9 jun. 2010

Aun quieren llegar a Occidente: En la frontera entre Pakistán y Afganistán los kalash, un pueblo no islamizado y de rasgos culturales muy diferenciados de sus vecinos, se lanzan a la recuperación de las claves simbólicas de una historia confusa e improbable. Según ella, Alejandro Magno habría pasado por esa región y ellos serían descendientes de sus soldados. Grecia estimula esa visión y otorga ayudas para afirmar la supuesta herencia helena de ese remoto rincón de Asia. Nunca es tarea fácil discernir el mito de la realidad.

Los nietos de Alejandro Magno

Por Nicolas Autheman*
Unos inesperados descendientes en Pakistán
 
En la frontera entre Pakistán y Afganistán los kalash, un pueblo no islamizado y de rasgos culturales muy diferenciados de sus vecinos, se lanzan a la recuperación de las claves simbólicas de una historia confusa e improbable. Según ella, Alejandro Magno habría pasado por esa región y ellos serían descendientes de sus soldados. Grecia estimula esa visión y otorga ayudas para afirmar la supuesta herencia helena de ese remoto rincón de Asia. Nunca es tarea fácil discernir el mito de la realidad. 
Para los occidentales que aún se aventuran a viajar a Pakistán, la visita al lejano valle de Chitral, en el macizo de Hindu-Kush, zona fronteriza con Afganistán, es sin dudas uno de los puntos culminantes de la visita. Si en medio de ese marco natural impresionante, esos viajeros se detuvieran en los poblados kalash, no estarían lejos de experimentar la misma emoción que Alejandro Magno cuando, luego de su larga conquista de Persia, encontró en la ciudad de Nysa (1) un pueblo que curiosamente practicaba los mismos rituales dionisíacos que en su país natal (2).
Diferenciándose de un entorno austero y tardíamente convertido al islam, los kalash, politeístas, utilizan vino en sus ritos religiosos y rechazan el velo para sus mujeres. En Bumburet, uno de los tres valles donde viven, la sorpresa es aún mayor: allí se eleva la Kalasha-Dur, un inmenso edificio nuevo de tres pisos, sobre el cual se ve una placa en griego, y que alberga una escuela, un centro sanitario y hasta un museo cuyas columnas fueron esculpidas siguiendo los cánones de la arquitectura jónica.
Desde hace algunos años, Wazir Zada, un joven kalash, intenta que el Parlamento en Peshawar reconozca los derechos de la minoría kalash. Sin embargo, en las altas praderas donde vive tiene escasos recursos y territorios para reivindicar, salvo la defensa de una simple diferencia cultural en un ambiente crispado: reclamar por que se respete el derecho a producir y consumir vino. Ésta es una actividad poco apreciada por los musulmanes ortodoxos, que la utilizan con fines proselitistas. “Todas esas iniciativas para frenar la cultura del vino son hipócritas. Muchos musulmanes del valle de Chitral vienen a beber con nosotros; el vino es algo muy antiguo en estos valles”, afirmó Zada.
Zareen Khan, un joven que se fue a vivir y a estudiar a Peshawar, recuerda que en la década del 50 había 30.000 kalash. La gran mayoría debió convertirse bajo la creciente presión de un islam exigente, que carcomía Pakistán. “Actualmente somos apenas tres mil” se lamenta Khan señalando una nueva mezquita construida en medio del valle.
En el marco de esas reivindicaciones es donde surge la figura de Alejandro Magno. “Hace algunos años se encontraron monedas de oro con la efigie de Alejandro en una gruta de Bumburet”, afirmó Khan. Es cierto que los viejos kalash, custodios de una tradición que se está extinguiendo, jamás evocan la figura del conquistador macedonio. Pero los jóvenes hablan de su posible paso por la región, y subrayan a menudo los beneficios de la Kalasha-Dur, que permite que los niños vuelvan a aprender sus tradiciones.
La Kalasha-Dur es antes que nada la obra de un griego apasionado, Athanasis Lerounis, un ex docente que trabaja en los valles kalash desde hace casi treinta años para la ONG Greek Volunteers. Desde hace unos veinte años, profesores y médicos griegos están presentes en esos lejanos valles. En 2001 recibieron importantes ayudas financieras del Hellenic Aid, el programa de cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores griego. En abril de 2005, Atenas e Islamabad firmaron un acuerdo de cooperación que subrayaba los “lazos culturales” existentes entre ambos países. Recientemente, con tal motivo, varios estudiantes kalash recibieron becas para estudiar en Grecia.
El Hellenic Aid no desea revelar el monto de las subvenciones acordadas, pero seguramente llegan a “millones de rupias” (3) según Maureen Lines, que dirige desde hace más de veinte años la ONG inglesa Hindu Kush Conservation Association. En general se justifica esa “cooperación” por los párrafos del relato de Arriano (4) que describen el cruce del Parapamisos, actual Hindu-Kush, por Alejandro Magno y sus generales (el año 329 a.C.). Y hasta en ciertos casos, por teorías más imaginativas, que presentan a los kalash como descendientes de prisioneros jónicos o sirios, enviados por los griegos a los confines del Imperio.
Sin embargo, no existe ninguna vinculación probada entre los kalash y Alejandro Magno, o los descendientes del ejército griego de entonces. Esta región del Hindu-Kush nunca formó parte de la satrapía (división administrativa del imperio persa) de Bactrian, por él conquistada. Para Augusto Cacopardo –uno de los etnólogos que desde hace treinta años lleva adelante las investigaciones más precisas sobre el tema (5)– cuando comenzó su trabajo no existía ninguna huella de un personaje que pudiera aproximarse a Alejandro Magno en la tradición oral o en la mitología kalash. Por otra parte, la lingüística pone claramente en evidencia la ausencia de lazos entre el griego y el kalashamon, la lengua kalash. Los escasos lazos linguo-sintácticos que pudieron despertar expectativas entre los lingüistas griegos, obedecen sólo al lejano origen común de lenguas pertenecientes a la familia indoeuropea. Los kalash son en realidad el último pueblo proveniente de los kafirs (literalmente “los infieles”) la gran mayoría de los cuales fueron convertidos al islam hace menos de dos siglos, en una región inestable que es hoy en día el Nuristán (el Reino de la Luz), en Afganistán. Por lo tanto, su presencia sería muy anterior a la llegada de Alejandro a la región. 

