21 jul. 2010

La teoria siempre ha sido un fuerte intelectual y la praxis un hecho medido y regulado por el medio social movido de acuerdo a intereses politicos y en este caso Religiosos, pero la universidad siempre sera esa voz de la integralidad de la sociedad peruana.

Una Universidad para todo el Perú

Por Pepi Patrón

Universidad es sinónimo de universalidad


La Universidad Católica es un espacio de pluralidad y de libertad. Creemos firmemente que no hay educación universitaria sin libertad. La libertad es el presupuesto de toda educación digna de tal nombre. Un espacio donde todas las voces caben. Para ello debemos seguir siendo una comunidad libre, sin interferencias ni restricciones.



Sin censuras ni vetos. Con una administración transparente y honesta. Queremos seguir formando ciudadanas y ciudadanos responsables, activos, críticos. Sobre todo solidarios, preocupados por la justicia y por los derechos de aquellos que, en nuestro país, todavía no tienen derecho a tener derechos.



En las últimas semanas muchas falsedades se han dicho sobre la Pontificia Universidad Católica del Perú, a raíz de la sentencia del Tribunal Constitucional. No soy especialista en derecho y no voy a hablar en términos jurídicos. Tampoco desde un punto de vista externo ni neutral, lo cual además es hermenéuticamente imposible. Soy ex alumna de la Universidad Católica, he sido Instructora, Jefe de Prácticas y profesora. Ahora, por la generosidad de colegas y de alumnos, pues sí, somos una comunidad democrática, ocupo un cargo de autoridad académica. Quiero hablar, desde dentro, de lo que somos y hacemos, no de lo que tenemos, aunque parece que eso es lo que interesa principalmente al Arzobispado de Lima y sus voceros, que incluso se han permitido hablar de las deudas que las autoridades tendrían que pagar por el “mal uso” de los famosos bienes heredados.



Es bueno recordar que la PUCP existe desde 1917, es decir, algunas décadas antes de la tan mentada herencia. Fue fundada como Universidad Católica, por el R.P. Jorge Dintlhac SS.CC. y un grupo de laicos, como una institución privada y sin fines de lucro. El primer Reglamento General de la Universidad ya señalaba que sus fines eran proporcionar una formación humanista y cristiana y una educación profesional, así como promover la investigación científica interdisciplinaria. Y seguimos manteniendo estos ideales fundacionales. Fomentamos una educación integral orientada tanto a la realización personal de nuestros alumnos y profesores como a construir un futuro mejor para nuestro país. Financiamos la investigación en todas sus formas, promovemos el arte y la cultura e inculcamos la solidaridad como virtud cívica.



Me siento muy orgullosa de pertenecer a una institución que busca la excelencia académica, que tiene principios éticos muy claros y que es, por vocación, una comunidad democrática en la que se respeta la diferencia y se ejerce la tolerancia. ¿Por qué es tan importante la autonomía para la vida de una universidad privada así concebida? Porque la autonomía (del griego nomos que significa ley) implica la auto legislación, una comunidad que se da a sí misma sus propias normas, que se auto legisla y se auto gobierna. Y que, además, maneja sus fondos de manera transparente y pública. Las auditorías anuales, hechas por agencias internacionales de amplio prestigio, así lo muestran y demuestran. A quienes insisten, con mala fe evidente, en la falta de transparencia y en el manejo oscuro de nuestros recursos, los invito a visitar nuestra página, www.pucp.edu.pe, entrar en la pestaña que dice La Universidad y acceder a los Datos Económicos que están al alcance de quien tenga la buena voluntad de buscarlos. Allí están nuestro presupuesto operativo, las escalas de pensiones, la distribución de nuestros gastos y los montos de las becas y subvenciones que otorgamos a nuestros alumnos, tanto por méritos académicos cuanto por carencias económicas.



