Armas nucleares por siempre
Por Selig S. Harrison*
Los halcones de EE.UU. frente a los anuncios de desarme de Obama
Mientras avanzan las negociaciones entre Moscú y Washington para
poner límites al armamento nuclear estratégico de ambos países, Estados
Unidos se dispone a hacer pública su nueva doctrina en la materia. Ésta
ha sido objeto de numerosas presiones por parte del Pentágono y de los
“halcones” japoneses, y debería estar bastante lejos de la visión
expresada hace sólo unos meses por el presidente Barack Obama.
Unas pocas palabras elocuentes hubieran bastado al presidente Barack
Obama para estar más cerca de la obtención del premio Nobel de la Paz y
convertirse, a la vez, en el héroe de los militantes del desarme y en
la bestia negra de los fanáticos del programa nuclear. Cuando prometió
renovar y extender los acuerdos firmados con Rusia sobre el control de
las armas nucleares –conocidos bajo el nombre de Tratados de Reducción
de las Armas Estratégicas (Strategic Arms Reduction Treaty, START) (1)–
que disminuirían moderadamente el arsenal de los dos países, estos
últimos no se sorprendieron (2). Pero esos “verdaderos creyentes” (3)
se preocuparon cuando, el 5 de abril de 2009, Obama declaró en Praga:
“Reduciremos el rol de las armas nucleares en nuestra estrategia de
defensa nacional”. Tanto más cuanto que el Presidente acababa de
iniciar el muy oficial “Balance de la posición nuclear” (Nuclear
Posture Review, NPR) que se establece con la llegada de toda nueva
administración. Cuando repitió esta declaración, casi con las mismas
palabras, en su discurso del 23 de septiembre de 2009, ante la Asamblea
General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aquellos
manifestaron sus temores en cuanto a algunas cuestiones esenciales:
- ¿La nueva doctrina implica que Estados Unidos renuncie a “golpear primero” con armas nucleares, como ya lo hicieron China e India y como lo prometió la administración Clinton en el controvertido acuerdo de 1994 con Corea del Norte (derogado, por cierto, durante la administración de George W. Bush, ver recuadro)?
- En la eventualidad de un ataque químico o biológico, ¿Estados Unidos descarta una respuesta nuclear?
- ¿Aceptará Obama retirar de Alemania, de aquí a cuatro años, las armas nucleares estadounidenses controladas por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), tal como se lo pidió recientemente Berlín? ¿Hará lo mismo con las otras armas nucleares tácticas que permanecen en Europa?
- Muy importante para las industrias de Defensa: ¿limitará la cantidad de bombarderos nucleares, de submarinos lanzadores de misiles Trident, de misiles balísticos intercontinentales?
- El comité Nobel noruego explicó que había “acordado una importancia particular a la visión y a la acción de Obama a favor de un mundo sin armas nucleares”. Pero de conversaciones con funcionarios y consejeros estrechamente implicados en la NPR surge que Obama sin duda complacerá a los “verdaderos creyentes” en el texto que va a ser publicado el 1º de abril de 2010. Y esto, a pesar de las batallas encarnizadas que se libraron hasta último momento dentro de su administración y que afectan directamente la posición estadounidense en las actuales negociaciones con Moscú sobre el acuerdo START. Ya se ha convenido que el papel de las armas nucleares en la estrategia de Defensa estadounidense no será reducido de manera significativa.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos había afirmado su derecho a
utilizarlas en caso de ataque convencional. En esa época, el bloque
soviético gozaba de una ventaja aplastante en el escenario europeo,
tanto en fuerzas armadas como en poder de fuego, y la OTAN predecía
incluso una invasión irresistible de sus tropas en caso de conflicto.
Un razonamiento parecido fue utilizado para justificar la amenaza de
“golpear primero” en el caso de Corea del Norte.
“Candor pacifista”
Pero, para retomar el argumento del ex ministro alemán de Relaciones
Exteriores, Joschka Fischer, “ya no hay división blindada que pueda
atravesar nuestra frontera en menos de cuarenta y ocho horas. La
política de golpear primero era una respuesta a una situación que
cambió radicalmente”. En cuanto a Corea del Norte, su imponente
ejército de ayer ya no puede medirse con las fuerzas militares de Corea
del Sur, que se han desarrollado gracias a la ayuda estadounidense.