De bárbaros y civilizados 


Al observar en los últimos veinte años el resurgimiento del mito de los descendientes griegos perdidos en las montañas del Hindu-Kush, Cacopardo trazó  su historia. En Occidente, la referencia osciló sobre todo entre relatos de viajes (desde Marco Polo hasta los exploradores ingleses) y el mito literario (6). Sus investigaciones permitieron develar una dimensión aun más inesperada: esa leyenda fue mantenida en la región durante muchos siglos por los soberanos musulmanes locales como marcador de identidad. Los soberanos del Badakhshan no dudaban en adjudicarse el título de “Zulqarnain” (que significa “con dos cuernos”) en referencia al epíteto que designaba a Alejandro en su versión coránica (7). El etnólogo también pudo identificar huellas de ese relato entre los antiguos soberanos de la Hunza y de Swat, en Pakistán. Una de las principales razones de esa referencia a Alejandro reside muy probablemente en que la misma les permitía establecer alianzas locales en nombre de un improbable “lazo de fraternidad” con el nuevo conquistador inglés.
Cerca de dos siglos después de los soberanos del Badakhshan, Alejandro Magno reaparece. En efecto, los recientes estudios del psicosociólogo Nikos Kalampalikis muestran su creciente presencia en la construcción identitaria contemporánea griega (8). Su reaparición en ese país parece ocurrir en las mismas fechas (hace cerca de veinte años) que en las registradas en el Hindu-Kush. La novedad se manifiesta, por ejemplo, en el conflicto que opone a Grecia y a la República de Macedonia. Desde su independencia en 1991, la ex República yugoslava de Macedonia (según la denominación oficial de las Naciones Unidas) está enfrentada con Grecia respecto de las respectivas herencias identitarias.
La República de Macedonia exhumó de la Antigüedad los símbolos olvidados que la distinguen de sus vecinos albaneses y búlgaros. Pero Atenas sigue oponiéndose, a nivel de relaciones diplomáticas, a aceptar la denominación de República de Macedonia a un Estado al que acusa de plantear reivindicaciones sobre su provincia homónima. En 1992, la inclusión en la bandera de Macedonia del sol de Vergina, un símbolo descubierto en 1977 en una tumba, supuestamente de Felipe II de Macedonia –el padre de Alejandro– provocó furor en las autoridades griegas. Ante esas protestas, la República de Macedonia retiró ese símbolo de su bandera en 1995. Lo que no le impidió, en 2007, bautizar al aeropuerto de Skopie con el nombre de Alejandro Magno.
En esa escalada, ambas partes buscaron lógicamente una justificación extra de su identidad en aquellos que consideran sus “descendientes”. Los recientes apoyos financieros concedidos al programa de ayuda a los kalash pueden ser interpretados en esa perspectiva. En Grecia existen decenas de documentales, películas y libros recientes sobre los kalash. Por su parte, los macedonios no dudaron en afirmar que los verdaderos descendientes de Alejando se hallan en realidad en la Hunza, otro valle del Hindu-Kush. En julio de 2008, el príncipe Ghazanfar Ali Khan y la princesa Rani Atiqa, de la Hunza, fueron invitados a Skopie, y dijeron sentirse “honrados de volver a su país, Macedonia” (9). Interrogado sobre el tema, Kalampalikis expresó, no sin ironía, que evidentemente se podía hablar, en términos psicológicos, de “desplazamiento”.
