18 oct. 2010


Los mercenarios de la opinión “independiente”

por Sebastian Jones
En caso de guerra, crisis, catástrofes o reformas, la opción más sencilla (y la más económica) para los programas de televisión es convocar a los “especialistas”. Multiplicados en las pantallas asestan, con aires doctos y objetivos, implacables análisis y consejos a sus millonarias audiencias. En apariencia independientes y desinteresados, los “especialistas” no son otra cosa que portavoces a sueldo de las grandes empresas dedicados a defender sus intereses.
El 4 de diciembre de 2009 Barack Obama estaba de gira en Allentown, Pensilvania, para un encuentro con los trabajadores y un debate sobre la crisis económica. Esa misma noche, sacando partido de la actualidad del viaje presidencial Tom Ridge, el ex gobernador del estado, ofrecía su propio plan económico en la emisión televisiva Hardball with Chris Matthews en el canal de noticias MSNBC, rival de CNN y de Fox News. Entre las “cositas” que la Casa Blanca podría hacer para relanzar la coyuntura, Ridge aconsejó bajas de impuestos y préstamos más generosos a las pequeñas empresas. Luego insistió sobre una propuesta todavía más original: que el Presidente “tire a la basura” sus medidas ecológicas y construya “centrales nucleares”. Combinado con la extracción de carbón y de gas natural, un plan tan “innovador” beneficiaría evidentemente “al empleo y a las exportaciones”.
Brindando esos buenos consejos, el ex gobernador daba toda la apariencia del comentarista objetivo. Pero lo que el televidente ignoraba, porque el presentador del talk-show no lo había mencionado, era que Ridge había embolsado 530.659 dólares en tanto miembro del Consejo de Administración de Exelon, la compañía de energía nuclear más importante del país.
Algunos minutos antes, en el mismo canal, el general retirado Barry McCaffrey, “consultor militar de NBC”, repetía que la guerra en Afganistán exigía “de tres a diez años de esfuerzo adicional”, así como “mucho dinero”. Allí tampoco el televidente estaba informado de que, en realidad, el experto pertenecía a DynCorp, una de las más importantes empresas privadas del sector militar del país, que tan sólo en 2009 le había pagado 182.309 dólares. En momentos en que el general abogaba por una extensión de la guerra, su empleador acababa de obtener un enorme contrato de asistencia para el ejército estadounidense en Afganistán, de una duración de cinco años y por un valor total estimado en 5.900 millones de dólares.
En el espacio de una hora, dos “expertos” implicados en un flagrante conflicto de intereses estuvieron invitados en MSNBC. ¿Coincidencia? No, por cierto. En 2003, el semanario The Nation ya había revelado los estrechos lazos que vinculaban al general McCaffrey con los contratistas militares, a los que promocionaba en varias redes televisivas de cable. En 2008, el periodista David Barstow publicaba en The New York Times una serie de artículos, coronada con el premio Pulitzer, donde mostraba cómo el Pentágono utiliza a sus oficiales para difundir por televisión la Buena Nueva. En 2009, un blog ponía en evidencia que Richard Wolffe, un ex periodista de Newsweek reclutado para el programa Countdown with Keith Olbermann en la MSNBC, trabajaba simultáneamente para una sociedad de relaciones públicas especializada en “estrategias de comunicación empresaria”.
Una investigación reveló que conflictos de intereses semejantes son moneda corriente en un mundo mediático cada vez más permeable a las ofensivas del mundo de los negocios. Desde 2007, al menos setenta y cinco lobbistas, representantes o dirigentes empresarios –remunerados para defender tanto la imagen como los intereses financieros y políticos de sus empleadores– han aparecido en MSNBC, Fox News, CNN, CNBC y Fox Business Network, sin mencionar nunca al aire sus actividades lucrativas. A menudo se van turnando en varios canales a la vez, totalizando decenas –incluso cientos– de apariciones en los medios de comunicación más influyentes de Estados Unidos.
Para los agregados de prensa de las multinacionales, acudir a la televisión permite no sólo alcanzar un vasto público, sino también atraer la atención y los favores de los responsables políticos, tanto demócratas como republicanos.
