Democratizar la democracia
Por Rafael Roncagliolo*
El poder político es simplemente el poder organizado de una clase
Hoy en día tenemos más regímenes democráticos y más alternancias democráticas de gobiernos que nunca antes. Por primera vez en la historia de la humanidad, la inmensa mayoría de los países del mundo tienen gobiernos elegidos en comicios universales y secretos, libres y limpios.
En el transcurso de 25 años, entre 1975 y el año 2000, el mundo pasó de 30 países con gobierno democráticamente elegidos a más de 150 (López Pintor: 15). Con razón asume Norberto Bobbio que vivimos “la era de las democracias” (Bobbio 1999: 9).
El acceso de los candidatos a la televisión
La democracia electoral se ha impuesto. Sin embargo, paradoja inocultable, nunca ha habido tanto malestar dentro de los regímenes democráticos. Así, los gobiernos democráticos de América Latina no han sido capaces de resolver los grandes problemas de la pobreza y la desigualdad (PNUD), y han visto crecer la inseguridad, la violencia y la exclusión social.
Los groseros fraudes del pasado han desaparecido, pero ha aumentado la dependencia de los políticos respecto al poder económico, cuya influencia en los procesos electorales se ha multiplicado, en particular debido a los costos de la competencia política y la desigualdad en el acceso de los candidatos a la televisión, que genera la parte más importante del gasto electoral. ¿Cómo olvidar al candidato Mario Vargas Llosa, en las elecciones peruanas de 1990, invocando a sus propios candidatos parlamentarios a poner coto a sus exuberantes campañas televisivas?
Para abaratar los costos de la política y para que las elecciones sean más libre y justas, es decir más equitativas, la tendencia universal consiste en establecer franjas electorales gratuitas y prohibir la contratación privada de anuncios publicitarios en TV durante las campañas electorales. Este modelo, que ya se aplica en Brasil, Chile, México y Ecuador, no ha hecho sino colocar a estos cuatro países en el nivel de los estándares normales de las sólidas democracias de Europa y Canadá.
Los efectos son obvios:
Las elecciones son más equitativas.
La política se vuelve más barata y, por lo tanto, más democrática.
Se favorece las relaciones políticas cara a cara (y también, la mejor calidad de los mensajes televisivos, que por escasos, deben ser muy bien hechos).
Los políticos son menos dependientes de compromisos económicos que favorecen la corrupción y el transfuguismo, con lo cual se recupera la dignidad del político (por eso llama la atención que algunos políticos se opongan a la medida).
Lo más importante: se favorece el derecho del elector a emitir un voto informado.
Conviene recordar, a propósito de este tema, lo que ha sido señalado, entre muchos otros autores, por Manuel Castells: “…en las sociedades avanzadas, la política y los políticos que no aparecen en televisión no tienen ninguna posibilidad de obtener el apoyo público, ya que las mentes de la gente se informan sobre todo por los medios de comunicación, y el más importante de ellos es la televisión. Su impacto social funciona en el modo binario: ser o no ser” (1996, p. 368).
La franja gratuita, por cierto, no suele generar un pago extra a los canales, sino que se ubica normalmente dentro del tiempo (educativo) que los concesionarios de la televisión de señal abierta deben entregar al Estado, como contrapartida por utilizar un bien público (el aire) para obtener beneficios privados. Pero el Perú es un curioso país, en que el Estado efectúa un pago aparte por la franja, debido a que la última ley de telecomunicaciones eliminó este tiempo educativo. En cualquier otro país democrático el pago por la franja sonaría abusivo e innecesariamente oneroso.
La asignación de frecuencias
La asignación de frecuencias constituye la enajenación de un bien público para generar un lucro privado. Por eso, en todas las democracias liberales hay un cuidadoso celo en que éste sea un proceso transparente y en que, de acuerdo con los postulados liberales, esté a cargo de entidades independientes del poder Ejecutivo (los Consejos del Audiovisual).
En el Perú, en cambio, ha habido desde el comienzo una perniciosa relación entre el poder político y las empresas de radio y televisión. A lo largo de nuestra historia, los gobiernos se han aprovechado políticamente de la concesión de licencias y otras ventajas comerciales otorgadas a los empresarios de la TV, que no han vacilado en enajenar su libertad de expresión para conseguir lucro y poder. Esta relación mercantilista puede constatarse desde los albores de la radio y la televisión. (Perla, 1995).
Como resultado de este trueque, no ha habido otorgamiento transparente de licencias. En en la práctica éstas han sido consideradas como propiedad privada y hereditaria (¡), llegándose al abusivo extremo de considerarlas incluso como generadoras de injustificables “beneficios adquiridos” sobre los segmentos de uso futuro del espacio electromagnético. De Ripley.
En esta historia, lo que han hecho los legisladores y los gobiernos es convertir a la televisión en monopolio de intereses privados, expulsando a la televisión no lucrativa (educativa) y llevando a la impotencia a la televisión estatal, que debería cumplir fines públicos, no simplemente gubernamentales, y que ha sido sistemáticamente desfinanciada y envilecida (con efímeras excepciones).
Es de esperar que, ad portas del otorgamiento de las nuevas frecuencias digitales, no se repita esta historia vergonzosa. Lo menos que se puede pedir es que haya un otorgamiento transparente de las concesiones, que se reconozca a los tres sectores de la comunicación masiva (privado, estatal y social no lucrativo) y que se abra un debate público sobre el tema.
