Apuestas en línea, el circo sin el pan
por Marie Bénilde
“Juego por internet desde hace seis meses, y cada mes pierdo el 20% de mi salario. Ahora estoy desempleado, tengo más cuidado. Me despierto de noche para jugar. Rechazo invitaciones, para poder seguir jugando. Quedo en ridículo frente a personas razonables”.
Este testimonio de “Gilles”, publicado en el sitio Le Monde.fr (1), no es de los que suelen captar la atención de los medios franceses. Desde junio de 2010, fecha en que entró en vigor la ley sobre los juegos de azar por dinero en internet, los sitios de apuestas deportivas y de póker, pero también algunos canales de televisión, radios y grupos de prensa, se disputan la preferencia del público. Ese mercado, estimado en 5.000 millones de euros para cuando alcance “su velocidad de crucero”, despierta la avidez de la industria del espectáculo tanto como la de los dueños de casinos o de los turfistas.
La liberalización de los juegos y las apuestas deportivas por internet es el resultado de un paciente trabajo de lobbying, en el que chocaron el engaño, el malentendido y el conflicto de intereses. El 12 de mayo de 2010, la ley “relativa a la apertura a la competencia y a la regulación del sector de los juegos por dinero y de azar” fue adoptada de urgencia. Menos de un mes más tarde, el mercado se abría con la Copa del Mundo de Fútbol en Sudáfrica; los operadores de apuestas deportivas, como Eurosportbet, filial del canal de televisión TF1, contaban con poder canalizar en su favor a los numerosos amantes de ese deporte. Durante los partidos, el comentarista Christian Jean-Pierre informaba cuanto pagaba cada equipo e invitaba a los telespectadores a entrar en el sitio TF1.fr, donde figura en lugar destacado un acceso a Eurosportbet.
Al término de la competencia, el 11 de julio, se habían abierto 1,2 millones de cuentas activas en los sitios de apuestas por internet, mientras que los quince operadores autorizados por la Autoridad de regulación de juegos en línea (Arjel) habían facturado 83 millones de euros.
Es casi el doble de los 43 millones de euros generados en Internet por la Francaise des Jeux (FDJ) durante 2009, cuando aún poseía el monopolio oficial de la actividad. “La demanda no creció de forma fulgurante, sino que se trasladó a la oferta legal”, estima la FDJ (2). Así, como podía preverse, esta empresa, propiedad del Estado en un 72%, apoya el discurso del gobierno según el cual la nueva ley tiende a reducir la atracción de los 25.000 sitios ilegales.
¿Hay que conformarse por lo tanto con esa muestra de satisfacción? En marzo de 2009, al presentar su proyecto de ley, Eric Woerth, entonces ministro de Presupuesto, precisó que se trataba a la vez de “preservar los ingresos del Estado y de ofrecer un marco atractivo a los operadores”. Dicho de otra manera, la baja fiscalidad adoptada –un impuesto del 7,5% sobre las apuestas deportivas e hípicas y del 2% en el caso de los sitios de póker– no servirá para aumentar la caja del Estado. Pues resulta muy probable que éste sólo logre compensar la pérdida de ingresos generada por la desaparición de un monopolio creado por un edicto de Francisco I, en 1539, a través de un fomento desenfrenado de la demanda de juegos en línea. En efecto, el monopolio del Estado –que conserva sobre las apuestas “físicas”– resulta rentable: en 2008 la FDJ aportó al Tesoro público 2.500 millones de euros, es decir, el 27,7% de sus ingresos, mientras que el sistema Apuesta Mutual Urbana (PMU, en francés), sociedad mutual de apuestas hípicas, le transfirió 1.100 millones de euros, o sea el 12% de su recaudación. Por lo tanto, el Estado necesitará de un crecimiento muy significativo del subgrabado mercado de las apuestas por internet, para que le cierren las cuentas.
Dando la espalda al espíritu de la ley Hadopi, aprobada un año antes para combatir el consumo ilícito de contenidos culturales en internet, los legisladores no optaron por un dispositivo represivo para luchar contra la oferta ilegal de apuestas en línea, aunque se puede accionar judicialmente contra algunos sitios no autorizados por la Arjel. Al contrario, se dedicaron a legalizar los operadores que, ilegales en Francia, se promocionaban allí desde hace varios años, como por ejemplo la compañía Betclic, de Stéphane Courbit, patrocinador del club Olympique Lyonnais y amigo del Presidente francés.