Por su parte, los canales de cable, preocupados por llenar su tiempo de emisión y mantener contentas a las elites, descuidan voluntariamente su propio código deontológico. En verdad, los portavoces del empresariado siempre mostraron su avidez por los micrófonos. Pero el lanzamiento de Fox News y de MSNBC en 1996 estableció el marco dentro del cual ahora prosperan. Desde que el grifo de los “análisis políticos” está abierto las 24 horas del día, los expertos a sueldo del sector privado se multiplican en el cable a un ritmo alarmante. Para que no quepan dudas, basta con examinar sus prestaciones televisivas a propósito de la crisis económica y de la reforma del sistema de salud, dos cuestiones tratadas extensamente en el curso de estos dos últimos años.
A fines de 2008, mientras el país se sumergía en una ola de recesión y el gobierno se preparaba a invertir miles de millones para reflotar los bancos, una cohorte de lobbistas y de agentes de comunicación caracterizados como comentaristas imparciales tomaron por asalto la pantalla chica. Uno de ellos fue Bernard Whitman, presidente de Whitman Insight Strategies. Esta sociedad ofrece a sus clientes servirles de “guía para un lobbyng eficaz y campañas de comunicación e información según objetivos específicos”. Su clientela comprende agencias de lobbistas y de relaciones públicas tales como Ogilvy & Mather, las que a su vez responden a las órdenes de numerosas multinacionales, sobre todo para orientar las políticas federales. Sin embargo, cada vez que Whitman, un veterano de la era Clinton, aparece en televisión, es sólo a título de autor especializado, aunque sus publicaciones se remontan a más de una década atrás.
Según su página de internet, Whitman Insight Strategies ayuda al gigante del seguro American International Group (AIG) a “desarrollar, testear, lanzar y mejorar su marca para el público en general” así como a “adaptarse a las evoluciones del mercado”. La sociedad subió a YouTube un centenar de videos que hablan de las mejores prestaciones televisivas de su patrón. Verlos confirma que Whitman pone todo su empeño en defender los intereses de sus clientes. El 18 de septiembre de 2008, invitado en Fox News a contestarle a Sarah Palin, fustigó con virulencia al candidato republicano John McCain, culpable de haber propuesto “dejar que AIG quebrara” y por lo tanto de “no comprender nada de la actual economía mundializada” (1).
El 25 de marzo de 2009, Whitman apareció de nuevo en Fox News, esta vez en ocasión del escándalo de los bonos de AIG: el asegurador acordó una prima de 450 millones de dólares a sus ejecutivos, justo cuando acababa de ser salvado del naufragio por el contribuyente estadounidense. La misión –delicada, sin duda– del comentarista consistía en devolver un poco de razón a espíritus caldeados. “El pueblo estadounidense está furioso, se comprende –concede–. Pero una vez dicho esto, hay que superar las reacciones de cólera, de frustración y de histeria e intentar comprender las reglas de la economía”. En ningún momento se indicó que Whitman trabaja para AIG.
Entre los servidores de la compañía figura un cierto Ron Christie. De 2006 a septiembre de 2008, mientras trabajaba para DC Navigators (hoy día Navigators Global), una sociedad de asesoramiento en management y relaciones públicas cercana al Partido Republicano, Christie estaba registrado como lobbista de AIG. Durante ese mismo período, AIG pagó a DC Navigators 590.000 dólares. Avalado por ese éxito, Christie creó luego su propia consultora.
Por lo tanto, no sorprende que el 18 de septiembre de 2008 apareciese nuevamente en el programa Hardball de MSNBC. El conductor, Chris Matthews, presentó a Christie como un “analista republicano”. Luego, cuando comentaba con tono burlón la conferencia de prensa sobre la crisis financiera que acababa de pronunciar el presidente George W. Bush, su invitado lo interrumpió: “[Bush] tuvo razón al apelar a un ex de Goldman Sachs, un hombre muy inteligente que entiende el funcionamiento de los mercados y de la liquidez”. Christie se refería a Henry Paulson, secretario del Tesoro en la administración Bush y ex director ejecutivo de Goldman Sachs, quien acababa de representar un papel clave en el plan de salvataje de AIG, cuya quiebra hubiera tenido consecuencias muy negativas para Goldman Sachs. El ingreso de Paulson al gobierno “no es un golpe político”, argumentó el lobbista de AIG: el Presidente “eligió a la persona correcta para administrar la crisis”.