Las propuestas de renunciar a “golpear primero” son a menudo
descartadas como sueños ingenuos de gente buena que no comprende nada
de la dura realidad de la política internacional. Pero atenerse al
principio inverso no parece más realista. Así, “si tomamos en serio la
no proliferación –observa Fischer– las potencias nucleares actuales
deben crear un clima de desarme capaz de frenar la aspiración de otros
países de pasar al programa nuclear”. El artículo 6 del Tratado sobre
la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), firmado en 1968,
preveía la disminución de los arsenales existentes (especialmente los
de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas), en compensación por el mantenimiento “fuera del programa
nuclear” de las otras potencias. Pero el ritmo infinitesimal de
reducción de los armamentos involucrados y la amenaza de “golpear
primero” corren el riesgo de llevar a los Estados a no sentirse ya
ligados por el tratado.
El Pentágono afirma, por ejemplo, que “las armas nucleares deben
disuadir y constituir una respuesta a la utilización de armas de
destrucción masiva contra Estados Unidos o sus aliados”, poniendo así
“en la misma bolsa” las armas químicas, biológicas y nucleares. La Casa
Blanca, por su parte, busca una formulación lo suficientemente ambigua
como para sugerir una reducción del rol de las armas nucleares, como
fue prometido en Praga, y al mismo tiempo dejar abiertas las puertas
para el uso de la fuerza. Algunos propusieron dejar asentado que el
único fin de estas armas es ejercer represalias, en caso de que sean
utilizadas por otros países contra Estados Unidos o sus aliados. La
elección del término “represalias” equivale aquí a una clara limitación
de la acción a una respuesta.
Así pues, se propusieron varios acuerdos: el derecho a usar el arma
nuclear contra un ataque convencional o químico proveniente de un país
que, como Corea del Norte, viole el TNP; el remplazo de “ejercer
represalias” por “responder a”, expresión que implica que un ataque
podría eventualmente ser desencadenado a partir del momento en que los
preparativos de una ofensiva enemiga son descubiertos.
Después del discurso de Praga, una delegación de halcones
influyentes del Ministerio de Defensa japonés empezó a hacer presión
sobre el Congreso y sobre el gobierno estadounidense. Advirtió que
Tokio desarrollaría sus propias armas nucleares si Estados Unidos
descartaba el derecho a “golpear primero” contra China y Corea del
Norte o no desarrollaba lo que Japón considera fuerzas nucleares
suficientes.
La delegación pidió especialmente que los misiles de crucero
Tomahawk, dotados de ojivas nucleares, sigan siendo instalados. Ahora
bien, está previsto detenerse en 2013: la Marina estadounidense estima
suficiente la eficacia de los submarinos nucleares lanzadores de
misiles Trident y de los bombarderos de largo alcance dedicados a la
protección de Japón. Ocho de esos submarinos patrullan constantemente
el Pacífico Norte al alcance de blancos escogidos, y siete de entre
ellos están en permanente “alerta roja” con un tiempo de respuesta
previsto de doce minutos.
Tanto los “verdaderos creyentes” del Pentágono como los halcones de Tokio quieren que el paraguas nuclear esté basado sobre el concepto de “disuasión extendida”, por el cual las fuerzas estadounidenses responden, por medio de las armas de este tipo, a cualquier ataque, sea llevado a cabo por vectores nucleares, químicos, biológicos o convencionales. Esta doctrina expresa una línea dura respecto de China y de Corea del Norte, defendida por el Partido Liberal Demócrata (PLD) que dirigió Japón durante las cinco últimas décadas.