Los lobbies del juego lograron hacer creer que existía una iniciativa europea para suprimir los monopolios. Sin embargo, desde el fallo Santa Casa del 8 de septiembre de 2009 respecto de Portugal, se sabe que no existe ninguna obligación de abrir a la competencia ese sector que Bruselas excluyó de su directiva sobre los “servicios”: así es que puede perfectamente quedar bajo el control de los Estados en nombre del derecho de los mismos a defender sus intereses en materia de salud y de orden público.
El 8 de julio de 2010, otra decisión autorizó a Suecia a defender su lotería nacional, prohibiendo la promoción de los juegos de azar por internet en los medios de comunicación. El fallo precisa: “Consideraciones de orden cultural, moral o religioso pueden justificar restricciones en cuanto a la libre prestación de los servicios por operadores de juegos de azar, particularmente en la medida en que podría resultar inaceptable permitir que se obtengan beneficios privados por medio de la explotación de un flagelo social o de la debilidad y el infortunio de quienes juegan” (3).
Lejos de apoyarse en esta jurisprudencia europea, la ley francesa ignora los riesgos ligados a la mediatización de los juegos. El texto sólo indica que hay que tratar de proteger a los menores, no exponiéndolos a publicidad en los programas que les están destinados. Pero el 19 de mayo, el Consejo Superior del Audiovisual (CSA), interpretó esa recomendación de manera muy evasiva, dejando en manos de los canales de televisión la tarea de “autocontrolarse” en el caso de los programas que pueden ser vistos por adolescentes, como los de tele realidad. El Reino Unido prohibió la promoción de las apuestas por internet entre las 5 de la mañana y las 22.30 horas en la televisión, y de 17 a 24 en las radio (salvo durante las transmisiones deportivas). El órgano regulador francés se inclinaba por una adaptación de las reglas sobre el juego británicas; el intenso lobbying de los canales de televisión impuso otra cosa.
Por lo tanto, los medios obtienen múltiples ventajas de la promoción de los juegos en línea. En primer lugar, en el propio plano publicitario, esperan facturar no menos de 250 millones de euros por año. Además, cuando no son indirectamente operadores de apuestas, como TF1 a través de Eurosportbet, o el grupo Amaury (L’Equipe, el Tour de France, el Dakar) por medio de Sajoo.fr, están asociados con ellos: por ejemplo, RTL se asoció con el PMU para un programa de pronósticos hípicos.
Al ofrecer una prolongación en internet que lleva a una plataforma de apuestas, ese sistema genera ganancias extra –gracias a una comisión sobre las apuestas– que diversifican las fuentes de ingreso. Con la aparición de la televisión interactiva se incitará a los telespectadores a apostar directamente en línea, haciendo clic sobre la opción elegida durante una transmisión deportiva. El operador de cable Numericable acaba de hecho de firmar un acuerdo con la compañía Betclic. Por otra parte, la telefonía celular promete las mismas posibilidades.
Así, todo está listo para transformar a Francia en una nación de apostadores electrónicos. Cuando las cajas del Estado se vacían, clásicamente se comienza a ver con buenos ojos los juegos de azar, impuestos indirectos que se espera sirvan para aportar dinero al Tesoro público y para calmar las tensiones sociales: panem et circenses – pan y circo.
Pero esta vez la liberalización se hace fundamentalmente en beneficio de algunos patricios, más conocidos con el nombre de “club del Fouquet’s”, en referencia al círculo de patrones que en mayo de 2007 acudieron a festejar la elección de Nicolas Sarkozy: Bernard Arnault (y su hijo Antoine, contratado por Bwin), Stéphane Courbit, Martin Bouygues, etc. Incluso Florence Woerth, esposa del ministro que elaboró la ley, no es ajena al mundo de las apuestas hípicas: junto a esposas de empresarios creó la caballeriza Dam’s, que se ocupa tanto de caballos de carrera como de asesoramiento en desfiscalización.
Esta privatización del espacio lúdico presenta riesgos de conflicto de intereses, desde que un operador puede estar estrechamente ligado al difusor de la competencia, o incluso a su organizador. Basta con que un comentarista insista sobre tal o cual aspecto de una competencia deportiva, para orientar los pronósticos. Ahora bien, como señala Nicolas Béraud, presidente de Betclic, los sitios de apuestas deportivas son manejados por bookmakers cuyo oficio se parece “al de los traders de la City” (4). Éstos manejan las apuestas en tiempo real, y hacen variar las cotizaciones con el objeto de minimizar los riesgos que asumen. No es una paradoja menor que el gobierno pretenda moralizar el capitalismo y a la vez popularice esta “economía de casino”. La estafa de Bernard Madoff siempre es posible: en el póker, varios programas que se pueden descargar por internet, permiten controlar el juego de varios jugadores ficticios a expensas de un “incauto”.