Pero AIG era tratada maternalmente por actores todavía más influyentes de los medios políticos. A fines de 2008, poco después de haber dilapidado una primera entrega de fondos públicos, la compañía de seguros confiaba “la gestión de temas sensibles” a Burson-Marsteller, la más codiciada de las agencias de relaciones públicas, que en abril de 2009 contrató a su vez a la ex secretaria de prensa de la Casa Blanca de la época de la administración Bush, Dana Perino. Un mes más tarde, esta asidua concurrente a programas televisivos se reunía con el equipo de Fox News, donde se dedicaría a temas efectivamente “sensibles”.
Así, en julio de 2009, Perino reinaba en Money for breakfast, el programa matutino de Fox Business Network. El presentador señaló brevemente su afiliación a la consultora Burson-Marsteller, pero no mencionó su vinculación con AIG. Cuando un invitado sostuvo que el gigante del seguro fue objeto de una “estrecha regulación” antes de la crisis, Perino atrapó la pelota en el aire: la voluntad que exhibió la presente administración para reformar el sistema financiero revelaría la “tendencia de Washington a reaccionar ante la crisis”. Pero cuando Gary Kalman, de la asociación de consumidores USPIRG, observó que, en efecto, el dispositivo de regulación experimentó un retroceso de varias décadas, la comentarista se indignó: “No creo que haya muchos hombres de negocios que compartan ese punto de vista” (2).

Vínculos poco transparentes

La confusión entre periodismo y lobby se volvió a manifestar en el debate sobre la reforma del sistema de salud. Desde 2003 Terry Holt, uno de los portavoces del Partido Republicano y de John Boehmer, presidente del grupo republicano en la Cámara de Representantes, aparece como representante de la organización de seguros America’s Health Insurance Plans (AHIP). Cuando junto con tres operadores republicanos fundó en 2007 la agencia de lobby y de comunicación HDMK, AHIP fue, naturalmente, uno de sus primeros clientes.
El 5 de marzo de 2009, Holt aparecía en MSNBC. Dirigiéndose al presentador David Schuster, quien lo presentó simplemente como un “republicano”, el VRP (“vendedor”) de los aseguradores privados acusó a la administración Obama de querer “suprimir la cobertura de Medicare [sistema de seguridad pública destinado a las personas de edad sin recursos] a unos once millones de ancianos, para lanzar su gran reforma de la salud” –una manera por lo menos falaz de resumir dicha reforma–. Siete meses más tarde, AHIP lanzó en varios estados una virulenta campaña de prensa que contenía ese mensaje: “¿Es justo pedirles a diez millones de ancianos cubiertos por Medicare dar más de lo que reciben?”
En el marco de la campaña anti Obama, Holt obtuvo varias veces los honores de CNN que, una vez no es costumbre, señaló su vínculo con los aseguradores –salvo el 14 de septiembre de 2009, durante su aparición en el talk-show The Situation Room–. Algunos días más tarde, el canal de noticias tropezó con un mini escándalo: el blogger Greg Sargent reveló que el editorialista Alex Castellanos, abonado a CNN, apoyó las campañas de prensa del asegurador AHIP, incluida la que apuntaba a atemorizar a “diez millones de ancianos”. Ahora bien, cada vez que fustigaba la reforma del sistema de salud, Castellanos aparecía en la pantalla identificado como “observador republicano”.
Interrogado sobre este tema, Holt destacó que la CNN sólo omitió una vez el mencionar su pertenencia a AHIP. Un productor lo habría contactado después para discutir con él su trabajo en la aseguradora. Con la mano sobre el corazón, Holt juró que las apariciones en los canales de cable “son más eficaces si van acompañadas de una máxima transparencia”. Subrayó que “cuando uno está frente al público, es perfectamente legítimo que sepa de dónde se viene. Considero mi deber hacer conocer mi perfil a los medios de comunicación que me invitan y dejar que ellos sean los únicos jueces”.
Es cierto que los “jueces” rara vez se muestran muy severos. Muchos lobbistas demócratas y consultores pasaron por la televisión sin hacer la menor referencia a su clientela de aseguradores o de industriales farmacéuticos. Hay dos casos particularmente significativos, teniendo en cuenta el importante rol que juegan en la política estadounidense las personalidades en cuestión: Richard Gephardt y Thomas Daschle. El primero presidió el grupo parlamentario demócrata de la Cámara de Representantes, fue candidato a la investidura de su partido en la elección presidencial de 1988 y en el curso de su carrera contó con el entusiasta apoyo de los sindicatos. El segundo presidió el grupo parlamentario demócrata en el Senado. Ambos son muy conocidos por el público y en general se los asocia a la izquierda de su partido, por lo que el impacto de sus tomas de posición se multiplica cuando los lleva a sostener a las grandes empresas.