En este terreno, llama poderosamente la atención, que no haya un fuerte reclamo contra el hecho de que el otorgamiento de las licencias esté en manos de un Ministerio, cuando tamaño poder debería estar fuera del Estado, como ocurre en las democracias liberales de los países desarrollados.. No hay que pensar que este silencio pueda deberse a que es más fácil convencer (o, eventualmente, corromper) a un funcionario que a un Consejo no gubernamental.
¿Democracia mediática?
Abordar en el terreno legislativo y administrativo las cuestiones recién mencionadas del acceso de los candidatos a la TV y del otorgamiento de las licenciase requiere de un solo recurso: voluntad política democrática2.
Sin embargo, subyace a ambas cuestiones un desafío mucho más complejo, que tiene que ver con la viabilidad misma de una democracia de ciudadanos en el paisaje mediático que Régis Debray llama la “videoesfera”3.
Según la explicación ya clásica de Habermas, la democracia contemporánea nació con la constitución de una esfera pública, entendida como espacios de deliberación racional, sin censuras4. La reforma parlamentaria y la libertad de prensa (estrechamente asociadas entre sí) forjaron esta arena o esfera pública, caracterizada por el debate abierto y el escrutinio público; una esfera pública que aparece cuando la conversación de café se vuelve crítica y las buenas palabras se vuelven argumentos (Habermas, 1989: 31).
Pero desde mediados del siglo XIX los periódicos empezaron a dejar de autoconcebirse como vehículos de ideas (como lo fueron también en el Perú, con el Mercurio Peruano y otros precursores de la identidad nacional y la independencia) y empezaron a someterse al mercado de la publicidad, desplazando a un lugar segundo y subordinado al mercado de lectores.
Esta tendencia, incipiente en el XIX, se volvió predominante en el siglo XX, con la aparición de la radio comercial, fundada por los productores de electrodomésticos para vender aparatos receptores, como lo atestigua la primera radio comercial, KDKA, en Washington, en 1920.
En este recorrido, la televisión no es un medio de comunicación más, sino que se ha convertido, en todas partes, en el espacio político por excelencia, que tiende a desplazar a los congresos, la plaza pública y los locales partidarios. Se dice, por eso, que hay tres etapas en la democracia contemporánea: la democracia centrada en el parlamento (siglo XX), la democracia centrada en los partidos (primera parte del siglo XX) y la democracia centrada en los medios y las audiencias (Manin). Se trata, en esta última etapa, de lo que Sartori denomina “videopolítica”, es decir del predominio de la televisión y del sobresaliente poder de quienes la manejan.
Entre otros efectos, la videopolítica se caracteriza por:
El abandono de las ideas, en beneficio de las imágenes.
La sustitución de los planes de gobierno por el marketing y la lectura de encuestas (encuestocracia).
La conversión de la política en espectáculo banal (que se transmite como si los debates fueran peleas de box y las elecciones carreras de caballos).
La reducción de los partidos a meras máquinas electorales.
El tratamiento de los electores como consumidores a los que hay que seducir, ya no como ciudadanos a los que es necesario convencer.
El reemplazo de la deliberación por el trueque (clientelismo).
Todo esto vuelve a trastocarse a inicios del siglo XXI, con la aparición de la política electrónica, tan bien utilizada por Obama en los Estados Unidos y, en estos mismos días, por Mockus en Colombia. Sin embargo, es demasiado temprano para intentar evaluar sistemáticamente sus efectos sobre la vida democrática.
En cualquier caso, tiene mucha razón Norberto Bobbio al apostar por la democracia y creer en ella, precisamente porque “para un régimen democrático, estar en transformación es su condición natural; la democracia es dinámica, el despotismo es estático y siempre igual a sí mismo” (Bobbio: 15). Lo que toca ahora, sobre todo a los políticos, es tomar las medidas para que ese extraordinario invento que es la televisión sirva para democratizar la democracia y no para envilecerla.
TEXTOS CITADOS
Bobbio, Norberto; El futuro de la democracia. México D.F.: FCE
Castells, Manuel;1996 La era de la información. Madrid: Alianza Editorial.
Debray, Régis; 1991 Cours de médiologie générale. París: Gallimard.
Giddens, Anthony; 1994 Más allá de la izquierda y la derecha, el futuro de las políticas radicales. Madrid: Cátedra.
Habermas, Jürgen; 1989 The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois Society. Cambridge: Polity.
López Pintor, Rafael; 1999 Votos contra balas. Barcelona: Planeta
Manin, Bernard; 1998 Los principios del gobierno representativo. Madrid: Alianza Editorial
Perla Anaya, José; 1995 La radiotelevisión. Espectro del poder y del futuro. Lima: Universidad de Lima
PNUD; 2004 La democracia en America Latina, hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos.
Sartori, Giovanni; Homo videns, la sociedad teledirigida. Madrid: Taurus.
1 La expresión “democratizar la democracia” está tomada de Anthony Giddens (1994: 119).
2 Así lo demuestra, por ejemplo, México, donde el modelo de acceso de los candidatos a la televisión, mencionado líneas atrás, fue posible por el acuerdo de los tres grandes partidos políticos (PAN, PRI y PRD)
3 Para Dèbray hay tres etapas sucesivas en la historia comunicativa de la humanidad: la logosfera (predominio de la palabra oral), la grafosfera (escritura y, sobre todo, imprenta) y videoesfera (audiovisual).
4 La historia de la censura tiene tres grandes capítulos: la censura religiosa, la censura política y la censura comercial (de dueños y anunciantes).
* Miembro del Consejo Editorial de Le Monde diplomatique, edición peruana.
Edición de Luz & Sombras. Fuente original:_ http://www.eldiplo.com.pe/democratizar-la-democracia
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Agredesco desde ya tú valioso aporte... Muchas gracias....
JLRF