Durante el mismo período, otro fenómeno de recuperación se añadió a esa reutilización del mito. Como los nuevos medios de comunicación permiten acceder a numerosos documentos escritos o iconográficos sobre los kalash, éstos acabaron simbolizando, a su pesar, a los pueblos occidentales en lucha por su identidad en un medio islámico hostil. Maureen Lines afirma que cada año recibe decenas de pedidos de información de parte de periodistas que buscan describir a un pueblo en lucha contra conversiones forzadas. Por lo tanto, en la construcción intelectual que procura dividir al mundo en civilizados y bárbaros (10), los descendientes de Alejandro Magno tienen un éxito creciente, como lo muestran los numerosos reportajes o referencias aparecidos en sitios de internet partidarios de una identidad occidental homogénea, ya sea nacional (11) o religiosa (12).
La reaparición del caso de los kalash, sin dudas tiene que ver con las similitudes asombrosas que existen entre los grandes temas identitarios planteados desde la Anábasis de Alejandro (13) respecto de la alteridad, del bárbaro y de la asimilación (14), y los que hallamos hoy en día en las teorías cercanas al “choque de civilizaciones”, donde el “Otro” pertenece primordialmente al área islámica. Al respecto, es posible preguntarse si una de las intenciones de Oliver Stone en su película Alejandro (2004) no era acercar Alejandro Magno a George W. Bush, ambos hijos de un “dirigente en jefe”, que continúa en Medio Oriente la conquista inconclusa de su padre.
Esta última forma de aprovechamiento es sin dudas más cercana a la verdad histórica. En efecto, Cacopardo subraya la muy alta probabilidad de que los kalash sean, al menos en esa zona, los últimos y valiosísimos representantes de culturas paganas indoeuropeas, que precedieron la llegada de los monoteístas, hecho ilustrado por sus rituales, cercanos al culto de Dionisos, el antiguo Dios llegado de Oriente en la mitología griega. Como lo muestra este caso, las “ilusiones identitarias” y sus variantes nacionales tienen como característica relatar historias fabulosas o escenificar uniones intelectuales inesperadas. La de Huntington y Dionisos no es seguramente la menos sorprendente. n 
1 Posiblemente, la actual Jalalabad en Afganistán, así llamada por su culto a Dionisos.
2 Flavio Arriano, L’Anabase d’Alexandre le Grand, Minuit, París, 1984, libro V, cap. I a III. Escrito en el siglo II, el texto de Flavio Arriano es considerado el relato más confiable de las expediciones de Alejandro.
3 Es decir, varias decenas de miles de dólares.
4 Ibid, libro IV.
5 Alberto Cacopardo y Augusto S. Cacopardo, Gates of Peristan, Istituto Italiano per l’Africa e l’Oriente, Roma, 2001, y Augusto S. Cacopardo, Proceedings of the First International Conference on Language Documentation and Tradition, with a Special Interest in the Kalasha of the Hindu Kush Valleys, Himalayas, Universidad de Tesalónica, Grecia, 7/9-11-08.
6 Rudyard Kipling, The Man who would be King (1888), y la película homónima de John Huston (1975).
7 Corán, S. XVII, 83, 84, 85.
8 Nikos Kalampalikis, Les Grecs et le mythe d’Alexandre. Etude psychosociale d’un conflit symbolique à propos de la Macédoine, L’Harmattan, París, 2007.
9 “Hunza Royals visiting Macedonia”, Macedonia Daily, 12-7-08.
10  Tzvetan Todorov, La peur des barbares. Au-delà du choc des civilisations, Robert Laffont, París, 2008.
11 Se pueden hallar numerosas referencias a los kalash en el sitio Altermediainfo.com, cuya versión original estadounidense fue fundada por David Duke, ex brujo imperial de los caballeros del Ku Klux Klan.
12 Particularmente en numerosos sitios religiosos ortodoxos.
13  Flavio Arriano, op. cit.
14 Cabe recordar la revuelta de Opis, en 324 a.C., durante la cual los generales de Alejandro le reprocharon a éste la atribución de las más altas funciones militares a los persas. 

 *Experto en Relaciones Internacionales.
“Actualmente somos apenas tres mil”, se lamenta Khan señalando una nueva mezquita.
Tomás Fredo. Isótopos (30 cm x 30 cm). 2009.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/los-nietos-de-alejandro-magno