Tanto los “verdaderos creyentes” del Pentágono como los halcones de Tokio quieren que el paraguas nuclear esté basado sobre el concepto de “disuasión extendida”, por el cual las fuerzas estadounidenses responden, por medio de las armas de este tipo, a cualquier ataque, sea llevado a cabo por vectores nucleares, químicos, biológicos o convencionales. Esta doctrina expresa una línea dura respecto de China y de Corea del Norte, defendida por el Partido Liberal Demócrata (PLD) que dirigió Japón durante las cinco últimas décadas.
La alternancia política de agosto de 2009 modifica la situación, ya
que el Partido Demócrata (PD) más bien comparte el punto de vista de
Obama tal como fue expresado en Praga. El ministro de Relaciones
Exteriores Katsuya Okada manifestó varias veces este apoyo. En el
momento de la asunción del gabinete, el 16 de septiembre de 2009, se
preguntó “si los países que declaran su voluntad de utilizar las armas
nucleares para ‘golpear primero’ tienen todavía el derecho de hablar de
no proliferación nuclear”. El 16 de octubre, en el transcurso de un
encuentro con el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates,
Okada formuló el deseo de discutir la cuestión. Gates evitó el tema
pero, en una conferencia de prensa, expresó la necesidad de una
“disuasión flexible”. El mismo día, en Kioto, Okada señaló una
contradicción en la política pasada de su país. “Hasta ahora –señaló–,
el gobierno japonés dijo a Estados Unidos, ‘no queremos que ustedes
descarten el derecho de golpear primero porque eso debilitaría la
fuerza de disuasión nuclear’. Japón no es coherente cuando llama al
desarme nuclear en el mundo y a la vez exige para sí mismo el derecho a
golpear primero” (4). Respondiendo a las críticas, Okada declaró que si
Washington renunciaba a “golpear primero”, “eso no significa que Japón
quedaría fuera del paraguas. En la desdichada eventualidad de que Japón
sufriera un ataque nuclear, no descartamos una respuesta de este tipo”.
Conflictos y disidencias
Okada también escandalizó a los halcones, tanto en Tokio como en
Washington, al declarar, a propósito de la amenaza de Corea del Norte,
que “las armas convencionales bastan para hacer frente”, y también que
sería deseable una “zona desnuclearizada en Asia del Noreste”. Por
cierto, el primer ministro Yukio Htoyama se mostró más circunspecto que
Okada, y no es seguro que el ministro de Relaciones Exteriores exprese
la opinión de Ichiro Ozawa, el dirigente de su partido, más belicista.
Divisiones profundas atraviesan esta formación y la sociedad entera.
Muchos halcones, que privilegian la disuasión extendida, son también
partidarios de una fuerza nuclear japonesa independiente, y se
aferrarían encantados a una divergencia con la administración Obama
para reforzar sus argumentos.
La mayoría de los belicistas de Washington no toman en serio ni a
Okada ni a Guido Westerwelle, el ministro de Relaciones Exteriores
alemán, que reclamó en varias oportunidades el retiro de armas
nucleares tácticas estadounidenses de su territorio. Miran a los dos
hombres como figuras políticas provisorias que tarde o temprano serán
desplazadas. Morton H. Halperin, que durante la administración de
William Clinton era presidente del Consejo de Planificación Política
del Departamento de Estado, nos confió que un alto funcionario de su
ministerio había desechado estas declaraciones políticas afirmando: “No
es el verdadero gobierno alemán”. Una actitud similar se manifiesta a
propósito de los nuevos dirigentes japoneses.
Según Hans Kristensen, de la Federación de Científicos
Estadounidenses, Estados Unidos conserva de “diez a veinte” bombas
nucleares B61 de caída libre en la base militar de Büchel, en el oeste
de Alemania, y posee un total de ciento cincuenta a doscientos cuarenta
cabezas nucleares en Alemania, en Bélgica, en los Países Bajos y en
Turquía. Se espera que la NPR descarte todo retiro por dos razones:
Turquía quiere conservarlas para disuadir un eventual ataque nuclear
iraní, y el Pentágono sostiene que, ya que la OTAN debe revisar su
estrategia el año próximo, sería “prematuro” abandonarlas
unilateralmente.