El 24 de septiembre de 2009, Gephardt figuraba entre los invitados de Morning Meeting en MSNBC. Calificó como “no esencial” la idea de crear una aseguradora pública (“public option”) que la mayoría de los electores demócratas defendía con uñas y dientes. El presentador fue formal: el opositor a la reforma se expresaba en su calidad de ex miembro del Congreso, testigo en 1993 de la renuncia de William Clinton a imponer un proyecto similar. Ni una palabra sobre sus funciones de asesor de compañías aseguradoras y laboratorios farmacéuticos, funciones que ejerce a través de su propia empresa, Gephardt Government Affairs. Tampoco mencionó su trabajo de lobbista para el grupo NBC/Universal.
En cuanto a Daschle, él alinea tres apariciones televisivas en cuatro meses, todas consagradas a la reforma del sistema de salud –el 12 de mayo y el 2 de julio de 2009 en MSNBC y el 16 de agosto en NBC, en el programa Meet the Press–. En cada presentación el ex senador demócrata se ensañó con la reforma, sin que el público hubiera sido informado de un pequeño detalle: Daschle es empleado de Alston & Bird, una firma lobbista comisionada por el grupo de seguros United Health Group. Habrá que esperar hasta el 8 de diciembre de 2009, día en que fue invitado a Dr. Nancy en MSNBC, para que Daschle fuera confrontado –con infinitas precauciones– a sus simultáneos cargos de político y de lobbista. Declaró: “Por supuesto, soy sensible a la manera en que me percibe, así que voy a prestar mucha atención”. Su atención durará poco: un mes más tarde, entrevistado otra vez en MSNBC, el ex portavoz de la mayoría demócrata en el Senado pudo expresar todo lo malo que piensa de la reforma, sin arriesgarse a cometer la mínima indiscreción sobre sus actuales funciones.

Moldeadores de cerebros

Seguramente, las injurias de un Tom Daschle no explican el vía crucis que se le infligió a la reforma del sistema de salud antes de ser adoptada, así como no podría imputársele a una Dana Perino el impasse en el cual se encuentra el proyecto de creación de una Agencia Federal de Protección al Consumidor de las Finanzas. Resta decir que la omnipresencia mediática de algunas docenas de lobbistas no identificados difícilmente pueda dejar indemnes tanto a periodistas como a ciudadanos. Así lo señala la antropóloga Janine Wedel, autora del libro Shadow Elite (Las elites en la sombra): “Cuando un abanico de expertos mediáticos pronuncia el mismo discurso al mismo tiempo, se produce un efecto acumulativo que empuja a la opinión pública a situarse en su terreno” (3).
Pero poco importan la frecuencia y la inteligencia con las que los agregados de prensa explotan la televisión en beneficio de sus empleadores: después de todo, no son ellos los que determinan la política de los canales donde se apretujan. La mayoría no oculta su subordinación a las multinacionales.
La responsabilidad de esta confusión de géneros incumbe pues a las redes de cable que invitan a lobbistas sin identificarlos como tales. Aaron Brown, que en 2005 fue despedido tras haber conducido durante cuatro años el programa News Night, en la actualidad enseña periodismo en la Universidad de Arizona. Según él, los conflictos de intereses nacen no de una deliberada intención de los productores, sino de las condiciones en que ellos ejercen su trabajo: “Se trata de gente joven y poco experimentada que sufre todo tipo de presiones. Descuidan informarse correctamente acerca de sus invitados”, afirmó Brown.
Para Brown, esta permisividad ilustra una epidemia más general, característica del periodismo televisivo: la manía de encomendarse a los “expertos” y a los comentaristas para llenar con poco gasto los espacios informativos. “Cuesta menos que enviar corresponsales a Afganistán –señala–. Ahora bien, no hablamos de un diario moribundo que busca una manera barata de hacer periodismo. Los canales de los que hablamos son empresas exitosas que generan mucho dinero a las multinacionales que los crearon”.
Sin embargo, desde hace algunos meses parece perfilarse una evolución. CNN empieza a identificar a los industriales que comandan a algunos de sus analistas. Por su parte, también Fox News accedió –aunque no siempre– a informar quiénes son los empleadores de sus invitados, negándose sin embargo a precisar a qué tipo de clientes representan esas empresas (4).