Somos una universidad que aspira a la universalidad del saber y que, en tanto católica, se define como plural. Promovemos una multiplicidad de voces y hacemos grandes esfuerzos para tener entre nosotros a la pluralidad y diversidad que caracteriza a nuestro país. Y lo hacemos de varias maneras. Por ejemplo, es cada vez mayor el porcentaje de nuestros alumnos que viene de colegios públicos, ya se aproxima al 20% de nuestros postulantes, y de zonas de Lima difícilmente identificables con niveles socio-económicos A o B. Así, en el semestre 2010-1 los cinco distritos con más postulantes fueron, en primer lugar, San Martín de Porres, con más de 500 postulantes (el 30% ingresó), Lima Cercado también con más de 500 (el 32% ingresó), Santiago de Surco (ingresó el 49%), San Miguel (ingresó el 34%) y Los Olivos, casi 400 postulantes (ingresó el 26%). Además, de manera sistemática, un 10% de nuestros alumnos viene de otras regiones del país. Es, pues, un centro de educación superior en que se encuentran todas las sangres y que contribuye a democratizar, vía la educación, un país marcado por la desigualdad y la exclusión, tarea que en realidad le compete al Estado. Nuestra política de pensiones diferenciadas, es decir que cada quien paga según sus posibilidades, apunta directamente a sostener esta situación. Hay cinco escalas de pago y las dos más bajas concentran más del 50% estudiantes. Solamente el 40.5% de nuestro presupuesto es cubierto con las pensiones de los estudiantes de pregrado. La Universidad contribuye con fondos propios para que así sea, a través de inversiones y de un manejo responsable, que ya lleva muchas décadas, de sus propios recursos.



Gracias a estos esfuerzos, que incluyen a todos los que trabajamos en la PUCP, podemos ofrecer préstamos y créditos educativos a los alumnos con alto rendimiento académico y con dificultades económicas. En lo que va del año 2010 gozan de estas ayudas 150 estudiantes. Podemos enorgullecernos de que 2,371 profesionales estudiaron con un préstamo universitario. También tenemos un Sistema de Becas PUCP, cuyos objetivos son premiar la excelencia académica y brindar solidariamente la posibilidad de continuar los estudios universitarios a quienes tienen dificultades económicas. En lo que va del año 2010, hay 188 estudiantes becados, entre los cuales algunos vienen de Cañete, Cuzco, Cajamarca y el Callao. Para la PUCP, esto supone una inversión, porque no lo consideramos gasto, de 2’493,680 millones de soles, a lo cual se añaden aportes de particulares por un monto mayor al millón de soles.



Estos esfuerzos incluyen, por ejemplo, un convenio con los colegios Fe y Alegría para otorgar, anualmente, becas integrales a sus 30 mejores estudiantes en todo el Perú. También benefician a estudiantes y profesores de la Red Peruana de Universidades (RPU) que conformada por dos universidades de Lima, la PUCP y Cayetano Heredia, y diez universidades regionales. Por cierto, nuestros propios estudiantes y profesores hacen pasantías y estudios en dichas universidades, porque creemos firmemente que el aprendizaje y el enriquecimiento es mutuo, de ida y vuelta. También iniciamos este año un programa de becas de estudio para nuestros trabajadores administrativos.



Además de promover esta presencia diversa y múltiple de ciudadanos y ciudadanas del Perú, también es nuestra vocación académica que los estudiantes estén expuestos a una gran pluralidad de convicciones y creencias. Los debates en aulas y patios son parte de nuestra historia. Somos una comunidad marcada por la pluralidad y el respeto a la diferencia. Hay estudiantes y profesores con ideas de izquierda, de centro, de derecha y muchos independientes. De muchos credos y religiones. Y se discute mucho. Nuestros alumnos compiten por los centros federados o los tercios estudiantiles o por la representación en la Asamblea Universitaria, pero siempre en buena lid. También nos preciamos de ser una escuela democrática. Nuestros programas de responsabilidad social convocan voluntades y voluntarios, profesores y alumnos, autoridades y trabajadores.



En la Católica se inculca que hay que leer de todo y escuchar a todos. Que una universidad es eso, universal. Que no existe el libro vetado ni las etiquetas rojas (que sí existen, por ejemplo, en la Universidad de Piura). Nuestra Biblioteca así lo muestra. Que toda perspectiva que se sostiene en argumentos racionales debe ser examinada. Se enseña a discrepar con respeto y a criticar con argumentos. A deliberar. Y escuchamos con la misma atención a representantes de la Teología de la Liberación y a reputados miembros del Opus Dei. A jesuitas, recoletos y laicos; judíos, protestantes y agnósticos. Y negociamos respetuosamente con el Sindicato de Trabajadores. Y mostramos así con el ejemplo que en nuestra universidad todos cabemos. Por eso el lema de nuestros noventa años fue Bienvenidos Todos. Sabemos bien que en una universidad administrada por el actual Arzobispado de Lima, no todos serían bienvenidos, en particular quienes piensan distinto.