Otro argumento utilizado es que el futuro acuerdo START no afectará
más que a los arsenales estratégicos. Dejará, pues, una ventaja táctica
a Rusia en la medida en que las evaluaciones tienen en cuenta de 500 a
1.200 armas nucleares tácticas estadounidenses, incluidas las presentes
en Europa, contra alrededor de 2.000 desplegadas por Rusia. Moscú
tendría hasta 6.000 en reserva. Estos equipos tienen un alcance de
cuatrocientos cincuenta a seiscientos kilómetros.
En el marco del acuerdo START, el intento por parte de la
administración Obama de una reducción de la cantidad de cabezas
nucleares estratégicas –de 2.200 a 1.500 y 1.675 aproximadamente–
decepcionó a los partidarios del desarme. En efecto, Rusia señaló que
estaba lista para disminuir a mil, con el fin de reducir su presupuesto
de Defensa. Además, en Washington existe desde hace tiempo un consenso
sobre el hecho de que habría allí un buen nivel de seguridad. Incluso
el intransigente John Deutch, que dirigió la NPR de la administración
Clinton, defendió ese objetivo.
Sin embargo, para los expertos, la manera en que la “tríada” nuclear (gran cantidad de bombarderos estratégicos, de misiles superficie, tierra o agua) sea repartida importa más que la cuestión de las ojivas nucleares. Una lucha encarnizada se llevó a cabo para decidir si era necesario reducir la cantidad de bombarderos, la de los misiles balísticos intercontinentales o la de submarinos portadores de Trident, divergencias que retrasaron la definición de la NPR.
Sin embargo, para los expertos, la manera en que la “tríada” nuclear (gran cantidad de bombarderos estratégicos, de misiles superficie, tierra o agua) sea repartida importa más que la cuestión de las ojivas nucleares. Una lucha encarnizada se llevó a cabo para decidir si era necesario reducir la cantidad de bombarderos, la de los misiles balísticos intercontinentales o la de submarinos portadores de Trident, divergencias que retrasaron la definición de la NPR.
Sorprendentemente, hasta la Air Force Association, que defiende los
intereses de la fuerza aérea, recomendó que los 114 bombarderos
nucleares B-52 y los B-2 en servicio fueran eliminados progresivamente
a favor de los misiles balísticos intercontinentales y submarinos. En
efecto, estos últimos tendrían más chances de resistir un primer
ataque. Esta recomendación tiene sin embargo pocas chances de ser
aceptada y la cantidad de misiles balísticos intercontinentales
–actualmente 450– probablemente será reducida en el marco del acuerdo
START. Es posible que sólo se mantengan los trece submarinos nucleares,
que llevan ochenta misiles Trident.
El fantasma coreano
La comprobación es inapelable: la política seguida por Estados Unidos con Corea del Norte simplemente no funcionó y no funcionará. Aunque los estadounidenses hayan retirado unilateralmente sus armas nucleares tácticas de Corea del Sur, siguen desplegando en el Pacífico, a tiro del ataque del Norte, misiles balísticos y aeronaves dotadas de armas nucleares sobre sus portaaviones. Ahora bien, en el marco del acuerdo de 1994 concluido con la administración de William Clinton, Pyongyang no aceptó congelar su programa nuclear sino a condición de que Washington “proporcione garantías formales sobre la ausencia de amenazas o de uso de armas nucleares” (artículo 3).En el presente, una promesa similar, combinada con un calendario de normalización de las relaciones bilaterales, parece ser necesaria para obtener de Pyongyang un nuevo acuerdo de desnuclearización. Pero esta opción fue explícitamente rechazada por el comité del Pentágono que dirigió el “Balance de la Posición Nuclear” (Nuclear Posture Review, NPR), en alianza con la Casa Blanca. A menos que haya una intervención de último minuto del presidente Barack Obama, la NPR ratificará el postulado del Pentágono, según el cual toda restricción al principio de “golpear primero” de las armas nucleares privaría a los generales estadounidenses de la posibilidad de actuar por sorpresa para evitar una eventual utilización de armas químicas por Pyongyang. Conocidas bajo el nombre de “Bailarín ágil”, las maniobras del ejército estadounidense en Corea del Sur prevén explícitamente, en ese caso, bombardeos nucleares.