Y ello sin olvidar los riesgos de lavado de dinero. En marzo de 2007, un informe del Grupo de Acción Financiera (GAFI) ponía ya en evidencia operaciones destinadas a lavar dinero por medio de las apuestas en línea. Y el 4 de junio pasado, un fallo de la Corte de Justicia europea convalidó la prohibición dispuesta por los Países Bajos de los sitios de juego en internet en nombre de la lucha contra el fraude y la criminalidad.
En el plano de la salud pública, los peligros son aun mayores. Desde 1980 los juegos por dinero están identificados como generadores de enfermedades comportamentales, cuya frecuencia aumenta con la oferta. Si consideramos que entre el 1 y el 3% de los jugadores franceses tienen una relación patológica con el juego, el aumento de la población de apostadores plantea un problema en sí mismo. Más aun en la medida en que los bonos concedidos por los operadores –500 euros para el póker en Sajoo.fr– resultan particularmente incitativos. Para el doctor Marc Valleur, médico jefe del hospital Marmottan de París, esa apertura a la competencia “ante todo aumentará los problemas de adicción y de abuso de esos juegos, a causa de la gran cantidad de publicidad que se les hace” (5).
Mark Griffiths, profesor de la universidad británica de Nottingham, que observó en paralelo el comportamiento de dos categorías de jugadores, conectados y no conectados (6), estima que los juegos “en línea” generan mayor dependencia potencial en razón del anonimato y de la soledad de los jugadores, de la ausencia de límite temporal o de mirada social crítica. Cabe preguntarse entonces si la única prevención posible no consiste en limitar la oferta.
La lucha contra la adicción, que sigue siendo uno de los objetivos proclamados por la ley francesa, parece entonces difícilmente compatible con la apertura a nuevos operadores. De ello resulta una forma de injusticia social señalada en la Asamblea Nacional por la diputada del Partido Socialista Aurélie Filippetti: “El Inserm mostró que el juego generaba más problemas sociales en las poblaciones más pobres, porque su porcentaje de gastos lúdicos es mayor, incluso cuando las sumas dedicadas al juego son menores”. Más aun cuando la ley, si bien prevé que no se pueda apostar sin tener crédito en la cuenta, no impide el recurso al crédito revolving y al sobre-endeudamiento.
Sin dudas, habrá que descubrir la nueva situación que se oculta detrás de esta nueva distribución de cartas. En su Histoire du poker (7), Frank Daninos muestra claramente que este juego de envite sólo tiene sentido si se lo juega por dinero, a pesar de considerarse que en él interviene menos el azar que la capacidad del jugador. La televisión, al vulgarizar las partidas gracias a cámaras miniatura que muestran las cartas de los jugadores, contribuyó en gran medida a popularizar la nueva imagen de un póker “deportivo, dramático y divertido”. Algunos famosos como Nicole Kidman y Ben Affleck (o Patrick Bruel en Francia), permitieron legitimar un juego concebido como un “puente cultural” hacia Estados Unidos, aun cuando el mismo es también “embriaguez del poder que hay que ejercer en una mesa para dominar, explotar y manipular las debilidades de los adversarios”.
Un juego por dinero, que no se juega en equipo sino individualmente, que no se juega contra la banca sino contra los “iguales a uno”, donde la agresividad es una cualidad fundamental y el engaño y la astucia son admirados bajo el nombre de “bluff”. Muchos son los que terminarán la partida groggy, suspirando como Alexis Ivanovith, el jugador de Dostoievski: “Dejé la mesa sintiéndome aturdido”.
1 8-10-09.
2 AFP, 14-7-10.
3 AFP, 8-7-10.
4 Véase la Carta de la industria de los juegos por dinero en línea (Igamingfrance.com), 16-7-09.
5 Le Monde, París, 2-7-10.
6 Mark Griffiths, “Gambling online – problem gamblers more susceptible, research shows”, Nottingham Trent University, Ntu.ac.uk, 16-9-09.
7 Franck Daninos, Histoire du poker. Le dernier avatar du rêve américain, Taillandier, París, 2010
2 AFP, 14-7-10.
3 AFP, 8-7-10.
4 Véase la Carta de la industria de los juegos por dinero en línea (Igamingfrance.com), 16-7-09.
5 Le Monde, París, 2-7-10.
6 Mark Griffiths, “Gambling online – problem gamblers more susceptible, research shows”, Nottingham Trent University, Ntu.ac.uk, 16-9-09.
7 Franck Daninos, Histoire du poker. Le dernier avatar du rêve américain, Taillandier, París, 2010
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/apuestas-en-linea-el-circo-sin-el-pan