13 jul. 2010

Ya tenemos una nueva Globalizacion o lo qe es lo mismo una nueva mundialidad, un vínculo objetivo entre actores aparentemente dispersos

En el corazón de un giro planetario

Por André Bellon
Debilitamiento del mundo unipolar
Aquello que algo apresuradamente resumieron con la palabra “globalización” o el término muy ideológico de “mundialización” fue en realidad mucho más contradictorio de lo que creen sus chantres. Éstos quisieron imponer una lectura apologética de la historia contemporánea, olvidando o despreciando el pasado, ignorando las líneas de oposición que afectaban el período, minimizando o presentando como arcaico cualquier cuestionamiento al nuevo orden.
Sin embargo, otra interpretación es posible. Robert Bonnaud, analista de los giros históricos, explica: “Durante el siglo XX, la historia se descentró, se desoccidentalizó. La expansión e incluso la innovación estaban mucho mejor distribuidas. Estaban... porque a partir los años 70 y 80, la situación evolucionó en sentido inverso… ¿Se trata, para las tres cuartas partes de la humanidad, del fin de la historia?” (1). De hecho, la invención del discurso sobre la globalización tuvo como principal función legitimar la dominación financiera occidental, bajo el manto de un amable y natural mundialismo.
Un doble desconocimiento se encuentra en el corazón de este discurso: por un lado, la actual globalidad no es en esencia sino la globalidad muy coyuntural de las cuestiones financieras; por el otro, la unidad planetaria de los fenómenos históricos no es una novedad. Hace ya un siglo y medio, el historiador y filósofo francoitaliano Joseph Ferrari escribía: “En mi Historia de las revoluciones de Italia, mostré cómo los más diversos Estados iban por el mismo camino, sin saberlo… (Intento confirmar) estas generalizaciones explicando el mundo a través de China” (2). Toda época sería así una suerte de mundialización o, más precisamente, de mundialidad. La única cuestión sería saber entonces cuáles son los fenómenos mundiales dominantes, y a quiénes benefician.
De un modo bastante iconoclasta, el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) planteó en 2008 la cuestión central: “¿La mundialización es un factor de paz? Algunas conclusiones explican tanto las actuales relaciones como los conflictos pasados: “Cuanto más abiertos son los países al comercio internacional, mayor es su conflictividad. El comercio bilateral entre dos países disminuye la probabilidad de una futura guerra entre esos dos países. El comercio total multilateral entre esos dos países y el resto del mundo aumenta la probabilidad de una futura guerra entre ellos. No existe una relación clara y evidente entre comercio mundial y prevalencia de conflictos (1870-2001)” (3).
 
El debilitamiento del mundo unipolar a fines del siglo pasado y la aparición en la escena comercial de nuevos países demográficamente dinámicos (Brasil, China, India, Sudáfrica…) acentúan hoy los enfrentamientos tanto más cuanto que el neoliberalismo transforma los bienes esenciales en recursos escasos: agua, tierras cultivables, hidrocarburos, etc.
Desde luego, la solidez y la preeminencia de los intereses occidentales pudieron alimentar las ilusiones respecto de un relativo equilibrio del mundo. Los intercambios transatlánticos continúan siendo el principal motor de las relaciones comerciales internacionales, y la potencia estadounidense parece garantizar cierta estabilidad. Pero el mundo unipolar surgido de los años 90 reveló contradicciones hasta entonces ocultas.
Los sucesivos planes de reactivación pusieron en evidencia la inestabilidad de la economía estadounidense. Desde 2003 y su intervención en Irak, Estados Unidos, debilitado, vive el fracaso del hard power militar. Los recursos presupuestarios ya no pueden responder a la situación y las mismas fuerzas armadas sufren una suerte de crisis; el equipamiento de la US Air Force, la Navy y los marines es cada vez más viejo y el costo de mantenimiento más alto. Aparentemente, la “política del garrote” ha dejado de ser realista, aun cuando no haya que descartar una intervención en Irán, ya sea directa o a través de Israel; además, los regímenes que servían de relevos locales, como el de Egipto o Argelia, parecen debilitarse.
La tradicional alianza transatlántica parece profundamente sacudida, e incluso el comercio, garante teórico de buenas relaciones, está decayendo. Así, el Consejo Económico y Social francés comprueba: “Las diferencias comerciales que enfrentan en particular a Estados Unidos con la Unión Europea se caracterizan cada vez más por la no implementación de las decisiones arbitrales del órgano de resolución de diferendos de la Organización Mundial del Comercio” (4). Lo que lleva a preguntarse por una armonía hasta entonces presentada como históricamente evidente. “Estados Unidos y Europa, ¿pertenecen hoy a dos mundos diferentes? El debate sobre el vínculo transatlántico suele derivar en un debate sobre la perennidad de la comunidad de valores entre ambos continentes” (5), observaba en 2005 Axel Poniatowski en un informe de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional” (6).
Europa misma, pese al gran avance en el crecimiento de su mercado único, es objeto de fuerzas centrífugas. Si bien un aumento muy sensible del comercio interior acompañó la formación de la Unión hasta 1990, el crecimiento del comercio intracomunitario es actualmente, a pesar de su ampliación a 27 miembros, menos sostenido que el de las exportaciones destinadas a países que no forman parte de la Unión Europea. Incluso el comercio en el seno de la zona euro disminuyó notablemente (7).
 