El comité de la NPR rechazó los contraargumentos desarrollados tanto por el ex secretario de Defensa William Perry como por un comité de expertos cuidadosamente seleccionados de la Brookings Institution. Perry declaró que “Estados Unidos podría responder de manera devastadora a un ataque químico sin utilizar armas nucleares”. El comité de expertos concluyó por su parte que “los sitios de producción y de almacenamiento tanto como los vehículos de entrega de las armas químicas “podrían ser destruidos de manera preventiva” por armas convencionales en la eventualidad de una guerra con Corea del Norte. Además, en la hipótesis según la cual las armas químicas o biológicas resistieran a estos embates, “ataques convencionales masivos contra blancos militares podrían limitar el alcance de los ataques químicos y biológicos sin recurrir a las armas nucleares”. ♦
Los miembros del Congreso aliados a los “verdaderos creyentes” del
Pentágono están descontentos con las reducciones previstas. Amenazaron
con retrasar la ratificación del acuerdo START si el proyecto de ley de
“modernización” de las armas nucleares estadounidenses no los
satisface. La administración Bush había elevado en vano un programa
controvertido, llamado Programa Confiable de Remplazo de Ojivas, cuyo
objetivo era renovar el arsenal de Estados Unidos. Obama propone
simplemente renovar las armas existentes (Stockpile Stewardship and
Management Program). Pero los cuarenta senadores republicanos, más el
senador independiente Joseph Lieberman, le enviaron una carta el 17 de
diciembre de 2009: “No creemos que las nuevas reducciones previstas por
el programa START puedan ser de interés para la seguridad nacional de
Estados Unidos, en ausencia de un programa significativo de
modernización de nuestra fuerza de disuasión nuclear”. Pidieron
especialmente una renovación rápida de las ojivas nucleares B-61 y W-76.
La muy respetada Asociación para el Control de Armamentos anunció
que el Strategic Command (Stratcom), órgano de control militar de las
armas nucleares, y la Administración Nacional de Seguridad Nuclear
(NNSA) “insisten sobre la capacidad de crear nuevas ojivas”. El año
último, desde la NNSA se filtró un plan destinado a desarrollar la
capacidad de fabricación de plutonio, dentro de las instalaciones de
Los Álamos (Nuevo México), Oak Ridge (Tennessee) y Kansas City
(Missouri). La NNSA busca el apoyo del Congreso para poner en práctica
este programa que, si es llevado a término, permitiría a Estados Unidos
cuadruplicar su producción anual, de veinte a ochenta unidades.
Hasta ahora, el plan de la NNSA no fue sometido a consideración del
Congreso, pero el simple hecho de que exista da una idea de la
importancia de los intereses que Obama tendría que enfrentar si
intentara concretar su visión de desarme nuclear. El presidente parece
haber subestimado en gran medida a sus enemigos dentro del complejo
militar-industrial, como lo hizo con el complejo farmacéutico-seguro
médico y con los bancos. No solamente conservó a Gates como secretario
de Defensa, sino que no nombró a civiles favorables a sus tesis para
puestos claves del Pentágono, abandonando la NPR a los halcones.
Mantuvo en su puesto al director de la NNSA, proveniente de la
administración Bush, así como a todo el personal responsable del plan
de cuadruplicar la capacidad de producción de plutonio. En la Casa
Blanca, el mejor abogado del desarme nuclear entre sus consejeros, Ivo
Daalder, fue relegado con la aprobación presidencial a un empleo
tranquilo dentro de la OTAN, con el fin de dejar la vía libre a los
miembros de la seguridad nacional que gozan de los favores del
Pentágono.
