo que está diciendo ahora, es decir, simples invocaciones al diálogo
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ Por Augusto Álvarez Rodrich