Paralelamente, las relaciones políticas internas en la Unión cambiaron profundamente. Desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la ampliación de la Unión en 2004 a países de Europa del Este, Alemania se encuentra en el centro geoestratégico del Viejo Continente. Símbolo de su importancia: integra el grupo de contacto sobre la cuestión nuclear en Irán (8). La Corte Constitucional alemana de Karlsruhe le dio a esta situación un sentido jurídico al aceptar el Tratado de Lisboa, reservándose medidas destinadas a “asegurar la efectividad del derecho de voto y preservar la autodeterminación democrática” (9), afirmando a la vez la existencia y la perennidad del pueblo alemán, así como la inexistencia del pueblo europeo.
La Unión Europea vive de hecho entre una aparente profundización de su cohesión y el desarrollo de sus contradicciones internas. Así, en el mismo momento en que los dirigentes europeos fuerzan el nacimiento de un Tratado de Lisboa –hijo de los años 90–, Joschka Fischer, ex ministro alemán de Relaciones Exteriores, anuncia el final de época declarando: “Hoy ya no introduciríamos el euro. Nos volvimos gaullistas... Vemos cada vez más a Europa como un medio, no como un proyecto” (10).
Todos estos acontecimientos permiten percibir reequilibrios y pensar que la Unión Europea, un duopolio Estados Unidos / China y una transformación del G8 en G20 posibilitarán gestionar el mundo sin cuestionar la “buena gobernanza”. Pero el mundo se encuentra a la vez en un intento por mantener esta estabilidad y en una dispersión que la contradice.
Un rompecabezas de alianzas de geometría variable caracteriza la oscilación entre un antiguo equilibrio y otro en construcción. Frente a la globalización financiera, regresan las estrategias nacionales, un patriotismo económico y social como en Alemania o Rusia, e incluso una dimensión más contestataria del orden global en América Latina.
Los grupos de Estados ligados por acuerdos oficiales se multiplican: paralelamente a la Unión Europea, se celebraron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN). China es hoy el primer socio comercial de Japón, y este último realiza la mitad de sus intercambios externos con la región que se extiende de Corea del Sur y China a Australia. Al mismo tiempo, el grupo compuesto por Brasil, Rusia, India y China (BRIC) reivindica oficialmente un nuevo equilibrio internacional; se estima que “su peso total en la economía aumentará del 10% en 2004 a más del 20% en 2025” (11).
Estas nuevas solidaridades sostienen y critican a la vez el orden dominante, tal como lo muestran los fracasos de la Ronda de Doha sobre el comercio y la Cumbre de Copenhague sobre el clima. De manera más radical, surgen nacionalismos económicos que se oponen a este mismo orden. Así, la Organización de Cooperación de Shangai (OCS) (12) exhibe, desde luego, objetivos económicos, pero adquiere un aspecto muy político organizando ejercicios militares ruso-chinos que simulan lo que se parece a un desembarco en Taiwán.
En otro continente, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) agrupa a países de América Latina y el Caribe que se oponen a la tradicional dominación estadounidense. Afirmando el principio de la soberanía popular, cuestionan la dominación del dólar con la creación del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE), moneda común adoptada el 16 de abril de 2009. El nacimiento de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) marcó en particular la toma de autonomía de Brasil.
En el nuevo “mundo multipolar”, los mismos actores pueden ser a la vez aliados y opositores. Así, Rusia y China –ambos miembros del BRIC y el Grupo de Shangai– aceptan el discurso antiterrorista de Washington… manteniendo lazos con Teherán. Pekín, que garantiza el dólar con sus compras de bonos del Tesoro estadounidense, menciona reiteradamente la posibilidad de una moneda asiática, y la vinculación del yuan al dólar. Brasilia mantiene buenas relaciones con Washington, pero también con La Habana, y apoya el acceso de Teherán a la energía nuclear para uso civil. Luchando en su país contra la jerarquía católica, en nombre de la laicidad, el presidente venezolano Hugo Chávez expresa su apoyo al régimen teocrático de Mahmud Ahmadineyad. Gran amigo del jefe de Estado Luiz Inácio Lula da Silva, el boliviano Evo Morales cuestiona el papel del G20… en el cual Brasil desempeña un rol importante.
Tratando de reaccionar contra la voluntad de emancipación, las fuerzas conservadoras apoyan el golpe de Estado en Honduras, amenazan a Venezuela o se alegran del retorno de la derecha en Chile. Las ilusiones se multiplican respecto de una mundialización más moral, más social o ecológica y más equilibrada. Si bien el orden existente dispone de medios para perdurar, la crisis ideológica del mundialismo y su epicentro Estados Unidos debilitan la confianza de la que aún goza; la crisis financiera desatada en 2008 lo ha demostrado.
Las alianzas nuevas o potenciales que reflejan la búsqueda de un nuevo paradigma son demasiadas como para que se las pueda considerar marginales. El historiador y cronista William Pfaff, especialista en política exterior estadounidense, establece un paralelo entre el triunfo de la oposición socialdemócrata en Japón, la elección de Obama en Estados Unidos y el debate desarrollado en el Reino Unido sobre el futuro de las relaciones transatlánticas (13). A esta lista pueden sumarse muchos posicionamientos nuevos tales como la evolución de la diplomacia alemana, los nuevos contactos entre Rusia y Polonia, las reorientaciones estratégicas de Turquía (14)… Así se perfila, según Joseph Ferrari, una nueva mundialidad, es decir, un vínculo objetivo entre actores aparentemente dispersos.