Queda el caso de MSNBC, el canal de cable que mejor acoge a los portavoces de las multinacionales. Contactada en enero, la dirección del canal declamó su determinación a solucionar el problema. El mediador de NBC News, David McCormick, a cargo de la “deontología” en MSNBC –los dos canales pertenecen al mismo grupo y responden al mismo pliego de condiciones– nos aseguró que hace mucho tiempo que le preocupa la cuestión de los conflictos de intereses. Promete que la cadena contactará a sus prestatarios para advertirles de sus reglas de transparencia, incluso sostuvo que “la confianza es un elemento clave de nuestro sistema” y que son los propios invitados quienes deben “darnos a conocer sus eventuales intereses cruzados”. Agregó que “desde hace años repetimos a nuestros colaboradores cuán importante es la transparencia y que no hay que ocultarle al público nada del perfil de nuestros invitados, ya sean colaboradores regulares o expertos no remunerados. Sin embargo, ¿somos irreprochables? No”.
De hecho, hace más de diez años que el grupo pretende que se ocupa del problema. Ya en octubre de 1998 el reglamento interno de la NBC dedicaba todo un capítulo al encuadramiento de “invitados/analistas/expertos/abogados”. Un extracto dice: “Es esencial que los telespectadores comprendan la perspectiva de los invitados […] que aparecen en nuestros programas. […] Nuestro público tiene que disponer de toda la información necesaria para poder sacar sus propias conclusiones con respecto al tema tratado. No basta con decir: ‘El señor NN, de la fundación XY’. […] Asimismo, no es suficiente indicar: ‘La señora NN, consultora de NBC’. […] La identidad puede ser suministrada verbal o visualmente, pero siempre de manera clara”.
Manifiestamente, el imperativo de “claridad” no es incompatible con el deseo de discreción. Si bien McCormick reconoce que los intereses financieros son “de la misma naturaleza que los intereses ideológicos o políticos”, estima que relegar los currículos de los invitados a la página de internet de la cadena basta para eliminar cualquier riesgo de confusión.
El 22 de enero, unos días después de nuestra entrevista con el mediador, MSNBC demostraba una vez más cuánto le preocupa la “transparencia”. Invitado al programa Morning Joe a criticar con dureza la reforma del sistema de salud, cierto Mark Penn se presentó como “estratega demócrata” y “ex responsable de encuestas de opinión bajo la presidencia de Clinton”. Nada señalaba que este competente hombre es también director ejecutivo de Burson-Marsteller, una de las más importantes agencias lobbistas del país. Que dispone de todo un departamento dedicado a las cuestiones de salud, para permitir que gigantes farmacéuticos como Pfizer o Eli Lilly “instauren y mantengan una imagen positiva en términos de resultados”.
Al fin de cuentas, todo sucede como si el magisterio de los lobbistas constituyese un fenómeno por cierto lamentable pero inevitable, un daño colateral de un sistema político y mediático donde ya no pueden existir las fronteras entre interés público e intereses privados. Es evidente que la presión que se ejerce sobre los canales para que pongan fin a esta porosidad no ha provocado un cambio notable. “Es sorprendente ver que una cuestión tan grave no atrae la atención de los propios afectados en primer lugar, como si se tratase de un agujero negro”, se lamenta Andy Schotz, presidente de la Comisión de Ética de la Sociedad de Periodistas Profesionales.
De todas maneras, los conflictos de intereses sólo representan la parte emergente del problema. Jay Rosen, crítico de los medios de comunicación y profesor de periodismo en la Universidad de Nueva York, se pregunta: “Evidentemente, estoy a favor de la transparencia. Pero ¿por qué esa gente es invitada a la televisión? Pueden manipular la opinión pública a propósito de cualquier cosa”. 


1 En septiembre de 2008, Henry Paulson, secretario del Tesoro de la administración Bush, optó por no socorrer sucesivamente a las firmas de Wall Street Bear Stearns y Merrill Lynch, y luego avalar a American Insurance Group (AIG).
2 Contactados por el autor de este artículo, Bernard Whitman, Ron Christie y Dana Perino se negaron a hablar.
3 Janine R. Wedel, Shadow Elite, Basic Books, Nueva York, 2009.
4 Contactados por el autor, CNN y Fox News se negaron a responder a sus preguntas.
*Periodista. Este artículo fue publicado inicialmente en The Nation el 1º de marzo de 2010.

Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/los-mercenarios-de-la-opinion-independiente