En suma, la Universidad Católica es un espacio de pluralidad y de libertad. Creemos firmemente que no hay educación universitaria sin libertad. La libertad es el presupuesto de toda educación digna de tal nombre. Por eso propiciamos nuestra autonomía y la autonomía de todos los miembros de nuestra comunidad. Lo contrario de la autonomía es la heteronomía, es decir que las normas que nos dirigen vengan de fuera. Y, peor aún, que vengan de una instancia intolerante y dogmática. Más preocupada por los bienes materiales que por la educación. Y eso atenta contra el espíritu de una universidad que se precia de fomentar el pensamiento crítico y el compromiso solidario con la justicia y los derechos humanos.



Somos tradición y modernidad; somos católicos y plurales; principistas y tolerantes; muy peruanos y abiertos al mundo. Queremos internacionalizarnos pero desde nuestras propias raíces; queremos brindar saberes universales, pero atendiendo a nuestra propia particularidad. Queremos formar ciudadanos del mundo y también ciudadanos bien peruanos. Mirar el mundo pero también mirar críticamente nuestras dramáticas desigualdades y nuestra enriquecedora diversidad. Enseñamos quechua, y también queremos que nuestros estudiantes se desenvuelvan en inglés. Tenemos que asumir estos retos y estas paradojas de nuestro tiempo. Creo que estas tensiones son la clave para entender la especificidad de nuestra Universidad Católica.
Ahora, como profesora, sólo puedo dar testimonio de la persistencia de esa virtud que es la tolerancia. Que es, justamente, el freno a todo pretensión absolutista, frente a la cual se afirmó ya en el siglo XVII. En filosofía se suele distinguir la tolerancia pasiva, aquella que soporta al otro con resignación, y la activa que nos dispone a respetar proyectos ajenos aunque no los compartamos. Por ello nuestro Fondo Editorial ha publicado en el 2009 más de 60 títulos nuevos, entre libros y revistas. No hay nada prohibido a la investigación. Por ello también es que en la Católica se han formado ciudadanos y ciudadanas que han desempeñado altísimas funciones en nuestra vida republicana, desde posiciones y convicciones distintas, incluso opuestas.
Creemos que la tolerancia hace posible la diferencia, la diferencia hace necesaria la tolerancia. El filósofo francés Jacques Derrida1, dice que a la universidad moderna se le debería reconocer en principio, además de lo que se denomina la libertad académica, una libertad incondicional de cuestionamiento y de proposición e, incluso, más aun si cabe, el derecho de decir públicamente todo lo que exigen una investigación, un saber y un pensamiento de la verdad. Es a eso, añade, a lo que debe referirse aquella insignia simbólica tan característica de muchas universidades, que recurre a la imagen de la luz en asociación con la verdad. Y la nuestra dice Et lux in tenebris lucet. Y la luz brilla en las tinieblas.
Queremos seguir aportando luz a nuestros estudiantes, a nosotros mismos y a nuestro país. Para ello necesitamos, debemos, queremos seguir siendo una comunidad libre y autónoma. Sin interferencias ni restricciones. Sin censuras ni vetos. Queremos seguir formando ciudadanas y ciudadanos responsables, activos, críticos. Sobre todo solidarios, preocupados por la justicia y por los derechos de aquellos que, en nuestro país, todavía no tienen derecho a tener derechos.
 Siguiendo a Aristóteles en la Ética a Nicómaco consideramos que no basta el conocimiento de la amistad para ser un buen amigo, ni el conocimiento de la justicia para ser justos. Es necesario formar los hábitos, las predisposiciones del carácter, las orientaciones básicas de las personas. Esta es la esencia de la formación ética. Mientras que la capacitación profesional es una educación para el trabajo, la formación ética es una educación para la convivencia2. En la Católica tratamos de fomentar ambas.
 Una universidad sin condiciones, parafraseando a Derrida, es lo que somos y por lo que seguiremos luchando. Esta es la Pontificia Universidad Católica del Perú, nuestra universidad, la que hemos construido todos a lo largo de noventa y tres años, durante difíciles etapas con profesores y trabajadores con sueldos bajos (que lo digan quienes sobrevivieron con cien dólares en los años ochenta) directivos y autoridades que no dudaron en entregar su tiempo, su energía y su buena voluntad para cimentar una institución sólida y respetada. Seguiremos apostando por un modelo educativo integral que se basa en principios éticos y en un compromiso con la justicia y la solidaridad en nuestro país.

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1 Cf. Derrida, Jacques, Universidad sin condición, Madrid: Trotta, 2002.

2 Fidel Tubino, “Formación humanista para el desarrollo humano” en El Futuro de las Humanidades, las Humanidades del Futuro, Lima: Fondo Editorial PUCP, en prensa, p. 193

Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/una-universidad-para-todo-el-peru