1  Robert Bonnaud, Y a-t-il des tournants historiques mondiaux?, Kimé, París, 1992.
2  Joseph Ferrari, La Chine et l’Europe. Leur histoire et leurs traditions comparées, Librairie académique, París,1867.
3  CNRS, Instituto de Ciencias Humanas y Sociales, 14-4-08. 
4  Consejo Económico y Social, Dictamen del 24 de marzo de 2004 a partir del informe de Michel Frank, París.
5  El abandono del escudo antimisiles puede analizarse también como un interés menos prioritario de Estados Unidos respecto de Europa.
6  Informe 2.567 del 11-10-05.
7  La parte del comercio exterior intrarregional de los 15 representó hasta el 66% en 1990; era del 61% en 2004. Dentro de la zona euro, este indicador pasó del 55% en 1990 al 51% en 2004.
8  Este grupo está integrado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, todos ellos potencias nucleares, más Alemania.
9  Fallo del 30 de junio de 2009 sobre la constitucionalidad del Tratado de Lisboa.
10  Citado por Arnaud Leparmentier en Le Monde, 16-7-09.
11  “BRIC II et la croissance Big-Bang”, Rediff.com, 10-11-04.
12  La OCS, también llamada Pacto de Shangai, agrupa a Rusia, China y varios países de Asia Central.
13  “Notes sur une tentative de révolte”, 5-9-09, www.dedefensa.org.
14  Wendy Kristianasen, “El mundo visto desde Ankara”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, febrero de 2010.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/en-el-coraz%C3%B3n-de-un-giro-planetario