A partir del momento en que Obama comenzó a multiplicar las
declaraciones sobre la necesidad de “mantener una disuasión fuerte
durante el tiempo que exista el arma nuclear”, perdió la batalla del
desarme nuclear en beneficio del belicoso general Kevin Chilton,
comandante de la Stratcom. El 11 de noviembre de 2009, este oficial
predijo que Estados Unidos dentro de cuarenta años todavía tendría
necesidad de armas nucleares. El 15 de diciembre de 2009, en Omaha
(Nebraska), durante una conferencia organizada por el programa de
información nuclear, con el apoyo financiero de la Stratcom, en la cual
participaban 105 expertos militares y especialistas en el control de
armamentos, fue más claro al asegurar: “Necesitaremos armas nucleares
mientras Estados Unidos exista”. ♦
Trágico y grotesco
Nuclear Weapons: At what cost?Ben Cramer
Bureau International de la Paix, Ginebra, 2009. 170 páginas, 25 francos suizos.
Cuando un juez, un abogado o un policía dice a un acusado “esto le va a costar caro”, no está hablando en realidad de precios sino del valor negativo (en privación de libertad) que la ley atribuye al crimen o al delito. Habla, pues, en términos de valor de la libertad. Como se sabe, ésta no tiene precio. Se supone que el arma nuclear asegura la supervivencia de los Estados y, aunque cueste cara financieramente, su precio es tolerable para un valor infinito: la existencia de la nación. Ben Cramer desbarata esta afirmación en un pequeño libro publicado en inglés.
El costo del arma nuclear debe ser estimado en aspectos no calculables en euros, pero que son, sin embargo, físicos y morales, y hasta políticos y sociales y, por lo tanto, evaluables positiva o negativamente. Cramer describe el daño causado al medio ambiente, a la democracia, a la salud de los ciudadanos –incluida la salud mental–, a la cooperación internacional y finalmente a nuestros valores fundamentales.
En el contexto actual de crisis, el arsenal nuclear, que data de la Guerra Fría, debe también ser reexaminado desde el punto de vista estratégico. El ciclo de la “disuasión” como garantía paradojal de la paz se terminó a partir del fin de la Unión Soviética. Quizás evitó la tercera guerra mundial, pero en la actualidad ese arsenal hace pesar sobre los Estados más pobres, sin el fair-play de la reciprocidad, una amenaza a la vez grotesca y trágica.
Grotesca, porque una salva nuclear comporta repercusiones no controlables sobre el medio ambiente y porque el blanco preciso no suprime el deambular impreciso de la nube atómica. Trágica, pues se vuelve a hablar del derecho a “golpear primero” de esta arma de destrucción masiva. Mantener las fuerzas nucleares en el mundo costaba todavía 145 millones de dólares por día en 2007-2008, en Estados Unidos; 18 millones en Rusia; 12,4 millones en China; 12,3 en Francia; 8,4 en India; 4,2 en Israel. Según el autor, todo esto justifica su reconsideración y desmantelamiento a cualquier precio. ♦
Alain Joxe
(1) Los acuerdos START 1 seguidos de START 2 fueron firmados a
principios de los años noventa. Preveían una reducción sustancial de
los arsenales estratégicos de las dos superpotencias.
(2) Olivier Zajec, “Paridad estratégica en juego”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2008.
(3) “True Believers”: alusión al concepto elaborado por el movimiento llamado del “escepticismo científico”, que analiza los mecanismos cognitivos “disonantes” de la creencia irracional en fenómenos paranormales y el hecho de no aceptar ni argumentos ni hechos que contradigan esta fe.
(4) Masa Takubo, “The role of nuclear weapons: Japan, the US, and ‘Sole Purpose’”, Arms Control Today, noviembre de 2009.
*Director del Programa Asia en el Center for International Policy, Washington.
(2) Olivier Zajec, “Paridad estratégica en juego”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2008.
(3) “True Believers”: alusión al concepto elaborado por el movimiento llamado del “escepticismo científico”, que analiza los mecanismos cognitivos “disonantes” de la creencia irracional en fenómenos paranormales y el hecho de no aceptar ni argumentos ni hechos que contradigan esta fe.
(4) Masa Takubo, “The role of nuclear weapons: Japan, the US, and ‘Sole Purpose’”, Arms Control Today, noviembre de 2009.
*Director del Programa Asia en el Center for International Policy, Washington.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/armas-nucleares-por-siempre
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